miércoles, 22 de junio de 2011

SECCIÓN VII. “LA HEREDAD DEL SEÑOR” EL HOGAR CRISTIANO. (EGW).


23. Los Hijos Son una Bendición
Dios quiso que hubiese familias.
El que creó a Eva para que fuese compañera de Adán . . . había dispuesto que hombres y mujeres se unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros de la familia celestial.  Los hijos son la herencia del Señor, y somos responsables ante él por el manejo de su propiedad .... Trabajen los padres por los suyos, con amor, fe y oración, hasta que gozosamente puedan presentarse a Dios diciendo: "He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová."*

Una casa sin hijos es un lugar desolado. El corazón de quienes la habitan corre peligro de volverse egoísta, de amar su propia comodidad y de consultar sus propios deseos y conveniencia. Procuran simpatía para sí, pero tienen poca que conceder a otros.*

Consejos a una pareja sin hijos.
El egoísmo, que se manifiesta de varias maneras, según las circunstancias y la organización peculiar de los individuos, debe morir. Si tuvieseis hijos y vuestra atención tuviese que desviarse de vosotros mismos para cuidarlos, instruirlos y serles ejemplo, os resultaría ventajoso. ... Cuando la familia se compone de dos personas, como en vuestro caso, y no hay hijos que hagan ejercitar la paciencia, tolerancia y verdadero amor, es necesario 142 velar constantemente, no sea que el egoísmo obtenga la supremacía y, llegando vosotros mismos a ser el centro de atención, exijáis cuidados e interés que no os sentís obligados a conceder a otros .*
Muchos enferman física, mental y moralmente porque dedican su atención casi exclusivamente a sí mismos. Podría salvarles del estancamiento la sana vitalidad de espíritus más jóvenes y diversos así como la inquieta energía de los niños.*

Atender a los niños desarrolla rasgos nobles.-
Siento un interés muy tierno por todos los niños, porque empecé muy temprano a sufrir. He asumido el cuidado de muchos niños, y siempre sentí que el trato con la sencillez de la infancia era una gran bendición para mí....

La simpatía, la tolerancia y el amor que se requieren para tratar con niños serían una bendición en cualquier familia. Suavizarían y subyugarían los rasgos de carácter asentados en quienes necesitan ser más animosos y apacibles. La presencia de un niño en una casa endulza y refina. Un niño criado en el temor del Señor es una bendición. El cuidado y el afecto hacia los niños que dependen de nosotros elimina la tosquedad de nuestra naturaleza, nos infunde ternura y simpatía y ejerce influencia en el desarrollo de los elementos más nobles de nuestro carácter .*

La influencia de un hijo sobre Enoc.-
Después del nacimiento de su primer hijo, Enoc alcanzó una experiencia más elevada; fue atraído a más íntima relación con Dios. Comprendió más cabalmente sus propias obligaciones y responsabilidades como hijo de Dios. Cuando conoció el amor de su hijo hacia él, y la sencilla confianza del niño en su protección; cuando sintió la profunda y anhelante ternura de su corazón hacia su primogénito, aprendió la preciosa lección del maravilloso amor de Dios hacia el hombre manifestado en la dádiva de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios podían tener en el Padre celestial.* 143

Un cometido precioso.
Los hijos son confiados a sus padres como un cometido precioso, que Dios requerirá un día de sus manos. Debemos dedicar a su preparación más tiempo, cuidado y oración. Necesitan que les demos más instrucción de la clase apropiada....

Recordad que vuestros hijos e hijas son miembros más jóvenes de la familia de Dios. El los confió a vuestro cuidado, a fin de que los eduquéis para el cielo. Tendréis que darle cuenta de la manera en que cumpláis vuestro encargo sagrado.* 144

24. El Tamaño de la Familia
Grave perjuicio para las madres, los hijos y la sociedad.-
Hay padres que, sin considerar si pueden o no atender con justicia a una familia grande, llenan sus casas de pequeñuelos desvalidos, que dependen por completo del cuidado y la instrucción de sus padres. . . . Este es un perjuicio grave, no sólo para la madre, sino para sus hijos y para la sociedad....
Los padres deben tener siempre presente el bien futuro de sus hijos. No deben verse obligados a dedicar cada hora al trabajo pesado a fin de proveer lo necesario para la vida.*

Antes de aumentar su familia, deben considerar si el traer hijos al mundo habría de glorificar a Dios o deshonrarle. Deben procurar glorificar a Dios por su unión desde el principio, y durante cada año de su vida matrimonial .*

La salud de la madre es importante.-
En vista de la responsabilidad que incumbe a los padres, ellos deben considerar cuidadosamente si el traer hijos a la familia es lo que más conviene. ¿Tiene la madre suficiente fuerza para cuidar de sus hijos? Y ¿puede el padre ofrecer las ventajas que amoldarán y educarán correctamente al niño? ¡Cuán poco se tiene en cuenta el destino del niño! Sólo se piensa en satisfacer la pasión, y se imponen a la esposa y madre cargas que minan su vitalidad y paralizan su fuerza espiritual. Con la salud quebrantada y el ánimo abatido se ve rodeada de un pequeño rebaño al cual no puede atender como debiera. Careciendo de la instrucción que debieran recibir, los niños crecen para deshonrar a Dios y comunicar a otros lo malo de su propia 145 naturaleza, y así se forma un ejército al cual Satanás maneja como quiere.*

Otros factores que deben considerarse.-
Dios quiere que los padres actúen como seres racionales y vivan de tal manera que cada hijo reciba la debida educación, y que la madre tenga fuerza y tiempo para emplear sus facultades mentales en la disciplina de sus pequeñuelos a fin de que sean dignos de alternar con los ángeles. Ella debe tener valor para desempeñar noblemente su parte y hacer su obra en el temor y amor de Dios, a fin de que sus hijos resulten en bendición para la familia y la sociedad.

El esposo y padre debe considerar todas estas cosas, no sea que su esposa se vea recargada y así abrumada de abatimiento. Debe procurar que la madre de sus hijos no se vea en situación tal que no pueda atender con justicia a sus numerosos pequeñuelos y darles la debida preparación.*

Los padres no deben aumentar sus familias más ligero de lo que pueden cuidar y educar debidamente a sus hijos. El que haya año tras año un niño en los brazos de la madre significa una gran injusticia para ella. Reduce, y a menudo destruye, para ella el placer social y aumenta la miseria doméstica. Priva a sus hijos del cuidado, de la educación y de la felicidad que los padres tienen el deber de otorgarles.*

Consejos a los padres de una familia grande.-
La cuestión que debéis decidir es ésta: "¿Estoy criando una familia de hijos para fortalecer la influencia de las potestades de las tinieblas y para aumentar sus filas, o estoy criando hijos para Cristo?"
Si no gobernáis a vuestros hijos ni modeláis su carácter para satisfacer las exigencias de Dios, entonces cuantos menos sean los hijos que sufran por vuestra educación deficiente, mejor será para vosotros, los padres, y para la sociedad. A menos que los niños puedan ser educados y disciplinados desde su infancia por una madre sabia, juiciosa, concienzuda 146 e inteligente que, modelando el carácter de ellos según la norma de justicia, gobierne a su familia en el temor del Señor, es un pecado aumentar la familia. Dios os ha dado la facultad del raciocinio y exige que la empleéis.*

Padres y madres, cuando sabéis que os falta conocimiento acerca de cómo educar a vuestros hijos para el Maestro, ¿por que no aprendéis vuestras lecciones? ¿Por qué seguís trayendo al mundo hijos para aumentar las filas de Satanás? ¿Agrada a Dios esta conducta? Cuando veis que una familia numerosa tiene que recargar severamente vuestros recursos, y que al llenarse de hijos las manos de la madre, no le queda tiempo entre los nacimientos para hacer la obra que toda madre necesita hacer, ¿por qué no consideráis el resultado inevitable? Cada hijo substrae vitalidad a la madre, y cuando padres y madres no hacen uso de razón en esto, ¿qué oportunidad tienen ellos o sus hijos de ser debidamente disciplinados? El Señor invita a los padres a considerar este asunto teniendo en cuenta las realidades futuras y eternas.*

Consideraciones económicas.
[Los padres] deben considerar con calma cómo han de proveer para sus hijos. No tienen derecho de traer al mundo hijos para que sean una carga para otros. ¿Tienen una ocupación con la cual pueden contar para sostener a una familia sin que necesiten ser una carga para otros? Si no la tienen, cometen un crimen al traer a este mundo hijos para que sufran por falta de cuidados, alimentos y ropas convenientes.*

Los que carecen seriamente de tino comercial y que son los menos preparados para progresar en el mundo llenan generalmente sus casas de hijos, mientras que por lo común los hombres capacitados para adquirir propiedades no tienen más hijos de los que pueden atender debidamente. Los que no están preparados para atenderse a sí mismos no debieran tener hijos.*

Crean a veces perplejidades para la iglesia.-
Muchos que 147 apenas pueden vivir cuando están solteros, deciden casarse y criar una familia, cuando saben que no tienen con qué sostenerla. Y lo peor es que no tienen ningún gobierno de su familia. Toda su conducta en la familia se caracteriza por hábitos de negligencia. No ejercen ningún dominio propio, y son apasionados, impacientes e inquietos. Cuando los tales aceptan el mensaje, les parece que tienen derecho a la ayuda de sus hermanos más pudientes; y si no se satisfacen sus expectativas, se quejan de la iglesia, y la acusan de no vivir conforme a su fe. ¿Quiénes deben sufrir en este caso? Se debe desangrar la causa de Dios y agotar su tesorería, para cuidar de estas familias pobres y numerosas? No. Los padres deben ser los que sufran. Por lo general, no sufrirán mayor escasez después de aceptar el sábado que antes.*

Se restringe el servicio misionero.
Al enviar misioneros a países lejanos, deben elegirse hombres que sepan economizar, que no tengan familias grandes y que, comprendiendo la brevedad del tiempo y la gran obra que debe realizarse, no llenarán de hijos sus casas y sus manos, sino que se mantendrán tan libres como les sea posible de cuanto desviaría su ánimo de la gran obra que les toca hacer. La esposa, si es consagrada y tiene libertad para hacerlo, puede, trabajando al lado de su esposo, realizar tanto como él. Dios ha bendecido a la mujer con talentos que debe usar para glorificarle conduciendo a él a muchos hijos e hijas; pero son muchas las que, pudiendo trabajar con eficiencia, se ven sujetadas al hogar para atender a sus pequeñuelos.

Queremos misioneros que lo sean en el sentido más pleno de la palabra; que dejarán de lado las consideraciones egoístas y pondrán en primer lugar la causa de Dios; personas que, trabajando sinceramente para glorificarle, estarán siempre listas para ir adonde él las llame y para trabajar en cualquier cargo para difundir el conocimiento de la verdad. Se necesitan en el campo misionero hombres cuyas esposas, amando y 148 temiendo a Dios, pueden ayudarles en la obra. Muchos padres de familia salen a trabajar, pero no se entregan por completo a la obra. Son de ánimo dividido. La esposa y los hijos los apartan de su trabajo y con frecuencia les impiden ir a los campos donde podrían entrar si no considerasen que deben estar cerca de casa.* 149

25. El Cuidado de los Niños Menesterosos
Los huerfanitos.-
Más de un padre que murió en la fe, confiado en la eterna promesa de Dios, dejó a sus amados en la plena seguridad de que el Señor los cuidaría. Y ¿cómo provee el Señor para estos enlutados? No realiza un milagro enviando maná del cielo; no manda cuervos que les lleven alimento; sino que realiza un milagro en los corazones humanos, expulsando el egoísmo del alma y abriendo las fuentes de la benevolencia. Prueba el amor de quienes profesan seguirle, confiando a sus tiernas misericordias a los afligidos y a los enlutados.
Que aquellos que aman al Señor abran su corazón y sus hogares para recibir a estos niños....

Un amplio campo de utilidad espera a todos los que quieran trabajar por el Maestro, cuidando a estos niños y jóvenes que han sido privados de la dirección vigilante de sus padres, y de la influencia subyugadora de un hogar cristiano. Muchos de ellos han heredado malas características, y si se los deja crecer en la ignorancia, se desviarán hacia compañías que pueden conducirlos al vicio y el crimen. Estos niños poco promisorios necesitan que se los coloque en una posición favorable para la formación de un carácter correcto a fin de que puedan llegar a ser hijos de Dios.*

Responsabilidad de la iglesia.-
Niños huérfanos de padre y madre son arrojados a los brazos de la iglesia, y Cristo dice a 150 quienes le siguen: Recibid a estos niños indigentes, criadlos para mí, y recibiréis vuestro salario. He visto manifestarse mucho egoísmo en estas cosas. A menos que tengan evidencia especial de que ellos mismos saldrán beneficiados por adoptar en su familia a quienes necesiten hogares, algunos se apartan y contestan: No. No parece interesarles si los tales se salvan o se pierden. Esto, piensan ellos, es asunto suyo. Con Caín dicen: "¿Soy yo guarda de mi hermano?" No están dispuestos a incomodarse ni a hacer sacrificio alguno por los huérfanos, y arrojan a éstos con indiferencia a los brazos de un mundo que está a veces mejor dispuesto a recibirlos que esos profesos cristianos. En el día de Dios, él les pedirá cuenta de aquellos a quienes el Cielo les dio oportunidad de salvar. Mas ellos pidieron que se les excusase y no quisieron participar en la buena obra a menos que pudiesen obtener ganancia. Se me ha mostrado que quienes rehusen estas oportunidades de hacer bien oirán a Jesús decirles: "En cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis." Leed, por favor, Isaías 58 [vers 5-11].*

Una súplica a las parejas sin hijos.-
Algunos que no tienen hijos propios debieran educarse para amar y cuidar hijos ajenos. Tal vez no sean llamados a trabajar en un campo extranjero, sino posiblemente en la misma localidad en que viven. En vez de dedicar tanta atención y afecto a ciertos animales, ejerciten su talento en favor de seres humanos que tienen un cielo que ganar y un infierno que rehuir. Dediquen su atención a niñitos cuyo carácter pueden modelar a la semejanza divina. Consagrad vuestro amor a los pequeñuelos sin hogar que os rodean. En vez de cerrar vuestro corazón a los miembros de la familia humana, averiguad cuántos de estos pequeños desamparados podéis criar en la disciplina y admonición del Señor. Hay abundancia de trabajo para todos los que quieran obrar. Dedicándose a este ramo del esfuerzo cristiano, la iglesia puede aumentar el número de sus miembros 151 y enriquecer su espíritu. La obra de salvar a los huérfanos sin hogar es ocupación para todos.*

Si los que no tienen hijos, pero han sido hechos por Dios administradores de recursos, quisieran abrir su corazón para atender a los niños que necesitan amor, cuidado y afecto, y les ayudaran con bienes de este mundo, serían mucho más felices que ahora. Mientras que, haya jóvenes privados del cuidado compasivo de un padre y del amor tierno de una madre, y expuestos a las influencias corruptoras de estos postreros días, es el deber de alguien reemplazar al padre y a la madre de algunos de ellos. Aprended a darles amor, afecto y simpatía. Todos los que profesan tener un Padre Celestial, del cual esperan que los cuide y finalmente los lleve al hogar que ha preparado para ellos, deben sentir la solemne obligación de ser amigos para los que no tienen amigos, y padres para los huérfanos, de ayudar a las viudas y de prestar algún auxilio práctico en este mundo en beneficio de la humanidad.*

¿Deben adoptar niños las esposas de pastores?-
Se ha preguntado si la esposa de un ministro debe adoptar niños pequeños. Respondo: Si ella no tiene inclinación ni idoneidad para dedicarse a la obra misionera fuera de su casa, y siente que es su deber recibir niños huérfanos y cuidarlos, puede hacer una buena obra. Pero elija los niños primero de entre los huérfanos hijos de observadores del sábado. Dios bendecirá a hombres y mujeres que, con corazón voluntario, compartan su hogar con estos niños desamparados. Pero si la esposa del ministro puede desempeñar ella misma un papel en la obra de educar a otros, debe consagrar sus facultades a Dios como obrera cristiana. Debe auxiliar verdaderamente a su esposo, ayudándole en su trabajo, perfeccionando su intelecto y contribuyendo a dar el mensaje. Está abierto el camino para que mujeres humildes, y consagradas, dignificadas por la gracia de Cristo, visiten a los que necesitan ayuda e impartan luz a las almas desalentadas. Pueden elevar 152 a los postrados, orar con ellos y conducirlos a Cristo. Las personas tales no deben dedicar su tiempo y fuerza a un impotente niño que requiere constante cuidado y atención. No debe atarse así voluntariamente las manos.*

Ofrézcanse hogares a huérfanos y desamparados.
En la medida en que podáis hacerlo, dad hogar a los que no tienen. Esté cada uno listo para ayudar en esta obra. El Señor dijo a Pedro: "Apacienta mis corderos". Esta orden nos es dirigida, y abriendo nuestros hogares a los huérfanos, contribuimos a que se cumpla. No permitamos que Jesús se chasquee con nosotros.
Tomemos estos niños y presentémoslos a Dios como una ofrenda fragante. Pidamos su bendición sobre ellos, y luego amoldémoslos de acuerdo a la orden de Cristo. ¿Aceptará nuestro pueblo este santo cometido?**
Una prueba para el pueblo de Dios.

Años ha, se me mostró que el pueblo de Dios sería probado acerca de este asunto de crear hogares para los que no los tienen; que muchos quedarían en tales condiciones al creer la verdad. La oposición y la persecución privarían de sus hogares a los creyentes y a quienes conservasen los suyos les incumbiría el deber de abrir ampliamente su puerta a los tales. Más recientemente se me ha mostrado que, con respecto a este asunto, Dios probaría a quienes profesan ser su pueblo. Por causa nuestra Cristo se hizo pobre para que por su pobreza fuésemos enriquecidos. Hizo un sacrificio para proveer hogar a los peregrinos y extranjeros del mundo que buscan una patria mejor, a saber la celestial.* 153

26. El Legado de los Padres a los Hijos
La ley de la herencia.-
La condición física y mental de los padres se perpetua en su posteridad. Este es un asunto que no se considera debidamente. Cuando quiera que los hábitos de los padres contraríen las leyes físicas, el daño que se infligen a sí mismos se repetirá en las generaciones futuras....

Mediante la cultura física, mental y moral todos pueden llegar a ser colaboradores de Cristo. Muchísimo depende de los padres. A ellos les toca decidir si traerán al mundo hijos que serán una bendición o una maldición.*

Cuanto más nobles sean los propósitos que animen a los padres, cuanto más elevadas sus dotes intelectuales y morales, cuanto más desarrolladas sus facultades físicas, mejor será el equipo que para la vida den a sus hijos. Cultivando en si mismos las mejores prendas, los padres influyen en la formación de la sociedad de mañana y en el ennoblecimiento de las futuras generaciones.*

Muchos padres son lamentablemente ignorantes.-
Los que han sido encargados de la propiedad de Dios, constituida por las almas y los cuerpos de los niños formados a su imagen, deben erigir barreras contra la sensualidad de esta épocas que está arruinando la salud física y moral de millares. Si se pudiera remontar a la verdadera causa de muchos crímenes cometidos en esta época, se vería que de ellos es responsable la ignorancia de padres y madres indiferentes al respecto. A 154 esta lamentable ignorancia se sacrifica la salud y la vida misma. Padres, si no dais a vuestros hijos la educación que Dios os impone darles por precepto y ejemplo, tendréis que responder a Dios por los resultados. Estos no se limitarán a vuestros hijos. Se extenderán a través de generaciones. Así como un cardo que se deja crecer en el campo produce una cosecha de su especie, los pecados resultantes de vuestra negligencia obrarán para arruinar a quienes caigan dentro de la esfera de su influencia.*

Los males de la intemperancia se perpetúan.-
La glotonería y el consumo de vino corrompen la sangre, inflaman las pasiones y producen enfermedades de todas clases. Pero el mal no termina allí. Los padres legan enfermedades a sus hijos. Por lo general, todo hombre intemperante que engendra hijos les transmite sus inclinaciones y malas tendencias, así como la enfermedad de su propia sangre inflamada y corrompida. El libertinaje, la enfermedad y la idiotez se traspasan como herencia miserable de padre a hijo y de generación a generación; y esto produce angustia y sufrimiento en el mundo, pues viene a ser una repetición de la caída del hombre. . . .

Sin embargo, sin reflexionar ni preocuparse por ello, los hombres y las mujeres de la generación actual se entregan a la intemperancia al cometer excesos en el comer y emborracharse, y por ello dejan a la siguiente generación un legado de enfermedades, intelectos debilitados y una moralidad contaminada.*

Motivos por redoblar la comprensión y paciencia.-
Los padres y las madres pueden estudiar su propio carácter en sus hijos. A menudo pueden leer lecciones humillantes cuando ven sus propias imperfecciones reproducidas en sus hijos e hijas. Mientras procuran reprimir y corregir en sus hijos las tendencias hereditarias al mal, los padres deben pedir la ayuda de una doble dosis de paciencia, perseverancia y amor.* 155

Cuando un hijo revela los rasgos malos que heredó de sus padres, ¿deben éstos airarse por esta reproducción de sus propios defectos? De ninguna manera. Ejerzan los padres una vigilancia cuidadosa sobre sí mismos, precaviéndose contra toda tosquedad y rudeza, no sea que estos defectos se vuelvan a ver en sus hijos.*

Manifestad la mansedumbre y amabilidad de Cristo al tratar con los pequeñuelos rebeldes. Tened siempre presente que recibieron su perversidad como herencia de su padre o de su madre. Tened por tanto paciencia con los niños que heredaron vuestros propios rasgos de carácter. Los padres deben confiar implícitamente en el poder de Cristo para transformar las tendencias al mal que fueron transmitidas a sus hijos.*

Tened paciencia, padres y madres. Con frecuencia, vuestra negligencia pasada dificultará vuestra obra; pero Dios os dará fuerza si queréis confiar en él. Obrad sabia y tiernamente con vuestros hijos.* 156


(El Hogar Cristiano de E. G. de White)

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