Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios,
que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
(Éxodo 20:1-2).
Es probable que hayamos estado citando incorrectamente los Diez Mandamientos. Los que nos los enseñaron cuando éramos niños, por lo general, dejaron de lado el versículo que Dios colocó al comienzo de la lista. Si lo eliminamos, el Decálogo se convierte verdaderamente en malas noticias; pasa a ser una lista de prohibiciones, un yugo de esclavitud.
La gente, y hasta los sacerdotes y maestros, no han logrado comprender cuán importante es no omitir ese pasaje.
Aún algunos que pretenden ser especialistas en predicar la ley de Dios, no lo han visto. Aquí está el versículo que debe hallarse al comienzo de toda versión correcta de los Diez Mandamientos: “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”
(Éxodo 20:1-2).
¡En otras palabras, Dios comienza dándonos Buenas Nuevas!
Aquí hay cuatro verdades con el poder de la dinamita,
que pueden conmover al mundo:
Primera: Dios nos revela su verdadero Nombre: “El SEÑOR”. En hebreo es Yavé (algunos lo han modificado y dicen: Jehová), un nombre muy especial que incluye algo bueno que necesitamos comprender. El nombre de Jesús en hebreo significa “Jehová salva”. Dios se identifica como “el Salvador del mundo” (Juan 4: 42).
Nos dice: “Yo soy tu Salvador, tu Amigo. Estoy de tu parte. Aquí te traigo algo bueno”.
Segunda: Este versículo ignorado nos dice que él es Dios de todo ser creado: “Yo Soy el Señor tu Dios”. Ese “tu” se refiere a ti, quienquiera que seas. Quizás digas, “lo siento pero yo nunca lo he adorado, ni servido”. Pero a pesar de ello, Dios te dice: “Yo Soy . . . tu Dios. Te pertenezco. Ya vemos que antes que Dios pronunciara el primero de sus mandamientos, predicó el Evangelio en esas palabras preliminares.
Tercera: En su preámbulo, Dios nos dice que el Egipto espiritual no tiene por qué ser nuestra tierra. Esto es cierto aun cuando todos nacimos allí. La tierra de oscuridad no es nuestro verdadero hogar. Por eso Dios habla en tiempo pasado. Dice: “Yo . . . te saqué de Egipto, de casa de servidumbre”. Ya te ha librado; pero estás como un preso acurrucado en su celda, sin darse cuenta de que las puertas de su prisión están abiertas. El precioso mensaje de esta introducción a los Mandamientos debe llevarnos a exclamar: “Oh Jehová, ciertamente yo soy tu siervo, hijo de tu sierva, tú has roto mis prisiones” (Salmos 116: 16).
Cuarta: Dios ya nos ha sacado de la “casa de servidumbre”. Así como escogió a Israel para que fuera su “hijo”, del mismo modo nos ha escogido a nosotros en Cristo. Israel nunca fue verdaderamente “esclavo” en Egipto. Los egipcios los hicieron pensar que eran esclavos; por eso fueron, equivocadamente, esclavos. Pero, en realidad, eran un pueblo libre que sólo esperaba que Moisés les dijera la verdad: “¡Levántense y vayan a su propia tierra!”
Cuando Jesús fue bautizado en el río Jordán, se oyó una voz que decía:
“Este es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento”.
¡Esa voz te abrazó a ti al mismo tiempo!
¡Todo esto va incluido en el maravilloso
preámbulo de los Diez Mandamientos!
La voz.org/MHP
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