martes, 21 de junio de 2011

SECCIÓN V. “ACERCA DEL ALTAR MATRIMONIAL” EL HOGAR CRISTIANO. (EGW).


15. Promesas Solemnes
Propósito de Dios para ambos esposos.-
Con una parte del hombre Dios hizo a una mujer, a fin de que fuese ayuda idónea para él, alguien que fuese una con él, que le alegrase, le alentase y bendijese, mientras que él a su vez fuese su fuerte auxiliador. Todos los que contraen relaciones matrimoniales con un propósito santo -el esposo para obtener los afectos puros del corazón de una mujer, y ella para suavizar, mejorar y completar el carácter de su esposo- cumplen el propósito de Dios para con ellos.

Cristo no vino para destruir esa institución, sino para devolverle su santidad y elevación originales. Vino para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, y comenzó su obra sancionando la relación matrimonial.*
El que creó a Eva para que fuese compañera de Adán realizó su primer milagro en una boda. En la sala donde los amigos y parientes se regocijaban, Cristo principió su ministerio público. Con su presencia sancionó el matrimonio, reconociéndolo como institución que él mismo había fundado. Había dispuesto que hombres y mujeres se unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros de la familia celestial.*

Jesús quiere matrimonios felices.-
El amor divino que emana de Cristo no destruye el amor humano, sino que lo 85 incluye. Lo refina y purifica; lo eleva y lo ennoblece. El amor humano no puede llevar su precioso fruto antes de estar unido con la naturaleza divina y dirigido en su crecimiento hacia el cielo. Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices.*
Como todos los otros buenos dones confiados por Dios a la custodia de la humanidad, el casamiento fue pervertido por el pecado; pero es propósito del Evangelio devolverle su pureza y belleza....
La gracia de Cristo es lo único que puede hacer de esta institución lo que Dios quiso que fuera: un medio de bendecir y elevar a la humanidad. Así pueden las familias de la tierra, en su unidad, paz y amor, representar la familia del cielo.

La condición de la sociedad ofrece un triste comentario acerca del ideal que tiene el Cielo para esta relación sagrada. Sin embargo, aun a aquellos que encontraron amargura y chasco donde habían esperado obtener compañerismo y gozo, el Evangelio de Cristo ofrece solaz.*

Una ocasión de gozo.-
Las Escrituras declaran que Jesús y sus discípulos fueron invitados a esta boda [de Caná]. Cristo no dio a los cristianos autorización para decir al ser invitados a una boda: No debiéramos asistir a una ocasión de tanto gozo. Al asistir a aquel banquete Cristo enseñó que quiere vernos regocijarnos con los que se regocijan en la observancia de sus estatutos. Nunca desaprobó las fiestas inocentes de la humanidad cuando se celebraban de acuerdo con las leyes del Cielo. Es correcto que quienes siguen a Cristo asistan a una fiesta que él honró con su presencia. Después de participar de aquel banquete, Cristo asistió a muchos otros y los santificó por su presencia e instrucción.*

La prodigalidad, la ostentación y la hilaridad no son apropiadas para las bodas.-
Las ceremonias matrimoniales se truecan en ocasiones ostentosas, en las que hay prodigalidad y búsqueda de placeres. Pero si las partes contratantes 86 concuerdan en sus creencias y prácticas religiosas, si todo se hace en, forma consecuente y la ceremonia se realiza sin ostentación ni despilfarro, la boda no desagradará a Dios. No hay motivo por hacer mucha ostentación, aun cuando las partes contratantes se correspondan perfectamente.*

Siempre me ha parecido impropio que la ceremonia del matrimonio vaya asociada con mucha hilaridad, algazara y simulación. No debe ser así. Es un rito ordenado por Dios, que debe considerarse con la mayor solemnidad. Cuando se establece una relación familiar aquí en la tierra, debe ser una demostración de lo que será la familia en el cielo. Se ha de dar siempre el primer lugar a la gloria de Dios.*

Una boda en la casa de la Sra. de White.-
Más o menos a las once de la mañana el martes, nuestro amplio comedor quedó preparado para la ceremonia de la boda. En ella ofició el Hno. P., y todo fue muy bien. Se solicitó . . . que la Hna. White ofreciese la oración después de la ceremonia. El Señor me dio una libertad especial. Mi corazón fue enternecido y subyugado por el Espíritu de Dios. En esa ocasión no hubo bromas livianas ni dichos insensatos. Todo lo relacionado con este casamiento fue solemne y sagrado. Todo fue de carácter elevador e impresionó profundamente. El Señor santificó esa boda, y los dos cónyuges unan ahora sus intereses para trabajar en el campo misionero, para buscar y salvar a los perdidos. Dios los bendecirá en su obra si andan humildemente con él, apoyándose de lleno en sus promesas.*

La fusión de dos vidas*.-
Este es un momento importante en la historia de las personas que han estado delante de Vds. para unir sus intereses, sus simpatías, su amor y sus labores en el ministerio destinado a salvar las almas. En la relación matrimonial se da un paso muy importante: la fusión de dos 87 vidas en una.... Concuerda con la voluntad de Dios que el hombre y su esposa estén unidos en su obra, para realizarla con integridad y santidad. Y ellos pueden hacerlo.

La bendición de Dios en el hogar donde existe esta unión es como la luz del sol que proviene del cielo, porque la voluntad de Dios ordenó que el hombre y su esposa estén unidos por los santos lazos del matrimonio, bajo el gobierno de Jesucristo y la dirección de su Espíritu....

Dios quiere que el hogar sea el lugar más feliz de la tierra, el mismo símbolo del hogar celestial. Mientras llevan las responsabilidades matrimoniales en el hogar, y vinculan sus intereses con Jesucristo, apoyándose en su brazo y en la seguridad de sus promesas, ambos esposos pueden compartir en esta unión una felicidad que los ángeles de Dios elogian.

El casamiento no, reduce su utilidad, sino que la refuerza. Pueden hacer de su vida matrimonial un ministerio destinado a ganar almas para Cristo; y yo sé de qué estoy hablando porque mi esposo y yo estuvimos unidos durante treinta y seis años y fuimos a cualquier parte que el Señor nos mandase ir. Sabemos al respecto que la relación matrimonial recibe el elogio de Dios. Es por lo tanto un rito solemne.... En esta ocasión puedo tomar de la mano a este hermano nuestro; ... y también la de su esposa, e instamos a ambos a que prosigan unidos en la obra de Dios. Quiero decirles: Haced de Dios vuestro consejero. Unid vuestras personalidades.*

Consejos a una pareja recién casada.-
Estimado hermano y estimada hermana: Acabáis de uniros para toda la vida. Empieza vuestra educación en la vida marital. El primer año de la vida conyugal es un año de experiencia, en el cual marido y mujer aprenden a conocer sus diferentes rasgos de carácter, como en la escuela un niño aprende su lección. No permitáis, pues, que se escriban durante ese primer año de vuestro matrimonio, capítulos que mutilen vuestra felicidad futura.... 88

Hermano mío, el tiempo, las fuerzas y la felicidad de su esposa están ahora ligados a los suyos. Su influencia sobre ella puede ser sabor de vida para vida o sabor de muerte para muerte. Cuide de no echarle a perder la vida. Hermana mía, Vd. debe ahora tomar sus primeras lecciones prácticas acerca de sus responsabilidades como esposa. No deje de aprender fielmente estas lecciones día tras día.... Vele constantemente para no abandonarse al egoísmo.

En vuestra unión para toda la vida, vuestros afectos deben contribuir a vuestra felicidad mutua. Cada uno debe velar por la felicidad del otro. Tal es la voluntad de Dios para con vosotros. Mas aunque debéis confundiros hasta ser uno, ni el uno ni el otro debe perder su Individualidad. Dios es quien posee vuestra individualidad; y a él debéis preguntar: ¿Qué es bueno? ¿qué es malo? y ¿cómo puedo alcanzar mejor el blanco de mi existencia?*

Un voto tomado ante testigos celestiales.-
Dios ordenó que hubiese perfecto amor y entre los que asumen la relación matrimonial. Comprométanse los novios, en presencia del universo celestial, a amarse mutuamente como Dios ordenó que se amen.... La esposa ha de respetar y reverenciar a su esposo, y el esposo ha de amar y proteger a su esposa.*
Al comenzar la vida conyugal, tanto los hombres como las mujeres deben consagrarse de nuevo a Dios.*
Sea Vd. tan fiel a sus votos matrimoniales que se niegue, tanto en el pensamiento como por palabras o acciones, a mancillar su caso de hombre que teme a Dios y acata sus mandamientos.* 90

16. Una Asociación Feliz
Destinada a durar toda la vida.-
Para comprender lo que es en verdad el matrimonio, se requiere toda una vida. Los que se casan ingresan en una escuela en la cual no acabarán nunca sus estudios. Por mucho cuidado y prudencia con que se haya contraído el matrimonio, pocas son las parejas que hayan llegado a la perfecta unidad al realizarse la ceremonia del casamiento. La unión verdadera de ambos cónyuges es obra de los años subsiguientes.*

Cuando la pareja recién casada afronta la vida con sus cargas de perplejidades y cuidados, desaparece el aspecto romántico con que la imaginación suele tan a menudo revestir el matrimonio. Marido y mujer aprenden entonces a conocerse como no podían hacerlo antes de unirse. Este es el período más crítico de su experiencia. La felicidad y utilidad de toda su vida ulterior dependen de que asuman en ese momento una actitud correcta. Muchas veces cada uno descubre en el otro flaquezas y defectos que no sospechaban; pero los corazones unidos por el amor notarán también cualidades desconocidas hasta entonces. Procuren todos descubrir las virtudes más bien que los defectos. Muchas veces, nuestra propia actitud y la atmósfera que nos rodea determinan lo que se nos revelará en otra persona.*

El amor debe ser probado.-
Vuestro afecto podrá ser tan claro como el cristal, arrobador en su pureza, y sin embargo, podría ser superficial por no haber sido probado. Dad a 91 Cristo, en todas las cosas, el lugar primero, el último y el mejor. Contempladle constantemente, y vuestro amor por él, en la medida en que sea probado, se hará cada día más profundo y mas fuerte. Y a medida que crezca vuestro amor por él, vuestro amor mutuo aumentará también en fuerza y profundidad.*

Aunque se susciten dificultades, congojas y desalientos, no abriguen jamás ni el marido ni la mujer el pensamiento de que su unión es un error o una decepción. Resuélvase cada uno de ellos a ser para el otro cuanto le sea posible. Sigan teniendo uno para con otro los miramientos que se tenían al principio. Aliéntense uno a otro en las luchas de la vida. Procure cada uno favorecer la felicidad del otro. Haya entre ellos amor mutuo y sopórtense uno a otro. Entonces el casamiento, en vez de ser la terminación del amor, será más bien su verdadero comienzo. El calor de la verdadera amistad, el amor que une un corazón al otro, es sabor anticipado de los goces del cielo. Todos deben cultivar la paciencia practicándola. Al ser uno bondadoso y tolerante, puede mantener ardiente el amor en el corazón, y se desarrollarán en él cualidades que el Cielo aprobará.*

El enemigo procurará separarlos.-
Satanás está siempre listo para obtener ventajas cuando se presenta cualquier divergencia, y al influir sobre los rasgos de carácter censurables hereditarios que haya, en el esposo o la esposa, procurará enajenar a quienes unieron sus intereses en un pacto solemne delante de Dios. Por sus votos matrimoniales prometieron ser como uno solo, al convenir la esposa en amar y obedecer a su esposo, y éste en amarla a ella y protegerla. Si ambos obedecen a la ley de Dios, el demonio de la disensión se mantendrá alejado de la familia, y no habrá división de intereses, ni se permitirá enajenamiento alguno de los afectos.*

Consejos a una pareja de voluntad fuerte.-
Ninguno de 92 los dos debe tratar de dominar. El Señor ha presentado los principios que deben guiarnos. El esposo debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. La mujer debe respetar y amar a su marido. Ambos deben cultivar un espíritu de bondad, y estar bien resueltos a nunca perjudicarse ni causarse pena el uno al otro.... No tratéis de constreñiros el uno al otro. No podéis obrar así y conservar vuestro amor recíproco. Las manifestaciones de la propia voluntad destruyen la paz y la felicidad de la familia. No dejéis penetrar el desacuerdo en vuestra vida conyugal. De lo contrario seréis desdichados ambos. Sed amables en vuestras palabras y bondadosos en vuestras acciones; renunciad a vuestros deseos personales. Vigilad vuestras palabras, porque ellas ejercen una influencia considerable para bien o para mal. No dejéis traslucir irritación en la voz, mas poned en vuestra vida el dulce perfume de la semejanza de Cristo.8

Expresen el amor en palabras y hechos.-
Son muchos los que consideran la manifestación del amor como una debilidad, y permanecen en tal retraimiento que repelen a los demás. Este espíritu paraliza las corrientes de simpatía. Al ser reprimidos, los impulsos de sociabilidad y generosidad se marchitan y el corazón se vuelve desolado y frío. Debemos guardarnos de este error. El amor no puede durar mucho si no se le da expresión. No permitáis que el corazón de quienes os acompañen se agoste por falta de bondad y simpatía de parte vuestra....
Ame cada uno de ellos al otro antes de exigir que el otro le ame. Cultive lo más noble que haya en sí y esté pronto a reconocer las buenas cualidades del otro. El saberse apreciado es un admirable estímulo y motivo de satisfacción. La simpatía y el respeto alientan el esfuerzo por alcanzar la excelencia y el amor aumenta al estimular la persecución de fines cada vez más nobles.* 93

a razón por la cual hay en nuestro mundo tantos hombres y mujeres de corazón duro estriba en que el afecto verdadero se ha considerado como debilidad y se lo ha desalentado y reprimido. La parte mejor de la naturaleza de esas personas fue pervertida y atrofiada en la infancia; y a menos que los rayos de la luz divina puedan derretir su frialdad y el egoísmo de su duro corazón, la felicidad de los tales queda sepultada para siempre. Si queremos tener un corazón tierno, como lo tuvo Jesús cuando estuvo en la tierra, y una simpatía santificada como la que sienten los ángeles hacia los mortales pecaminosos, debemos cultivar las simpatías de la infancia, que son la sencillez misma. Entonces seremos refinados, elevados y dirigidos por los principios celestiales.*

Demasiadas congojas y cargas se introducen en nuestras familias, y se alberga muy poca sencillez natural, paz y felicidad. Debiera haber menos interés por lo que diga el mundo exterior y prestarse más atención reflexiva a los miembros del círculo familiar. Debiera haber menos ostentación y afectación de urbanidad mundana entre los miembros de la familia, y mucho más amor, ternura, alegría y cortesía cristiana. Muchos necesitan aprender a hacer del hogar un lugar atractivo y placentero. Los corazones agradecidos y las miradas bondadosas son de más valor que las riquezas y el lujo, y el contentarse con cosas sencillas hará feliz el hogar si en él hay amor.*

Las pequeñas atenciones valen mucho.-
Dios nos prueba por los sucesos comunes de la vida. Son las cosas pequeñas las que revelan lo más recóndito del corazón. Son las pequeñas atenciones, los numerosos incidentes cotidianos y las sencillas cortesías, las que constituyen la suma de la felicidad en la vida; y el descuido manifestado al no pronunciar palabras bondadosas, afectuosas y alentadoras ni poner en práctica las pequeñas cortesías, es lo que contribuye a formar la suma de la miseria de la vida. Se encontrará al fin que el haberse 94 negado a si mismo para bien y felicidad de los que nos rodean, constituye una gran parte de lo que se registra en el cielo acerca de la vida. Se revelará también el hecho de que el preocuparse de sí mismo, sin tener en cuenta el bien o la felicidad de los demás, no deja de ser notado por nuestro Padre celestial.*

Un esposo que callaba sus afectos.-
Una casa donde reina el amor y se expresa en palabras, miradas y actos es un lugar donde los ángeles se deleitan en manifestar su presencia y en santificar el escenario con rayos luminosos de gloria. Allí los humildes deberes domésticos tienen un encanto propio. En tales circunstancias ninguno de los deberes de la vida resultará desagradable para su esposa. Los cumplirá con espíritu alegre y será ella como un rayo de sol para cuantos la rodeen, y en su corazón cantará melodías al Señor. Actualmente considera que no posee los afectos de su corazón. Vd. le ha dado ocasión de pensar así. Cumple los deberes necesarios que le incumben como cabeza de la familia, pero le falta algo. Carece seriamente de la preciosa influencia del amor que induce a prestar atenciones bondadosas. El amor debe verse en las miradas y los modales, y debe oírse en los tonos de la voz.*

Una esposa reconcentrada en sí misma.-
El carácter moral de los que están unidos en matrimonio queda elevado, o degradado por la relación que sostienen uno con el otro; y la degradación efectuada por una naturaleza ingobernable, baja, engañosa y egoísta comienza poco después de la ceremonia matrimonial. Si el joven hace una elección sabia, tendrá a su lado a alguien que llevará lo mejor que pueda su parte de las cargas de la vida, una persona que le ennoblecerá y refinará, y le hará feliz en su amor. Pero si la esposa es caprichosa, admiradora de si misma, exigente, acusadora, y atribuye a su esposo motivos y sentimientos que parten tan sólo de su propio temperamento pervertido; si en vez de 95 manifestar discernimiento y delicadeza para reconocer y apreciar el amor que él le tiene, ella habla de negligencia y falta de amor porque él no satisface cada uno de sus caprichos, provocará casi inevitablemente aquello mismo que parece deplorar; hará realidades de todas esas acusaciones.*

Características de una buena compañera y madre.-
En vez de sumirse en una simple rutina de faenas domésticas, encuentre la esposa y madre de familia tiempo para leer, para mantenerse bien informada, para ser compañera de su marido y para seguir de cerca el desarrollo de la inteligencia de sus hijos. Aproveche sabiamente las oportunidades presentes para influir en sus amados de modo que los encamine hacia la vida superior. Haga del querido Salvador su compañero diario y su amigo familiar. Dedique algo de tiempo al estudio de la Palabra de Dios, a pasear con sus hijos por el campo y a aprender de Dios por la contemplación de sus hermosas obras.

Consérvese alegre y animada. En vez de consagrar todo momento a interminables costuras, haga de la velada de familia una ocasión de grata sociabilidad, una reunión de familia después de las labores del día. Un proceder tal induciría a muchos hombres a preferir la sociedad de los suyos en casa a la del casino o de la taberna. Muchos muchachos serían guardados del peligro de la calle o de la tienda de comestibles de la esquina. Muchas niñas evitarían las compañías frívolas y seductoras. La influencia del hogar llegaría a ser entonces para padres e hijos lo que Dios se propuso que fuera, es decir, una bendición para toda la vida.*

La vida matrimonial no es sólo romántica; tiene sus dificultades verdaderas y sus detalles prosaicos. La esposa no debe considerarse una muñeca a la que se debe mimar, sino como una mujer; una persona que pondrá el hombro bajo cargas reales, no imaginarias, y llevará una vida comprensiva y reflexiva, teniendo en cuenta que hay, además de ella misma, 96 otras cosas en que pensar. . . . La vida real tiene sus sombras y pesares. A cada alma le tocan aflicciones. Satanás obra constantemente para alterar la fe de cada uno, y para destruir su valor y esperanza.*

Consejos a una pareja desdichada.-
Su vida matrimonial se ha asemejado mucho a un desierto, con tan sólo muy pocos parajes verdes que recordar con agradecimiento. No era necesario que fuese así. Es tan difícil que haya amor sin que se revele en actos exteriores como lo es que el fuego siga ardiendo sin combustible. Vd., Hno. C., consideró que era rebajar su dignidad manifestar ternura mediante actos de bondad y buscar oportunidades para revelar afecto hacia su esposa mediante palabras de ternura y bondadosa atención. Vd. es inconstante en sus sentimientos y se deja afectar profundamente por las circunstancias en derredor suyo. . . . Abandone las preocupaciones de sus negocios, así como las perplejidades y molestias inherentes a ellos, cuando deja el lugar donde, los atiende. Preséntese a su familia con semblante alegre, con simpatía, ternura y amor. Esto será mejor que gastar dinero en medicinas y médicos para su esposa. Representará salud para el cuerpo y fuerza para el alma. Vds. han vivido miserablemente. Ambos habéis contribuido a ello. Esta miseria no agrada a Dios; Vds. se la han acarreado por su falta de dominio propio.

Vds. permiten que sus sentimientos los dominen. Vd., Hno. C., piensa que manifestar amor y hablar bondadosa y afectuosamente es rebajar su dignidad. Considera que todas esas palabras tiernas saben a blandura y debilidad, y que son innecesarias. Pero en su lugar deja oír palabras de irritación, discordia, contienda y censura....

Vd. no posee los elementos de un espíritu contento. Se espacia en sus dificultades; arrostra necesidades y pobreza imaginarias; se siente afligido, angustiado y atormentado; su cerebro parece arder, su ánimo está deprimido. No alberga 97 amor a Dios ni gratitud en su corazón por todas las bendiciones que le ha otorgado su bondadoso Padre celestial. Sólo ve las incomodidades de la vida. Una locura mundana le encierra como entre densas nubes de tinieblas. Satanás se regocija porque Vd. se siente desgraciado cuando tiene a su disposición la paz y la dicha.*

Recompensa de la tolerancia y el amor mutuos.-
Sin tolerancia y amor mutuos ningún poder de esta tierra puede mantenerla a Vd. ni a su marido en los lazos de la unidad cristiana. El compañerismo de ambos en el matrimonio debiera ser estrecho, tierno, santo y elevado, e infundir poder espiritual a su vida, para que pudiesen ser el uno para el otro todo lo que la Palabra de Dios requiere. Cuando lleguen a la condición que Dios quiere verles alcanzar, hallarán el cielo aquí y a Dios en su vida.*

Recordad, hermanos míos, que Dios es amor, y que por su gracia podéis llegar a haceros mutuamente felices, según lo prometisteis en ocasión de vuestro matrimonio. Hombres y mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios les señala si aceptan la ayuda de Cristo. Lo que la humana sabiduría no puede lograr, la gracia de Dios lo hará en quienes se entregan a él con amor y confianza. Su providencia puede unir los corazones con lazos de origen celestial. El amor no será tan sólo un intercambio de palabras dulces y aduladoras. El telar del cielo teje con urdimbre y trama más finas, pero más firmes que las de los telares de esta tierra. Su producto no es una tela endeble, sino un tejido capaz de resistir cualquiera prueba, por dura que sea. El corazón quedará unido al corazón con los áureos lazos de un amor perdurable.*99

I7. Obligaciones Mutuas
Cada uno tiene responsabilidades.-
Las dos personas que unen su interés en la vida tendrán distintas características y responsabilidades individuales. Cada uno tendrá su trabajo, pero no se ha de valorar a las mujeres por el trabajo que puedan hacer como se estiman las bestias de carga. La esposa ha de agraciar el círculo familiar como esposa y compañera de un esposo sabio. A cada paso debe ella preguntarse: "¿Es ésta la norma de la verdadera femineidad?" y: "¿Cómo haré para que mi influencia sea como la de Cristo en mi hogar?" El marido debe dejar saber a su esposa que él aprecia su trabajo.*

La esposa ha de respetar a su marido. El ha de amar y apreciarla a ella: y así como los une el voto matrimonial, su creencia en Cristo debe hacerlos uno en él. ¿Qué podría agradar más a Dios que el ver a los que contraen matrimonio procurar juntos aprender de Jesús y llegar a compenetrarse cada vez más de su Espíritu?*

Tenéis ahora deberes que cumplir que no existían para vosotros antes de vuestro matrimonio. "Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de tolerancia." Examinad con cuidado las instrucciones siguientes: "Andad en amor, como también Cristo nos amó.... Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia.... Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, 100 amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella."*

Instrucciones de Dios a Eva.-
A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y el Señor dijo: "A tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti." En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre hubieran estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía podían mantenerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la primera en pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero, contrariando la instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y ahora ella fue puesta en sujeción a su marido. Si los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido apreciados por la humanidad caída, esta sentencia, aunque era consecuencia del pecado, hubiera resultado en bendición para ellos; pero el abuso de parte del hombre de la supremacía que se le dio, a menudo ha hecho muy amarga la suerte de la mujer y ha convertido su vida en una carga.

Junto a su esposo, Eva había sido perfectamente feliz en su hogar edénico; pero, a semejanza de las inquietas Evas modernas, se lisonjeaba con ascender a una esfera superior a la que Dios le había designado. En su afán de subir más allá de su posición original, descendió a un nivel más bajo. Resultado similar alcanzarán las mujeres que no están dispuestas a cumplir alegremente los deberes de, su vida de acuerdo al plan de Dios.*

Esposas, someteos; maridos, amad.-
A menudo se pregunta: "¿Debe una esposa no tener voluntad propia?" La Biblia dice claramente que el esposo es el jefe de la familia. "Casadas, estad sujetas a vuestros maridos." Si la orden terminase así, podríamos decir que nada de envidiable tiene la posición de la esposa; es muy dura y penosa en muchos casos, y sería 101 mejor que se realizasen menos casamientos. Muchos maridos no leen más allá que "estad sujetas," pero debemos leer la conclusión de la orden, que es: "Como conviene en el Señor."

Dios requiere que la esposa recuerde siempre el temor y la gloria de Dios. La sumisión completa que debe hacer es al Señor Jesucristo, quien la compró como hija suya con el precio infinito de su vida. Dios le dio a ella una conciencia, que no puede violar con impunidad. Su individualidad no puede desaparecer en la de su marido, porque ha sido comprada por Cristo. Es un error imaginarse que en todo debe hacer con ciega devoción exactamente como dice su esposo, cuando sabe que al obrar así han de sufrir perjuicio su cuerpo y su espíritu, que han sido redimidos de la esclavitud satánica. Uno hay que supera al marido para la esposa; es su Redentor, y la sumisión que debe rendir a su esposo debe ser, según Dios lo indicó, "como conviene en el Señor."

Cuando los maridos exigen de sus esposas una sumisión completa, declarando que las mujeres no tienen voz ni voluntad en la familia, sino que deben permanecer sujetas en absoluto, colocan a sus esposas en una condición contraria a la que les asigna la Escritura. Al interpretar ésta así, atropellan el propósito de la institución matrimonial. Recurren a esta interpretación simplemente para poder gobernar arbitrariamente, cosa que no es su prerrogativa. Y más adelante leemos: "Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis desapacibles con ellas." ¿Por qué habría de ser un marido desapacible con su esposa? Si descubre que ella yerra y está llena de defectos, un espíritu de amargura no remediará el mal.*

Sujetas tan sólo a esposos que se someten a Cristo.-
Muchos maridos, en su trato con sus esposas, no han representado correctamente al Señor Jesucristo en su relación con la iglesia, porque no andan en el camino del Señor. Declaran que sus esposas han de someterse en todo a ellos. Pero no era designio de Dios que el marido ejerciese dominio como jefe de la casa 102 cuando él mismo no se somete a Cristo. Debe estar bajo el gobierno de Cristo para representar la relación de éste con la iglesia. Si es tosco, rudo, turbulento, egotista, duro e intolerante, no diga nunca que el marido es cabeza de la esposa y que ella debe sometérsele en todo; porque él no es el Señor, no es el marido en el verdadero significado del término....

Los maridos deben estudiar el modelo y procurar saber lo que significa el símbolo presentado en la epístola a los efesios, la relación que sostiene Cristo con su iglesia. En su familia, el esposo ha de ser como el Salvador. ¿Se destacará él en la noble virilidad que Dios le dio, y procurará siempre elevar a su esposa y a sus hijos? ¿Alentará en derredor suyo una atmósfera pura y dulce? Mientras asevera sus derechos a ejercer la autoridad, ¿no cultivará tan asiduamente el amor de Jesús, para hacer de él un principio permanente que rija su hogar?

Procure cada esposo y padre comprender las palabras de Cristo, no en forma unilateral, espaciándose simplemente en la sujeción de la esposa a su marido, sino considerando a la luz de la cruz del Calvario su propia posición en el círculo de la familia. "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a si mismo por ella, para santificarla limpiándola en el lavacro del agua por la palabra." Jesús se dio a si mismo para morir en la cruz a fin de poder limpiarnos y guardarnos de todo pecado y contaminación por la influencia del Espíritu Santo.*

La tolerancia mutua es necesaria.-
Debemos tener el Espíritu de Dios, o no podremos tener armonía en el hogar. Si la esposa tiene el espíritu de Cristo, será cuidadosa en lo que respecta a sus palabras; dominará su genio, será sumisa y sin embargo no se considerará esclava, sino compañera de su esposo. Si éste es siervo de Dios, no se enseñoreará de ella; no será arbitrario ni exigente. No podemos estimar en demasía los afectos del hogar; porque si el Espíritu del Señor mora 103 allí, el hogar es un símbolo del cielo.... Si uno yerra, el otro ejercerá tolerancia cristiana y no se retraerá con frialdad.*

Ni el marido ni la mujer deben pensar en ejercer gobierno arbitrario uno sobre otro. No intentéis imponer vuestros deseos uno a otro. No podéis hacer esto y conservar el amor mutuo. Sed bondadosos, pacientes, indulgentes, considerados y corteses. Mediante la gracia de Dios podéis haceros felices el uno al otro, tal como lo prometisteis al casaros.*

Cada uno ceda de buen grado.-
A veces en la vida matrimonial hombres y mujeres obran como niños indisciplinados y perversos. El marido quiere salir con la suya y ella quiere que se haga su voluntad, y ni uno ni otro quiere ceder. Una situación tal no puede sino producir la mayor desdicha. Ambos debieran estar dispuestos a renunciar a su voluntad u opinión. No pueden ser felices mientras ambos persisten en obrar como les agrade.*

A menos que hombres y mujeres hayan aprendido de Cristo a ser mansos y humildes, revelarán el espíritu impulsivo e irracional que tan a menudo se ve en los niños. Los fuertes e indisciplinados procurarán gobernar. Los tales necesitan estudiar las palabras de Pablo: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensa como niño, juzgaba como niño, mas cuando fui hombre hecho, dejé lo que era de niño."*

Arreglo de dificultades en la familia.-
Si ambos esposos no sometieron su corazón a Dios es asunto difícil arreglar las dificultades familiares, aun cuando ellos procuren hacerlo con justicia en lo que respecta a sus diversos deberes. ¿Cómo pueden los esposos dividir los intereses de su vida hogareña y seguir manifestándose amante confianza? Debieran tener un interés unido en todo lo que concierne al hogar y si la esposa es cristiana aunará su interés con el de su esposo como compañero suyo; porque el marido debe ocupar el lugar de jefe de la familia.*

Consejos a familias en discordia.-
Su espíritu no es correcto. 104 Cuando Vd. decide algo, no pesa bien el asunto ni considera lo que será el efecto si se aferra a sus opiniones y en forma independiente las entreteje con sus oraciones y su conversación, cuando sabe que su esposa no opina como Vd. En vez de respetar los sentimientos de su esposa y evitar cuidadosamente, como caballero, los temas acerca de los cuales Vds. difieren, ha insistido en espaciarse en los puntos dudosos y en expresar sus opiniones sin consideración para quienes le rodeaban. Le ha parecido que los demás no tenían derecho a no ver las cosas como Vd. El árbol cristiano no produce tales frutos.*

Hermano mío, hermana mía, abrid la puerta del corazón para recibir a Jesús. Invitadle a entrar en el templo del alma. Ayudaos mutuamente a vencer los obstáculos que se encuentran en la vida matrimonial de todos. Arrostraréis un fiero combate para vencer a vuestro adversario el diablo, y si queréis que Dios os ayude en la batalla, debéis estar unidos en la decisión de vencer y de mantener los labios sellados para no decir mal alguno, aun cuando hayáis de caer de rodillas y clamar: "Señor, reprime al adversario de mi alma."*

Cristo en el corazón dará unidad.-
Si se cumple la voluntad de Dios, ambos esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza. Cualquier cosa que habría de destruir la paz y la unidad de la familia debe reprimirse con firmeza, y debe fomentarse la bondad y el amor. El que manifieste un espíritu de ternura, tolerancia y cariño notará que se le recíproca con el mismo espíritu. Donde reina el Espíritu de Dios, no se hablará de incompatibilidad en la relación matrimonial. Si de veras se forma en nosotros Cristo, esperanza de gloria, habrá unión y amor en el hogar. El Cristo que more en el corazón de la esposa concordará con el Cristo que habite en el del marido. Se esforzarán juntos por llegar a las mansiones que Cristo fue a preparar para los que le aman.* 106

18. Deberes y Privilegios Conyugales
Jesús no impuso el celibato.-
Los que consideran la relación matrimonial como uno de los ritos sagrados de Dios, protegidos por su santo precepto, serán gobernados por los dictados de la razón. Jesús no impuso el celibato a clase alguna de hombres. No vino para destruir la relación sagrada del matrimonio, sino para exaltarla y devolverle su santidad original. Mira con agrado la relación familiar donde predomina el amor sagrado y abnegado.*

El matrimonio es santo y legítimo.-
En sí el comer y beber no encierra pecado, ni tampoco lo hay en casarse y darse en casamiento. Era lícito casarse en tiempo de Noé, y lo es también hora, si lo lícito se trata debidamente y no se lleva al exceso pecaminoso. Pero en días de Noé los hombres se casaban sin consultar a Dios ni procurar su dirección y consejo....

El hecho de que todas las relaciones de la vida son de índole transitoria debe ejercer una influencia modificadora sobre todo lo que hacemos y decimos. En tiempos de Noé, lo que hacía pecaminoso el casamiento delante de Dios era el amor desordenado y excesivo por lo que en sí era lícito cuando se hacía el debido uso de ello. Son muchos en esta época del mundo los que pierden su alma al dejarse absorber por los pensamientos referentes al casamiento y a la relación matrimonial.* 107

La relación matrimonial es santa, pero en esta época degenerada cubre toda clase de vileza. Se abusa de ella y esto ha llegado a ser un crimen que constituye ahora una de las señales de los postreros días, así como los matrimonios, según se realizaban antes del diluvio, eran entonces un crimen. . . . Cuando se comprendan la naturaleza sagrada y los requisitos del matrimonio, éste resultará aun ahora aprobado por el Cielo; y acarreará felicidad a ambas partes, y Dios será glorificado.*

Privilegios de la relación matrimonial.-
Los que profesan ser cristianos ... deben considerar debidamente el resultado de todo privilegio* de la relación matrimonial, y los principios santificados deben ser la base de toda acción. En muchos casos, los padres ... han abusado de sus privilegios matrimoniales, y al ceder a sus pasiones animales las han fortalecido.*

El deber de evitar los excesos.-
Llevar a los excesos lo legítimo constituye un grave pecado.* Muchos padres no obtienen el conocimiento que debieran tener en la vida matrimonial. No se cuidan de manera que Satanás no les saque ventaja ni domine su mente y su vida. No ven que Dios requiere de ellos que se guarden de todo exceso en su vida matrimonial. Pero muy pocos consideran que es un deber religioso gobernar sus pasiones. Se han unido en matrimonio con el objeto de su elección, y por lo tanto, razonan que el matrimonio santifica la satisfacción de las pasiones más bajas. Aun hombres y mujeres que profesan piedad, dan rienda suelta a sus pasiones concupiscentes, y no piensan que Dios los tiene por responsables del desgaste de la energía vital que debilita su resistencia y enerva todo el organismo.* 108

La consigna sea: Abnegación y templanza.-
¡Ojalá que pudiese hacer comprender a todos su obligación hacia Dios en cuanto a conservar en la mejor condición el organismo mental y físico, para prestar servicio perfecto a su Hacedor! Evite la esposa cristiana, tanto por sus palabras como por sus actos, excitar las pasiones animales de su esposo. Muchos no tienen fuerza que malgastar en este sentido. Desde su juventud han estado debilitando el cerebro y minando su constitución por la satisfacción de las pasiones animales. La abnegación y la temperancia debieran ser la consigna en su vida matrimonial.*

Tenemos solemnes obligaciones para con Dios en cuanto a conservar puro el espíritu y sano el cuerpo, para beneficiar a la humanidad y rendir a Dios un servicio perfecto. El apóstol nos advierte: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus concupiscencias." Nos insta a ir adelante diciéndonos que "todo aquel que lucha, de todo se abstiene." Exhorta a todos los que se llaman cristianos a que presenten sus "cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios." Dice: "Hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado."*

No es amor puro el que impulsa a un hombre a hacer de su esposa un instrumento que satisfaga su concupiscencia. Es expresión de las pasiones animales que claman por ser satisfechas. ¡Cuán pocos hombres manifiestan su amor de la manera especificada por el apóstol: "Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella [no para contaminarla, sino] para santificarla y limpiarla," para "que fuese santa y sin mancha"! Esta es la calidad del amor que en las relaciones matrimoniales Dios reconoce como santo. El amor es un principio puro y sagrado; pero la pasión concupiscente no admite restricción, no quiere que la razón le dicte órdenes ni la controle. No vislumbra las consecuencias; no quiere razonar de la causa al efecto.* 109

Por qué procura Satanás debilitar nuestro dominio propio.-
Satanás procura rebajar la norma de pureza y debilitar el dominio propio de los que contraen matrimonio, porque sabe que mientras las pasiones más bajas se intensifican las facultades morales se debilitan, y no necesita él preocuparse por el crecimiento espiritual de ellos. Sabe también que de ningún otro modo puede él estampar su propia imagen odiosa en la posteridad de ellos, y que le resulta así aun más fácil amoldar el carácter de los hijos que el de los padres.*

Resultados de los excesos.-
Hombres y mujeres, aprenderéis algún día lo que es la concupiscencia y el resultado de satisfacerla. Puede hallarse en las relaciones matrimoniales una pasión de clase tan baja como fuera de ellas.*
¿Cuál es el resultado de dar rienda suelta a las pasiones inferiores? . . . La cámara, donde debieran presidir ángeles de Dios, es mancillada por prácticas pecaminosas. Y porque impera una vergonzosa animalidad, los cuerpos se corrompen; las prácticas repugnantes provocan enfermedades repugnantes. Se hace una maldición de lo que Dios dio como bendición.*

Los excesos sexuales destruirán ciertamente el amor por los ejercicios devocionales, privarán al cerebro de la substancia necesaria para nutrir el organismo y agotarán efectivamente la vitalidad. Ninguna mujer debe ayudar a su esposo en esta obra de destrucción propia. No lo hará si ha sido iluminada al respecto y ama la verdad.

Cuanto más se satisfacen las pasiones animales, tanto más fuertes se vuelven y violentos serán los deseos de complacerlas. Comprendan su deber los hombres y mujeres que temen a Dios. Muchos cristianos profesos sufren de parálisis de los nervios y del cerebro debido a su intemperancia en este sentido.*

Los esposos han de ser considerados.-
Los maridos deben ser cuidadosos, atentos, constantes, fieles y compasivos. Deben manifestar amor y simpatía. Si cumplen las palabras de Cristo, 110 su amor no será del carácter bajo, terrenal ni sensual que los llevaría a destruir su propio cuerpo y a acarrear debilidad y enfermedad a sus esposas. No se entregarán a la complacencia de las pasiones bajas mientras repitan constantemente a sus esposas que deben estarles sujetas en todo. Cuando el marido tenga la nobleza de carácter, la pureza de corazón y la elevación mental que debe poseer todo cristiano verdadero, lo manifestará en la relación matrimonial. Si tiene el sentir de Cristo, no será destructor del cuerpo, sino que estará henchido de amor tierno y procurará alcanzar al más alto ideal en Cristo.*

Cuando se empieza a dudar.-
Ningún hombre puede amar de veras a su esposa cuando ella se somete pacientemente a ser su esclava para satisfacer sus pasiones depravadas. En su sumisión pasiva, ella pierde el valor que una vez él le atribuyó. La ve envilecida y rebajada, y pronto sospecha que se sometería con igual humildad a ser degradada por otro que no sea él mismo. Duda de su constancia y pureza, se cansa de ella y busca nuevos objetos que despierten e intensifiquen sus pasiones infernales. No tiene consideración con la ley de Dios. Estos hombres son peores que los brutos; son demonios con forma humana. No conocen los principios elevadores y ennoblecedores del amor verdadero y santificado. La esposa también llega a sentir celos del esposo, y sospecha que, si tuviese oportunidad, dirigiría sus atenciones a otra persona con tanta facilidad como a ella. Ella ve que no se rige por la conciencia ni el temor de Dios; todas estas barreras santificadas son derribadas por las pasiones concupiscentes; todas las cualidades del esposo que le asemejarían a Dios son sujetas a la concupiscencia brutal y vil.*

Las exigencias irrazonables.-
La cuestión que se ha de decidir es ésta: ¿Debe la esposa sentirse obligada a ceder implícitamente a las exigencias del esposo, cuando ve que sólo las pasiones bajas lo dominan y cuando su propio juicio y 111 razón la convencen de que al hacerlo perjudica su propio cuerpo, que Dios le ha ordenado poseer en santificación y honra y conservar como sacrificio vivo para Dios?

No es un amor puro y santo lo que induce a la esposa a satisfacer las propensiones animales de su esposo, a costa de su salud y de su vida. Si ella posee verdadero amor y sabiduría, procurará distraer su mente de la satisfacción de las pasiones concupiscentes hacia temas elevados y espirituales, espaciándose en asuntos espirituales interesantes. Tal vez sea necesario instarlo con humildad y afecto aun a riesgo de desagradarle, y hacerle comprender que no puede ella degradar su cuerpo cediendo a los excesos sexuales. Ella debe, con ternura y bondad, recordarle que Dios tiene los primeros y más altos derechos sobre todo su ser y que no puede despreciar esos derechos, porque tendrá que dar cuenta de ellos en el gran día de Dios....

Si ella elevara sus afectos, y en santificación y honra conservara su dignidad femenina refinada, podría la mujer hacer mucho para santificar a su esposo por medio de su influencia juiciosa y así cumplir su alta misión. Con ello puede salvarse a sí misma y a su esposo, y cumplir así una doble obra. En este asunto tan delicado y difícil de tratar, se necesita mucha sabiduría y paciencia, como también valor moral y fortaleza. Puede hallarse fuerza y gracia en la oración. El amor sincero ha de ser el principio que rija el corazón. El amor hacia Dios y hacia el esposo deben ser los únicos motivos que rijan la conducta....

Cuando la esposa entrega su cuerpo y su mente al dominio de su esposo, y se somete pasiva y totalmente a su voluntad en todo, sacrificando su conciencia, su dignidad y aun su identidad, pierde la oportunidad de ejercer la poderosa y benéfica influencia que debiera poseer para elevar a su esposo. Podría suavizar su carácter severo, y podría ejercer su influencia santificadora de tal modo que lo refinase y purificase, 112 induciéndole a luchar fervorosamente para gobernar sus pasiones, a ser más espiritual, a fin de que puedan participar juntos de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que impera en el mundo por la concupiscencia.

El poder de la influencia puede ser grande para inspirar a la mente temas elevados y nobles, por encima de las complacencias bajas y sensuales que procura por naturaleza el corazón que no ha sido regenerado por la gracia. Si la esposa considera que, a fin de agradar a su esposo debe rebajar sus normas, cuando la pasión animal es la base principal del amor de él y controla sus acciones, desagrada a Dios, porque deja de ejercer una influencia santificadora sobre su esposo. Si le parece que debe someterse a sus pasiones animales sin una palabra de protesta, no comprende su deber con él ni con Dios.*

Nuestro cuerpo es posesión adquirida.-
Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran por su medio. Las palabras "carne," "carnal," o "concupiscencias carnales" abarcan la naturaleza inferior y corrupta; por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos ordena que crucifiquemos la carne, con los afectos y las concupiscencias. ¿Cómo lo haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo? No, pero daremos muerte a la tentación a pecar. Debe expulsarse el pensamiento corrompido. Todo intento debe someterse al cautiverio de Jesucristo. Todas las propensiones animales deben sujetarse a las facultades superiores del alma. El amor de Dios debe reinar supremo Cristo debe ocupar un trono indiviso. Nuestros cuerpos deben ser considerados como su posesión adquirida. Los miembros del cuerpo han de llegar a ser los instrumentos de la justicia.* 114



(El Hogar Cristiano de E. G. de White)

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