miércoles, 22 de junio de 2011

SECCIÓN VI. “EL NUEVO HOGAR” EL HOGAR CRISTIANO. (EGW).


19. Donde se Establecerá el Nuevo Hogar
Principios que rigen la elección del sitio.-
Al elegir un sitio para vivir, Dios quiere que consideremos ante todo las influencias morales y religiosas que nos rodearán a nosotros y a nuestras familias. Deberíamos escoger la sociedad más favorable a nuestro progreso espiritual, y sacar provecho de toda ayuda que esté a nuestro alcance, pues Satanás pondrá muchos obstáculos a nuestro progreso hacia el cielo para hacerlo lo más difícil posible. Quizá nos hallemos en situaciones molestas, pues muchos no pueden estar en el ambiente que quisieran, pero no debemos exponernos voluntariamente a influencias desfavorables para la formación del carácter cristiano. Cuando el deber nos llama a hacer esto, deberíamos orar y velar doblemente para que, por la gracia de Cristo, nos mantengamos incorruptos.*

El Evangelio ... nos enseña a estimar las cosas en su verdadero valor, y a dedicar nuestro mayor esfuerzo a las cosas de mayor mérito, que son las que han de durar. Necesitan esta lección aquellos sobre quienes recae la responsabilidad de elegir morada. No deberían dejarse apartar del fin superior....

Sea éste el propósito que dirija la elección del punto en que se piensa fundar el hogar. No hay que dejarse llevar por el deseo de riquezas, ni por las exigencias de la moda, ni por 115 las costumbres de la sociedad. Téngase antes presente lo que más favorezca la sencillez, la pureza, la salud y el verdadero mérito....

En vez de vivir donde sólo pueden verse las obras de los hombres y donde lo que se ve y se oye sugiere a menudo malos pensamientos, donde el alboroto y la confusión producen cansancio e inquietud, id a vivir donde podáis contemplar las obras de Dios. Hallad la paz del espíritu en la belleza, quietud y solaz de la naturaleza. Descanse vuestra vista en los campos verdes, las arboledas y los collados. Mirad hacia arriba, al firmamento azul que el polvo y el humo de las ciudades no obscurecieron, y respirad el aire vigorizador del cielo.*

El primer hogar fue un modelo.-
El hogar de nuestros primeros padres había de ser un modelo para cuando sus hijos saliesen a ocupar la tierra. Ese hogar, embellecido por la misma mano de Dios, no era un suntuoso palacio. Los hombres, en su orgullo, se deleitan en tener magníficos y costosos edificios y se enorgullecen de las obras de sus propias manos; pero Dios puso a Adán en un huerto. Esta fue su morada. Los azulados cielos le servían de techo; la tierra, con sus delicadas flores y su alfombra de animado verdor, era su piso; y las ramas frondosas de los hermosos árboles le servían de dosel. Sus paredes estaban engalanadas con los adornos más esplendorosos, que eran obra de la mano del sumo Artista.

En el medio en que vivía la santa pareja, había una lección para todos los tiempos; a saber, que la verdadera felicidad se encuentra, no en dar rienda suelta al orgullo y al lujo, sino en la comunión con Dios por medio de sus obras creadas. Si los hombres pusiesen menos atención en lo superficial y cultivasen más la sencillez, cumplirían con mayor plenitud los designios que tuvo Dios al crearlos. El orgullo y la ambición jamás se satisfacen, pero aquellos que realmente son inteligentes 116 encontrarán placer verdadero y elevado en las fuentes de gozo que Dios ha puesto al alcance de todos.*

Dios eligió un hogar terrenal para su Hijo.-
Jesús vino a esta tierra para realizar la obra más importante que haya sido jamás efectuada entre los hombres. Vino como embajador de Dios para enseñarnos cómo vivir para obtener los mejores resultados de la vida. ¿Cuáles fueron las condiciones escogidas por el Padre infinito para su Hijo? Un hogar apartado en los collados de Galilea; una familia mantenida por el trabajo honrado y digno; una vida sencilla; la lucha diaria con las dificultades y penurias; la abnegación, la economía y el servicio paciente y alegre; las horas de estudio junto a su madre, con el rollo abierto de las Escrituras; la tranquilidad de la aurora o del crepúsculo en el verdeante valle; las santas actividades de la naturaleza; el estudio de la creación y la providencia, así como la comunión del alma con Dios: tales fueron las condiciones y las oportunidades que hubo en los primeros años de la vida de Jesús.*

Hogares rurales en la tierra prometida.-
En la tierra prometida, la disciplina que había principiado en el desierto continuó en circunstancias favorables a la formación de buenos hábitos. El pueblo no vivía apiñado en ciudades, sino que cada familia poseía su parcela de tierra y esto aseguraba a todos las vivificantes bendiciones de una vida pura y con forme a la naturaleza.*

Efecto del ambiente en el carácter de Juan.-
Juan el Bautista, el precursor de Cristo, recibió de sus padres su primera preparación. Pasó la mayor parte de su vida en el desierto.... Prefirió Juan dejar de lado los goces y lujos de la vida en la ciudad para someterse a la severa disciplina del desierto. Allí el ambiente era favorable para los hábitos de sencillez y abnegación. Allí, sin que le interrumpiera el clamor del mundo, podía estudiar las lecciones de la naturaleza, de la revelación y de la providencia. . . . Desde la infancia se le había 117 recordado su misión, y él había aceptado el cometido santo. La soledad del desierto le proporcionaba una grata oportunidad de escapar de una sociedad en que las sospechas, la incredulidad y la impureza lo dominaban casi todo. Desconfiaba de su propia fuerza para resistir la tentación y rehuía el contacto constante con el pecado, no fuese que hubiese de perder el sentido de su excesiva pecaminosidad.*

Otros notables criados en el campo.-
Tal fue el caso también para la gran mayoría de los hombres mejores y más nobles de todas las edades. Leed la historia de Abrahán, de Jacob y de José, de Moisés, de David y de Eliseo. Estudiad la vida de los hombres que en tiempos posteriores desempeñaron cargos de confianza y responsabilidad, de los hombres cuya influencia fue de las más eficaces para la regeneración del mundo.

¡Cuántos de estos hombres se criaron en humildes hogares del campo! Poco supieron de lujos. No malgastaron su juventud en diversiones. Muchos de ellos tuvieron que luchar con la pobreza y las dificultades. Muy jóvenes aún aprendieron a trabajar, y su vida activa al aire libre dio vigor y elasticidad a todas sus facultades. Obligados a depender de sus propios recursos, aprendieron a luchar con las dificultades y a vencer los obstáculos, con lo que adquirieron valor y perseverancia. Aprendieron a tener confianza en sí mismos y dominio propio. Apartados en gran medida de las malas compañías, se contentaban con placeres naturales y buenas compañías. Sus gustos eran sencillos, y templados sus hábitos. Se dejaban dirigir por principios, y crecían puros, fuertes y veraces. Al ser llamados a efectuar la obra principal de su vida, pusieron en juego vigor físico y mental, buen ánimo, capacidad para idear y ejecutar planes, firmeza para resistir al mal, y todo esto hizo de ellos verdaderas potencias para el bien en, el mundo.* 119

20. La Familia y la Ciudad
Riesgos de la vida en la ciudad.-
La vida en las ciudades es falsa y artificial. La intensa pasión por el dinero, el torbellino y el afán de los placeres, la fiebre de la ostentación, el lujo y la prodigalidad son otras tantas fuerzas que impiden a la mayoría de la humanidad que cumpla el verdadero fin de la vida. Abren la puerta a una infinidad de males y ejercen sobre la juventud un poder casi irresistible. Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asaltan a los niños y a los jóvenes en las ciudades es el afán de Placeres. Muchos son los días de fiesta; los juegos y las carreras de caballos arrastran a miles, y el torbellino de las excitaciones y del placer los distraen de los austeros deberes de la vida. El dinero que debiera ahorrarse para mejores fines se desperdicia en diversiones.*

En lo referente a la salud.-
El ambiente físico de las ciudades es muchas veces un peligro para la salud. La exposición constante al contagio, el aire viciado, el agua impura, el alimento adulterado, las viviendas obscuras, malsanas y atestadas de seres humanos, son algunos de los muchos males con que se tropieza a cada paso.
No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados en las ciudades, confinados promiscuamente en estrechos alojamientos. Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitásemos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de Dios, más fácil nos 120 será asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del alma.*

Fomentan la iniquidad.-
Las ciudades rebosan de tentaciones. Debemos planear nuestra obra de tal manera que mantengamos a nuestros jóvenes tan alejados como se pueda de esa contaminación.*
Los niños y los jóvenes deben ser protegidos cuidadosamente. Se los debe mantener alejados de los semilleros de iniquidad que se hallan en las ciudades.*

Agitación y confusión.-
No es la voluntad de Dios que su pueblo se establezca en las ciudades, donde todo es agitación y confusión constantes. En favor de sus hijos, deben evitar esto, pues el apresuramiento y el ruido desmoralizan todo el organismo.*

Dificultades obreras.-
Debido a la actuación de compañías monopolizadoras y a los resultados de las confederaciones obreras y las huelgas, las condiciones de la vida en las ciudades se hacen cada vez más difíciles. Graves disturbios nos aguardan, y muchas familias se verán en la necesidad de abandonar la ciudad.*

La destrucción inminente.-
Se acerca el tiempo cuando grandes ciudades serán arrasadas, y a todos se debe dar advertencia acerca de esos juicios venideros. ¡Ojalá que el pueblo de Dios tuviese un sentido de la destrucción que amenaza a miles de ciudades ahora casi entregadas a la idolatría!*

Por amor a las ganancias terrenales.-
Es frecuente que los padres no sean cuidadosos en cuanto a rodear a sus hijos con las influencias correctas. Al elegir casa, piensan más en sus intereses mundanales que en la atmósfera moral y social, y los hijos traban relaciones desfavorables para el desarrollo de la piedad y la formación de un carácter integro....

Padres que denunciáis a los cananeos porque ofrecían sus hijos a Moloc, ¿qué estáis haciendo vosotros? Ofrecéis un costosísimo sacrificio a vuestro dios Mammón; y luego, cuando 121 vuestros hijos se crían sin recibir amor y con un carácter desapacible, cuando manifiestan impiedad decidida y tendencia a la incredulidad, culpáis a la fe que profesáis porque no puede salvarlos. Cosecháis lo que sembrasteis, el resultado de vuestro egoísta amor al mundo y de vuestra negligencia con respecto a los medios de gracia. Mudasteis vuestras familias a lugares de tentación; y no considerasteis esencial el arca de Dios, vuestra gloria y defensa; y el Señor no realizó un milagro para librar a vuestros hijos de la tentación.*

Las ciudades no ofrecen beneficios reales.-
Ni una familia en cien se beneficiará física, mental o espiritualmente por residir en la ciudad. La fe, la esperanza, el amor y la felicidad se adquieren con facilidad mucho mayor en los lugares retraídos, donde hay campos, colinas y árboles. Alejad a vuestros hijos de los espectáculos y ruidos de la ciudad, del traqueteo y bullicio de los tranvías y otros vehículos, y tendrán mentes más sanas. Resultará más fácil grabar en su corazón la verdad de la Palabra de Dios.*

Consejos acerca de mudarse del campo a la ciudad.-
Muchos padres mudan sus hogares del campo a la ciudad, porque consideran ésta como un lugar más deseable o provechoso. Pero al hacer este cambio, exponen a sus hijos a muchas y grandes tentaciones. Los muchachos no tienen ocupación, obtienen una educación callejera y pasan de una etapa de depravación a otra, hasta que pierden todo interés en cuanto es bueno, puro y santo. ¡Cuánto mejor habría sido que los padres hubieran permanecido con sus familias en el campo, donde reinan las influencias más favorables para la fortaleza física y mental! Enséñese a los jóvenes a trabajar en el cultivo del suelo, y déjeselos dormir el dulce sueño inducido por el cansancio y la inocencia.

Por la negligencia de los padres, los jóvenes de nuestras ciudades están corrompiendo sus caminos y contaminando sus almas delante de Dios. Tal será siempre el fruto de la 122 ociosidad. Los asilos de pobres, las cárceles y los patíbulos pregonan la triste historia de los deberes descuidados por los padres.*

Mejor es sacrificar cualesquiera consideraciones mundanales, o aun todas ellas, antes de poner en peligro las almas preciosas confiadas a vuestro cuidado. Serán asaltadas por tentaciones, y se les debe enseñar a arrostrarlas; pero es vuestro deber suprimir toda influencia, romper todo hábito, cortar todo vínculo que os impidan realizar la entrega más libre, abierta y cordial de vosotros mismos y vuestras familias a Dios.
En vez de la ciudad atestada, buscad algún lugar retraído, donde vuestros hijos estarán, hasta donde se pueda, protegidos de la tentación, y allí educados para ser útiles. El profeta Ezequiel enumera así las causas que condujeron al pecado y la destrucción de Sodoma: "Soberbia, hartura de pan, y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no corroboró la mano del afligido y del menesteroso" (Eze. 16:49). Todos los que quieran escapar a la suerte de Sodoma, deben rehuir la conducta que trajo los juicios de Dios sobre aquella ciudad perversa.*

Cuando Lot se estableció en Sodoma, estaba completamente decidido a abstenerse de la impiedad y a "mandar a su casa después de sí" que obedeciera a Dios. Pero fracasó rotundamente. Las corruptoras influencias que le rodeaban afectaron su propia fe, y la unión de sus hijas con los habitantes de Sodoma vinculó hasta cierto punto sus intereses con el de ellos. El resultado está ante nosotros. Muchos continúan cometiendo un error semejante.*

Dedicad estudio a elegir domicilio y establecer vuestros hogares tan lejos como podáis de Sodoma y Gomorra. Manteneos alejados de las ciudades grandes. Si es posible, estableced vuestros hogares en el tranquilo retiro del campo, aun cuando al hacerlo no podáis enriqueceros. Estableceos donde impere la mejor influencia.14 123

El Señor me ha instruido para que advierta a nuestro pueblo que no vaya a las ciudades para hallar hogares para sus familias. Se me ha indicado que diga a los padres y a las madres: No dejéis de mantener a vuestros hijos dentro de vuestras propias dependencias.*

Es tiempo de salir de las ciudades.-
Mi mensaje es: Sacad a vuestras familias de las ciudades.*
Ha llegado el tiempo en que, a medida que Dios abra el camino, las familias deben salir de las ciudades, Los niños deben ser llevados al campo. Los padres deben obtener un lugar tan adecuado como se lo permitan sus recursos. Aunque la vivienda sea pequeña, debe haber junto a ella tierra que se pueda cultivar.*
Antes que el azote venga como avenida de aguas sobre los habitantes de la tierra, el Señor exhorta a todos los que son israelitas de verdad a prepararse para aquel suceso. A los padres hace llegar este grito de alarma: Juntad a vuestros hijos en vuestros hogares; separadlos de aquellos que desprecian los mandamientos de Dios, que enseñan y practican lo malo. Salid de las grandes ciudades tan pronto como os sea posible.*

Dios ayudará a su pueblo.-
Los padres pueden obtener casitas en el campo, con tierra de cultivo, donde puedan tener huertos y donde puedan cosechar verduras y frutas menudas para reemplazar la carne, que tanto corrompe la sangre que corre por las venas. En tales lugares, los niños no estarán rodeados por las influencias corruptoras de la vida en la ciudad. Dios ayudará a su pueblo a encontrar tales hogares fuera de las ciudades.* 125

21. Ventajas del Campo
Con una parcela y una casa cómoda.
Siempre que se pueda, es deber de los padres establecer su hogar en el campo para beneficiar a sus hijos.* Los padres y las madres que poseen un pedazo de tierra y un hogar cómodo son reyes y reinas.* No consideréis como una privación el ser llamados a dejar las ciudades y mudaros a localidades del campo. Ricas bendiciones aguardan allí a quienes quieran aprovecharlas.*

Contribuye a la seguridad económica.
Vez tras vez el Señor ha dado instrucciones en el sentido de que nuestro pueblo debe mudar sus familias de las ciudades al campo, donde puedan cosechar sus propias provisiones; porque en el futuro se agravará mucho el problema de comprar y vender. Debemos comenzar ahora a escuchar las instrucciones que se nos ha dado una y otra vez: Salid de las ciudades a los distritos rurales, donde las casas no están cerca la una de la otra, y donde estaréis libres de la intervención de los enemigos.* (En Country Living (La vida en el campo), pueden leerse consejos más detallados acerca de este asunto.)

Consejos a quienes moran en ciudades.
Sería bueno que pusierais a un lado vuestras preocupaciones y perplejidades para buscar retiro en el campo, donde no impera tanto la influencia que corrompe la moral de los jóvenes. Es verdad que en el campo no estaríais completamente libres de molestias y congojas; pero evitaríais muchos males y cerraríais la puerta a un alud de tentaciones que amenaza dominar la mente de 126 vuestros hijos. Estos necesitan ocupación y variedad. La monotonía de su hogar los vuelve inquietos y agitados, y han caído en la costumbre de frecuentar a los jóvenes viciosos de la ciudad, con los que obtienen una educación callejera....

Viviendo en el campo se beneficiarían; una vida activa al aire libre desarrollaría su salud, tanto física como mental. Debieran tener un jardín que cultivar, donde pudieran hallar diversión y ocupación útil. El cuidado de plantas y flores tiende a perfeccionar el gusto y el juicio, mientras que el familiarizarse con las útiles y hermosas creaciones de Dios ejerce una influencia que refina y ennoblece la mente al referirla al Hacedor y Señor de todo.*

Ricas bendiciones aseguradas en el campo
La tierra oculta bendiciones en sus profundidades para los que tienen el valor, la voluntad y la perseverancia para recoger sus tesoros. . . . Muchos agricultores no han obtenido utilidades proporcionadas de sus tierras debido a que emprendieron este trabajo como si fuese una ocupación degradante; no ven que hay en él una bendición para sí mismos y para sus familias.*

Trabajo que despierta la mente y refina el carácter.
Al cultivar la tierra, el trabajador reflexivo descubrirá que se abren ante él tesoros jamás soñados. Nadie puede tener éxito en los trabajos agrícolas si no presta atención a las leyes que entraban. Es necesario estudiar las necesidades especiales de cada variedad de plantas. Las diversas variedades requieren terreno y cultivo diferentes, y la condición del éxito es la obediencia a las leyes que rigen a cada una. La atención requerida al transplantar, para que no se cambie de lugar ni amontonen siquiera las raíces más finas, el cuidado de las plantas tiernas, la poda y el riego; la protección contra la helada de la noche y el sol durante el día, el cuidado de mantener alejadas las malas hierbas, las enfermedades y las plagas de insectos, el arreglo de las plantas, no sólo enseñan lecciones importantes en cuanto al desarrollo del carácter, 127 sino que el trabajo mismo es un medio de desarrollo. Al desarrollar el cuidado, la paciencia, la atención a los detalles, la obediencia a la ley, se obtiene una educación esencial. El contacto constante con el misterio de la vida y el encanto de la naturaleza, así como la ternura necesaria para cuidar esos hermosos objetos de la creación de Dios, tienden a vivificar la mente, y refinar y elevar el carácter.*

Dios nos enseñará e instruirá.
El que enseñó a Adán y Eva en el Edén a cuidar el huerto, enseñará a los hombres hoy día. Hay sabiduría al alcance de aquel que maneja el arado y siembra la simiente. La tierra tiene sus tesoros escondidos y el Señor quisiera que trabajasen el suelo millares de los que se aglomeran en las ciudades en espera de una oportunidad para ganarse una bagatela.... Los que lleven a sus familias al campo las colocarán con ello lejos de tentaciones. Los niños cuyos padres aman y temen a Dios, están en cualquier forma ventajosamente situados para aprender del gran Maestro, origen y fuente de la sabiduría. Tienen una oportunidad muy favorable para obtener la idoneidad necesaria para el reino de los cielos.*

El plan de Dios para Israel.
Por su desobediencia a Dios, Adán y Eva habían perdido el Edén, y debido a su pecado toda la tierra quedó maldita. Pero si el pueblo de Dios seguía su instrucción, su tierra había de ser restaurada a la fertilidad y la belleza. Dios mismo les dio instrucciones en cuanto a la forma de cultivar el suelo, y ellos habían de cooperar con él en su restauración. De modo que toda la tierra, bajo el dominio de Dios, llegaría a ser una lección objetiva de verdad espiritual. Así como en obediencia a las leyes naturales de Dios, la tierra había de producir sus tesoros, así en obediencia a sus leyes morales el corazón de la gente había de reflejar los atributos del carácter de Dios.*

Lecciones espirituales en la vida diaria.
Dios nos ha rodeado del hermoso escenario de la naturaleza para atraer e 128 interesar la mente. Es su propósito que asociemos las glorias de la naturaleza con su carácter. Si estudiamos fielmente el libro de la naturaleza hallaremos que es una fuente fructífera para la contemplación del amor infinito y el poder de Dios.*
Cristo ha vinculado su enseñanza, no sólo con el día de descanso, sino con la semana de trabajo . . . . En la arada y en la siembra, el cultivo y la cosecha, nos enseña a ver una ilustración de su obra de gracia en el corazón. Así, en cada ramo de trabajo útil y en toda asociación de la vida, él desea que encontremos una lección de verdad divina. Entonces nuestro trabajo diario no absorberá más nuestra atención ni nos inducirá a olvidar a Dios; nos recordará continuamente a nuestro Creador y Redentor. El pensamiento de Dios correrá cual un hilo de oro a través de todas nuestras preocupaciones del hogar y nuestras labores. Para nosotros la gloria de su rostro descansará nuevamente sobre la faz de la naturaleza. Estaremos aprendiendo de continuo nuevas lecciones de verdades celestiales, y creciendo a la imagen de su pureza.*

Leyes idénticas rigen la naturaleza y la humanidad .-
El gran Maestro puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza, para que oyesen la voz que habla en todas las cosas creadas, y a medida que sus corazones se hacían más sensibles y sus mentes más receptivas, les ayudaba a interpretar la enseñanza espiritual de las escenas que contemplaban sus ojos. . . . En sus lecciones había algo para interesar a cada mente, e impresionar cada corazón. De ese modo la tarea diaria, en vez de ser una mera rutina de trabajo, exenta de pensamientos elevados, era animada por recuerdos constantes de lo espiritual y lo invisible.

Del mismo modo deberíamos enseñar nosotros. Aprendan los niños a ver en la naturaleza una expresión del amor y de la sabiduría de Dios; líguese el concepto de él al ave, la flor y el árbol, lleguen todas las cosas visibles a ser para ellos intérpretes 129 de lo invisible y todos los sucesos de la vida, medios de enseñanza divina.

Al mismo tiempo que aprenden así a estudiar lecciones que enseñan todas las cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstrese que las mismas leyes que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida, deben regirnos a nosotros; que son promulgadas para nuestro bien; y que únicamente obedeciéndolas podemos hallar felicidad y éxito verdaderos.*

Lecciones prácticas de agricultura.-
De las lecciones casi innumerables enseñadas por los diversos procesos del crecimiento algunas de las más preciosas son transmitidas por medio de la parábola de la semilla, dada por el Salvador. Sus lecciones convienen a jóvenes y viejos....

La germinación de la semilla representa el comienzo de la vida espiritual, y el desarrollo de la planta es una figura del desarrollo del carácter . . . .Cuando los padres y maestros tratan de enseñar estas lecciones, deberían hacer un trabajo práctico. Preparen los niños el terreno y siembren la semilla. Mientras trabajan así el terreno, el padre o maestro puede compararlo con el jardín del corazón y la semilla buena o mala echada en él, y explicar que, así como es necesario preparar el jardín para sembrar la semilla natural, es necesario preparar el corazón para sembrar la semilla de verdad. . . . Nadie se establece en un pedazo de tierra inculta con la esperanza de que dé inmediatamente una cosecha. Se debe hacer una labor diligente, perseverante, en la preparación del suelo, la siembra de la semilla y el cultivo de las mieses. Igual debe ser el proceder en la siembra espiritual.*

Los malos hábitos son como malezas.
Si ello es posible, el hogar debiera estar situado fuera de la ciudad, donde los niños puedan tener terreno para cultivar. Asígnese a cada uno de ellos un pedazo de tierra; y mientras se les enseña a hacer un jardín, a preparar el suelo para la semilla y la importancia 130 de mantenerlo libre de malas hierbas, incúlqueseles también cuán importante es mantener la vida libre de prácticas desdorosas y perjudiciales. Enséñeseles a dominar los malos hábitos como desarraigan la maleza en sus jardines. Se necesitará tiempo para impartirles estas lecciones, pero reportarán grandes recompensas.*

Reflejen nuestros hogares lo que creemos.
Los padres tienen para con Dios la obligación de hacer de sus alrededores algo que corresponda a la verdad que profesan creer. Pueden dar lecciones correctas a sus hijos, y éstos aprenderán a relacionar el hogar terrenal con el celestial. Hasta donde ello sea posible, la familia debe ser aquí un modelo de la celestial. Entonces las tentaciones a participar de lo que sea bajo y rastrero perderán mucha de su fuerza. Se debe enseñar a los niños que están aquí tan sólo como quienes son probados, y debe educárselos para que lleguen a habitar las mansiones que Cristo está preparando para quienes le aman y guardan sus mandamientos. Tal es el deber más elevado que hayan de cumplir los padres.*

Padres: Estableced hogares en el campo.
Mientras Dios me dé fuerza para hablar a nuestro pueblo, continuaré invitando a los padres a abandonar las ciudades y establecer sus hogares en el campo, donde puedan cultivar el suelo y aprender del libro de la naturaleza las lecciones de pureza y sencillez. Las cosas de la naturaleza son los ministros silenciosos de Dios, que él nos dio para que nos enseñen verdades espirituales. Nos hablan del amor de Dios y declaran la sabiduría del Artista maestro.

Me agradan las hermosas flores. Son recuerdos del Edén, que dirigen nuestra atención a la patria bienaventurada en la cual pronto entraremos si somos fieles. El Señor encauza mi pensamiento hacia las propiedades de las flores y los árboles para comunicar salud.* 132

22. La Casa, su Construcción y sus Muebles
Buena ventilación, sol y buen drenaje.
En la construcción de edificios de utilidad pública o en los destinados a viviendas, urge asegurar buena ventilación y mucho sol. Las iglesias y las escuelas adolecen muchas veces de deficiencia en este respecto. A la falta de ventilación se debe una gran parte de la somnolencia y pesadez que contrarrestan el efecto de muchos sermones y hacen enojosa e ineficaz la tarea del maestro.

En cuanto sea posible, todo edificio destinado a servir de habitación humana debe construirse en paraje elevado y de fácil desagüe. Esto asegurará un solar seco.... A este asunto se le suele dar muy poca atención. Con frecuencia la humedad y el aire viciado de los solares bajos y encharcados ocasionan quebrantos de salud, enfermedades graves y defunciones.

En la construcción de casas es de gran importancia asegurar completa ventilación y mucho sol. Haya circulación de aire y mucha luz en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben estar dispuestos de tal modo que el aire circule por ellos día y noche. Ningún cuarto es adecuado para servir como dormitorio a menos que pueda abrirse de par en par cada día para dar acceso al aire y a la luz del sol. En muchos países los dormitorios necesitan calefacción, de modo que puedan quedar calientes y secos en tiempo frío y húmedo.
El cuarto de huéspedes debe recibir tanta atención como las demás piezas dispuestas para el uso constante. Como 133 los demás dormitorios, debe tener aire y sol, y medios de calefacción para secar la humedad de que adolece todo cuarto que no está en uso constante. El que duerme en un cuarto sin sol, o que ocupa una cama que no esté bien seca y aireada, arriesga su salud y acaso su vida....

Quienes hayan de cuidar ancianos deben recordar que éstos, más que nadie, necesitan cuartos abrigados y cómodos. Con los años, el vigor declina y mengua la fuerza vital con que resistir a las influencias malsanas. De ahí que sea tan necesario proporcionar a las personas de edad mucha luz y mucho aire puro.*

Evítense las tierras bajas.-
Si queremos que nuestras casas sean moradas de salud y de dicha, tenemos que situarlas en lugar alto, fuera del alcance de los miasmas y las neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren libremente en ellas los agentes vivificantes del cielo. No haya pesadas cortinas, ni enredaderas que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a las ventanas; ábranse éstas y sus persianas, y no se deje que crezcan árboles tan cerca de la casa que quiten la luz del sol. El sol podrá ajar cortinas y alfombras y deslucir los marcos de los cuadros; pero en cambio hermoseará con los colores de la salud las mejillas de los niños.*

El patio en derredor de la casa.-
Un patio hermoseado con árboles dispersos y algunos arbustos, plantados a la debida distancia de la casa, ejerce una influencia feliz sobre la familia y, si se lo cuida, no causará perjuicio a la salud. Pero los árboles de sombra y las matas de arbustos densas en derredor de la casa la hacen malsana, porque impiden la libre circulación del aire y el acceso a los rayos del sol. En consecuencia, se nota humedad en la casa, especialmente durante las estaciones lluviosas.*

Efecto de las bellezas naturales.-
A Dios le agrada lo bello. Revistió de hermosura la tierra y los cielos, y con gozo paternal se complace en ver a sus hijos deleitarse en las cosas 134 que hizo. Quiere que rodeemos nuestro hogar con la belleza de las cosas naturales.

Casi todos los que viven en el campo, por muy pobres que sean, pueden tener alrededor de sus casas algo de césped, algunos árboles que den sombra, algunos arbustos lozanos y flores olorosas. Esto contribuirá a la felicidad del hogar mucho más que cualquier adorno artificial. Introducirá en la vida del hogar una influencia suavizadora y purificadora, que fortalecerá el amor a la naturaleza y atraerá a los miembros de la familia más cerca unos de otros y más cerca de Dios.*

Sean los muebles sencillos.-
Nuestros hábitos artificiales nos privan de muchas bendiciones y de muchos goces, y nos inhabilitan para llevar la vida más útil. Los muebles complicados y costosos son un despilfarro no sólo de dinero, sino de algo mil veces más precioso. Imponen una carga de cuidados, labores y perplejidades. . . .
Amueblad vuestra casa sencillamente, con cosas que resistan al uso, que puedan limpiarse sin mucho trabajo y renovarse sin gran costo. Ejercitando vuestro gusto, podéis hacer atractivo un hogar sencillo si en él reinan el amor y el contentamiento.* La felicidad no se halla en una ostentación vacía. Cuanto más sencillo sea el orden de una familia bien gobernada, tanto más feliz será ese hogar.*

Evítese el espíritu de rivalidad.-
La vida chasquea y cansa a muchas personas por la labor innecesaria con que se cargan para satisfacer las exigencias de la costumbre. Su ánimo está constantemente acosado por el anhelo de suplir necesidades hijas del orgullo y de la moda....

Los gastos, el cuidado y la labor prodigados en aquello que, si bien no es positivamente perjudicial, resulta innecesario, contribuirían mucho a hacer progresar la obra de Dios si se dedicasen a un objeto más digno. La gente codicia los llamados lujos de la vida, y para obtenerlos sacrifica la salud, 135 la fuerza y los recursos. Entre personas de una misma categoría social se manifiesta un lamentable espíritu de rivalidad en cuanto a quién hará gala de mayor ostentación en los vestidos y los gastos para la casa. El sentido de la dulce palabra "hogar" se ha pervertido al punto que ella se define así: "Un lugar con cuatro paredes, lleno de muebles elegantes y adornos," cuyos habitantes se esfuerzan de continuo para cumplir con lo que requiere la costumbre en los diferentes aspectos de la vida .*

Muchos son desdichados en su vida del hogar porque están esforzándose en extremo para mantener las apariencias. Gastan grandes sumas de dinero y trabajan sin descanso para obtener cosas que ostentar y la alabanza de sus asociados, quienes en realidad no se preocupan para nada de ellos ni de su prosperidad. Un artículo tras otro es considerado indispensable para el complemento de la casa hasta que se acumulan muchas adiciones costosas que, si bien agradan al ojo y complacen el orgullo y la ambición, no aumentan en lo mínimo la comodidad de la familia. Sin embargo, son cosas que consumieron fuerzas, paciencia y tiempo valioso que debieran haberse dedicado al servicio del Señor.

A la preciosa gracia de Dios se le concede el segundo lugar en relación con cosas que no tienen verdadera importancia; y muchos pierden la capacidad de ser felices mientras acumulan cosas de las cuales piensan disfrutar. Encuentran que sus posesiones no les proporcionan la felicidad que habían esperado obtener de ellas. Esta rutina sin fin de trabajos, este incesante anhelo de embellecer la casa para que las visitas y los extraños la admiren, no compensan jamás por el tiempo y los recursos así gastados. Equivalen a colocarse sobre la cerviz un gravoso yugo de servidumbre.*

Dos visitas en contraste.-
En algunas familias hay demasiado que hacer. El aseo y el orden son esenciales para la comodidad, pero estas virtudes no deben llevarse al extremo de 136 transformar la vida en un ciclo de incesante trabajo penoso ni hacer desdichados a los habitantes de la casa. En las viviendas de algunos a quienes estimamos mucho, existe una rígida precisión en el arreglo de los muebles y pertenencias que resulta tan desagradable como lo sería la falta de orden. La aflictiva dignidad que pesa sobre toda la casa impide que se encuentre allí el reposo que uno espera en un verdadero hogar.

Cuando se hace una breve visita a amigos queridos no es agradable ver la escoba y el trapo de sacar el polvo en constante requisición ni comprobar que el tiempo que uno esperaba pasar placenteramente con los amigos es dedicado por ellos a hacer una limpieza general o a mirar en los rincones en busca de una telaraña o una oculta partícula de polvo. Aun cuando esto sea hecho por respeto a nuestra presencia en la casa, sentimos la dolorosa convicción de que nuestra compañía tiene para nuestros amigos menos importancia que sus ideas exageradas relativas a la limpieza.

En contraste directo con hogares tales se destaca una casa que visitamos durante el verano pasado [1876]. Las pocas horas que pasamos allí no se dedicaron a una labor inútil ni a hacer lo que podría haberse hecho en algún otro momento, sino que se emplearon en algo placentero y provechoso, que proporcionaba descanso tanto a la mente como al cuerpo. La casa era un modelo de comodidad, aunque no había muebles carísimos. Las habitaciones tenían buena luz y ventilación, ... lo cual tiene más valor real que los adornos más costosos. Las salas no estaban amuebladas con aquella precisión que tanto cansa los ojos, pero había una agradable variedad de muebles.

La mayoría de las sillas eran mecedoras o butacas, no todas del mismo modelo, sino adaptadas a la comodidad de los diferentes miembros de la familia. Había mecedoras bajas con almohadones, y había sillas altas de respaldo recto; anchos canapés y otros menores pero cómodos. Había además 137 alguno que otro sofá también cómodo, pues cada uno de esos muebles parecía decir: Pruébeme, descanse en mí. Había mesas con libros y revistas. Todo resultaba aseado y atractivo, pero sin ese arreglo preciso que parece advertir a todos los espectadores que no toquen cosa alguna, no sea que la desplacen de su lugar.

Los propietarios de esa casa placentera tenían medios para amueblar y embellecer su residencia en forma costosa, pero por prudencia habían preferido la comodidad a la ostentación. No había en la casa nada que se considerase demasiado bueno para el uso general, y las cortinas y persianas no se mantenían cerradas para evitar que se ajasen las alfombras y los muebles. Allí tenían libre acceso la luz solar y el aire provenientes de Dios, así como la fragancia de las flores del jardín. Por supuesto la familia vivía a tono con su casa; sus miembros eran alegres e interesantes; hacían todo lo necesario para que estuviéramos cómodos, sin apremiarnos con tanta atención que nos infundiesen el temor de estar causando demasiada molestia. Aquello nos parecía un lugar de descanso. Era un hogar en el sentido más pleno del vocablo.*

Un principio aplicable a los adornos.-
La rígida precisión que hemos mencionado como rasgo desagradable de tantos hogares no concuerda con el gran plan de la naturaleza. Dios no hizo crecer las flores del campo en cuadros regulares, con bordes meticulosos, sino que las dispersó como gemas en la verde pradera, y hermosean la tierra con su variedad de formas y colores. Los árboles del bosque no están en orden regular. Resulta descansado para el ojo recorrer las escenas de la naturaleza por selvas, colinas y valles, llanuras y ríos, y disfrutar de la infinita diversidad de formas y colores, así como de la belleza con que árboles, arbustos y flores, agrupados en el jardín de la naturaleza, constituyen un cuadro deleitoso. En él hallan satisfacción y placer tanto los niños como los jóvenes y los ancianos. 138

En cierta medida esta ley de la variedad puede cumplirse en el hogar. Debe haber en la casa una armonía apropiada de colores y conveniencia general en los muebles; pero el buen gusto no exige que cada mueble pertenezca al mismo estilo por su diseño, material o tapizado sino que por lo contrario agrada más al ojo el que haya una variedad armoniosa.

Pero sea la casa humilde o elegante, sean sus accesorios costosos o baratos, no habrá felicidad entre sus paredes a menos que el espíritu de los habitantes armonice con la voluntad divina. El contentamiento debe reinar en la familia.*

La parte mejor de la casa, las piezas más asoleadas y atrayentes, deben ser usadas diariamente por los que viven realmente en la casa. Esto hará que el hogar resulte atractivo para sus miembros y también para los amigos que nos aprecian y benefician, como nosotros los beneficiamos a ellos.*

La comodidad y el bienestar de los niños.-
No se necesitan muebles ni accesorios costosos para dejar a los niños contentos y felices en sus hogares, pero es necesario que los padres les concedan amor tierno y cuidadosa atención.*
Cuatro paredes y muebles costosos, alfombras afelpadas, espejos elegantes y hermosos cuadros no son cosas que constituyan un "hogar" si faltan la simpatía y el amor. Aquella palabra sagrada no incumbe a la resplandeciente mansión donde se desconocen los goces de la vida doméstica....

En realidad, la comodidad y el bienestar de los niños vienen a ser lo último en que se piensa en una casa tal. Los descuida la madre, que dedica todo su tiempo a la apariencia y a satisfacer las exigencias de una sociedad elegante. El intelecto de los niños no recibe preparación y ellos adquieren malos hábitos; se vuelven inquietos y descontentos. No hallando placer en su casa, sino tan sólo restricciones incómodas, se separan del círculo familiar en cuanto les resulte posible. Con poca vacilación se arrojan al vasto mundo, sin que los 139 refrene la influencia del hogar ni los tiernos consejos que de él debieran provenir.*

No les digáis como he oído a muchas madres decir: "No hay lugar para ti aquí en la sala. No te sientes en este sofá tapizado de damasco. No queremos que te sientes en ese canapé." Y cuando van a otra pieza se les advierte: "No queremos oírte hacer ruido aquí." Si van a la cocina, la cocinera les dice: "No puedo aguantar que me molestes aquí. Vete afuera con tu ruido; me estorbas." ¿Adónde van para educarse? Ala calle .*

La bondad y el amor valen más que el lujo.-
Llevamos demasiadas congojas y cargas a nuestras familias, y en ellas no se aprecian lo suficiente la sencillez, la paz y la dicha. Deberíamos interesarnos menos en lo que dirá el mundo exterior y prestar más atención reflexiva a quienes forman el círculo de nuestro hogar. Entre los miembros de la familia debiera haber menos ostentación y urbanidad mundana, y mucho más amor, ternura, alegría y cortesía cristiana. Muchos necesitan aprender cómo se hace del hogar un lugar atractivo y placentero. Los corazones agradecidos y las miradas bondadosas valen más que las riquezas y el lujo; y si hay amor, el saber contentarse con cosas sencillas comunicará felicidad al hogar. Jesús, nuestro Redentor, anduvo en esta tierra con la dignidad de un rey; y sin embargo era manso y humilde de corazón. Era luz y bendición en todo hogar porque llevaba consigo alegría, esperanza y valor. ¡Ojalá que estuviésemos satisfechos y que hubiese menos anhelos en nuestro corazón, menos ansia de cosas difíciles de obtener para hermosear nuestras casas mientras que no apreciamos lo que Dios estima más que las joyas, a saber un espíritu manso y sereno! La gracia de la sencillez, la mansedumbre y el afecto verdadero transformarían en paraíso la morada más humilde. Es mejor soportar con buen ánimo todo inconveniente que perder la paz y el contentamiento.* 141


(El Hogar Cristiano de E. G. de White)

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