lunes, 25 de noviembre de 2013

XI). LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 52. “La Depresión”


Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental.-
Una mente contenta y un espíritu alegre son salud para el cuerpo y fortaleza para el alma. No hay causa de enfermedad tan fructífera como la depresión, la lobreguez y el pesar.­ 1T 702 (1868).

Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental.­
MC 185 (1905).

Cuando se elimina la depresión, se acelera la recuperación.-
Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, se debe alentar a los enfermos a que confíen en Dios y tengan ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán mejores perspectivas de sanarse; pues "el ojo de Jehová está. . . sobre los que esperan en su misericordia" (Sal 33:18, VM).­
MC 174, 175 (1905).

Depresión: consecuencia de una férrea dignidad.-
Algunos asumen una reserva fría, glacial, una férrea dignidad que repele a todos los que caen bajo su influencia. Esta actitud es contagiosa; crea una atmósfera que agosta los buenos impulsos y las buenas resoluciones; ahoga la corriente natural de la simpatía humana, la cordialidad y el amor; y bajo su influencia la gente se reprime, y sus atributos sociales y generosos
 desaparecen por falta de ejercicio.
No sólo la salud espiritual resulta afectada; la salud física también sufre como consecuencia de esta depresión que no es natural. La lobreguez y la frialdad de esta atmósfera antisocial se refleja en el rostro. Los rostros de los que son generosos y simpáticos resplandecen con el brillo de la verdadera bondad, mientras que los que no albergan pensamientos bondadosos y motivos generosos, expresan en sus rostros los sentimientos que se encuentran en sus corazones.­ 4T 64 (1876).

Depresión mental: producto de habitaciones poco ventiladas.-
Las consecuencias de vivir en habitaciones
cerradas y mal ventiladas son éstas: el organismo se debilita
 y pierde la salud, la circulación de la sangre se hace más lenta
en el cuerpo porque no está purificada ni vitalizada por el limpio
y vigorizante aire del cielo.
La mente se deprime y se ensombrece,
 mientras todo el organismo se enerva,
y es posible que se produzcan fiebre
y otras enfermedades agudas.­
1T 702, 703 (1868).

La falta de oxígeno causa depresión y lobreguez.-
Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero disminuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupaciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es imposible respirar profundamente. La respiración superficial se vuelve pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. . .
Así se recibe una cantidad insuficiente de oxígeno. La sangre se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que deberían ser eliminados por la respiración, quedan dentro del cuerpo y corrompen la sangre. No sólo los pulmones, sino el estómago, el hígado y el cerebro quedan afectados. La piel se pone cetrina, la digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo entero queda deprimido e inactivo y particularmente expuesto a la enfermedad.­MC 207 (1905).

La buena respiración suaviza los nervios.-
Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador.­
MC 206, 207 ( 1905).

La hidropesía y las enfermedades del corazón le causaron depresión a Elena G. de White.*
La enfermedad me ha oprimido mucho. Por años me he visto afligida por la hidropesía y las enfermedades del corazón, que han tenido la tendencia a deprimir mi espíritu,
y a destruir mi fe y mi ánimo.­
1T 185 (1859).

El poder que se pide prestado resulta en depresión.-
Debido a la intemperancia que comienza en el hogar, los órganos digestivos primero se debilitan, y pronto el alimento común no satisface el apetito. Se crean condiciones malsanas y hay un anhelo de alimento más estimulante. El té y el café producen un efecto inmediato. El sistema nervioso se excita bajo la influencia de estos venenos y en algunos casos, por un momento, el intelecto parece vigorizarse y la imaginación hacerse más vívida. Debido a que estos estimulantes producen resultados tan agradables, muchos llegan a la conclusión de que los necesitan realmente, pero hay siempre una reacción.
El sistema nervioso ha tomado prestada energía de sus recursos futuros para usarla en el momento y todo ese vigor pasajero es seguido por una depresión consiguiente. La rapidez del alivio obtenido por el té y el café es una evidencia de que lo que parece ser energía es tan sólo excitación nerviosa y, por lo tanto, debe ser un daño para el organismo.­ CN 379, 380 (1890).

La fría austeridad en el matrimonio es causa de depresión
(consejo a un esposo).-
Cuando Ud. se casó, su esposa lo amaba. Era sumamente sensible, pero con paciencia de su parte y fortaleza por parte de ella, su salud no sería lo que es hoy. Pero su fría austeridad hizo de Ud. un témpano de hielo que congeló el canal del amor y el afecto. Su tendencia a censurar y a descubrir errores ha sido como un granizo desolador que cae sobre una planta sensible. Ha congelado y casi ha destruido la vida de la planta. Su amor al mundo está consumiendo los buenos rasgos de su carácter.
Su esposa tiene otra actitud y es más generosa. Pero cuando ella ha manifestado sus tendencias generosas, aun en cosas de poca importancia, Ud. ha experimentado un menoscabo de sus sentimientos y la ha censurado. Ud. alienta una actitud cerrada y resentida. Le hace sentir a su esposa que es una carga, y que no tiene derecho de ser generosa a sus expensas. Todas estas cosas son de una naturaleza tan desalentadora, que ella se siente sin esperanzas y desamparada, y no tiene fuerza para hacerles frente, sino que se repliega ante la fuerza del golpe.
Su enfermedad es depresión nerviosa. Si su vida matrimonial fuera agradable, tendría un alto grado de salud. Pero durante toda su vida de casado el demonio ha sido huésped en el seno de su familia, y se ha gozado a expensas de su miseria.­ 1T 696 (1868).

La depresión es a veces resultado de excesos sexuales.-
Muchas familias viven sumamente infelices porque el esposo y padre permite que su naturaleza animal predomine sobre su naturaleza intelectual y moral. El resultado es una sensación de languidez y depresión, cuya causa rara vez se adivina que es la consecuencia de su propia conducta equivocada. Estamos bajo la solemne obligación ante Dios de conservar puro el espíritu y el cuerpo sano, para ser de beneficio a la humanidad, y a fin de ofrecerle al Señor un servicio perfecto.
El apóstol pronuncia estas palabras de advertencia: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias" (Rom. 6: 12). Sigue exhortándonos al decir que "todo aquel que lucha, de todo se abstiene [es temperante en todas las cosas]" (1 Cor. 9: 25). Anima a todos los que se llaman cristianos a presentar sus cuerpos "en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios" (Rom. 12: 1). Dice: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Cor. 9: 27).­
2T 381(1870).

El éxito puede ser seguido por una depresión temporaria.-
Una reacción como la que con frecuencia sigue a los momentos de mucha fe y de glorioso éxito oprimía a Elías. Temía que la reforma iniciada en el Carmelo no durase; y la depresión se apoderó de él. Había sido exaltado a la cumbre del Pisga; ahora se hallaba en el valle. Mientras estaba bajo la inspiración del Todopoderoso, había soportado la prueba más severa de su fe; pero en el momento de desaliento, mientras repercutía en sus oídos la amenaza de Jezabel, y Satanás prevalecía aparentemente en las maquinaciones de esa mujer impía, perdió su confianza en Dios. Había sido exaltado en forma desmedida, y la reacción fue tremenda.­ PR 118, 119 (1917).
Cómo controlar una mente deprimida.-
La madre puede y debe hacer mucho para dominar sus nervios y ánimo cuando está deprimida. Aun cuando está enferma. Puede, si se educa a sí misma, manifestar una disposición agradable y alegre, y soportar más ruido de lo que una vez creyera posible.
No debiera hacer sentir a los niños su propia flaqueza y nublar sus mentes jóvenes y sensibles por su propia depresión de espíritu, haciéndoles sentir que la casa es una tumba y que la pieza de mamá es el lugar más lúgubre del mundo.
La mente y los nervios se entonan y fortalecen
 por el ejercicio de la voluntad. En muchos casos, la fuerza de voluntad resultará ser un potente calmante de los nervios.­
1JT 136 (1863).
Dos extremos manifestados en la conducta.-
Los que no entienden que es un deber religioso disciplinar la mente para que se espacie en temas alegres, por lo general se sitúan en uno de estos dos extremos: o están eufóricos como consecuencia de una continua ronda de entretenimientos excitantes, de entregarse a conversaciones frívolas, con risas y bromas; o están deprimidos, con grandes pruebas y conflictos mentales, que creen que pocos han experimentado o están en condiciones de comprender Estas personas pueden profesar el cristianismo, pero se están engañando a sí mismas.­ ST, 23 de octubre de 1884; (CH 628, 629).
Influencia de los impresos para alegrar o desanimar.-
Mi esposo ha trabajado incansablemente para llevar la obra de publicaciones a su actual estado de prosperidad. Vi que contaba con más simpatía y amor de parte de sus hermanos de lo que él creía. Buscan con ansias algo en el periódico que sea fruto de su pluma. Si hay algo alegre en sus escritos, si se expresa en forma animadora, sus corazones se alivian, y algunos hasta lloran de felicidad. Pero si éstos expresan lobreguez y pesar, los rostros de sus hermanos y hermanas se entristecen a medida que leen, y la actitud manifestada en sus escritos se refleja en ellos.
­3T 96, 97 (1872).
Un hombre desanimado es una carga para sí mismo (consejo a un estudiante de medicina).-
Se me presentó el hecho de que en su clase de estudiantes médico misioneros hay algunos cuyo primer trabajo debe consistir en comprenderse a sí mismos, calcular el costo, y saber, al comenzar a construir, si van a ser capaces de terminar o no. No permitamos que Dios sea deshonrado por el hecho de que un hombre se quebrante mientras está recibiendo educación; porque un hombre quebrantado y desanimado es una carga para sí mismo.
Mientras se abruma con sus estudios, no puede creer que Dios lo apoyará en cualquier trabajo que tenga planes de hacer. Se somete a situaciones que ponen en peligro su salud y su vida,
 y viola las leyes de la naturaleza.
Eso está en contra de la luz que Dios ha dado. No se puede abusar de la naturaleza. No perdonará el daño que se le cause a esa máquina maravillosa y delicada [cuerpo].­
 Carta 116, 1898; (MM 79).
Desesperanza escondida bajo una fachada de bravuconería.-
El niño a quien se censura frecuentemente por alguna falta especial, llega a considerarla como peculiaridad suya, algo contra lo cual es en vano luchar. Así se da origen al desaliento y la desesperación que a menudo están ocultos bajo una aparente indiferencia o fanfarronería.­ Ed 291 (1903).
Cómo vencer los pensamientos negativos
(consejo a una familia).-
Uds. pueden ser una familia feliz si cumplen con lo que Dios les ha pedido que hagan y les ha encomendado como un deber. Pero el Señor no hará por Uds. lo que les ha pedido que hagan. Lo que sucede con el hermano C es una pena. Se ha sentido infeliz por tanto tiempo, que la vida se le ha convertido en una carga. No es necesario que esto sea así. Su imaginación está enferma, y ha mantenido por tanto tiempo los ojos fijos en un cuadro oscuro, que cuando enfrenta la adversidad o la desilusión se imagina que todo va rumbo a la ruina, que llegará a la miseria, que todo está en contra de él, que nadie tiene que pasar por momentos tan duros como él; y así destroza su vida. Mientras piensa de ese modo, más miserable se siente, y más miserables hace a todos los que lo rodean.
No tiene razón para sentirse así; todo esto es obra de Satanás. No debe permitir que el enemigo controle su mente de esa manera. Debería apartar su vista del cuadro oscuro y lóbrego, y fijarla en el amante Salvador, la gloria del cielo, y en la rica herencia preparada para todos los que son humildes y obedientes, y que poseen corazones agradecidos y una fe que reposa en las promesas de Dios. Esto le costará un esfuerzo, una lucha;
pero hay que hacerlo. Su felicidad presente, y su felicidad futura y eterna, dependen de que fije su mente en temas alegres, que aparte su vista del cuadro oscuro, que es imaginario, y la dirija a los beneficios que Dios ha derramado sobre su senda,
y más allá de todo ello, a lo invisible y eterno.­
1T 703, 704 (1868).
Frutos de los presentimientos lúgubres
(consejo a un esposo depresivo).-
Su vida es actualmente miserable, llena de malos presagios. Cuadros lúgubres revolotean por encima de Ud.; lo envuelve una oscura incredulidad. Al ponerse de parte de la incredulidad, Ud. se ha vuelto cada vez más tenebroso; goza espaciándose en temas desagradables. Si otros tratan de hablar con esperanza, Ud. destruye en ellos todo sentimiento de esa clase al hablar con más fervor y severidad. Sus pruebas y aflicciones lo llevan a mantener delante de su esposa el devastador pensamiento de que Ud. la considera una carga por causa de su enfermedad. Si Ud. ama las tinieblas y la desesperación, hable de ellas, espáciese en ellas, y desmenuce su alma al invocar en su imaginación todo lo que puede instarlo a quejarse de su familia y de Dios, y convierta su corazón en algo parecido a un campo devastado por el fuego, con su vegetación destruida, y que ha quedado seco, ennegrecido y resquebrajado.
­ 1T 699 (1868).
Cómo vencer la inestabilidad emocional
(consejo a una persona de carácter lúgubre).-
Ud. pertenece a una familia de mentes no muy bien equilibradas, lúgubres, deprimidas, afectadas por lo que las rodea y susceptibles a las influencias externas. A menos que Ud. cultive una actitud mental alegre, feliz y agradecida, Satanás con el tiempo la llevará cautiva para que haga su voluntad. Ud. puede ser de ayuda y fortaleza para la iglesia donde vive, si obedece las instrucciones del Señor y no se deja influir por los sentimientos, sino que se somete al control de los principios. Nunca permita que la censura escape de sus labios, porque es como un granizo devastador para los que la rodean. Permita que sólo palabras alegres, felices y amantes salgan de sus labios.­ 1T 704 (1868). 
No es necesario ser esclavos de la depresión.-
Recuerde que en su vida la religión no debe ser solamente una influencia entre otras. Debe ser la influencia dominante. Sea estrictamente temperante. Resista toda tentación. No le haga concesiones al astuto enemigo. No escuche las sugerencias que pone en boca de hombres y mujeres. Tiene una victoria que ganar. Tiene que lograr nobleza de carácter; pero no la conseguirá mientras esté deprimido y desanimado por el fracaso. Rompa las ataduras con que Satanás lo ha amarrado. No es necesario que sea su esclavo. "Vosotros sois mis amigos ­dijo Jesús­, si hacéis lo que yo os mando".­ Carta 228, 1903; (MM 43).
Remedio sugerido a un pastor que sufría de depresión.-
Debería trabajar con cuidado y tener momentos de descanso. Al hacerlo conservará su vigor físico y mental, y trabajará con mucha más eficiencia. Hno. F, Ud. es un hombre nervioso y se mueve mucho por impulso. La depresión mental ejerce muchísima influencia sobre su trabajo. A veces siente necesidad de libertad y cree que esto ocurre porque otros están en tinieblas, o equivocados, o que está sucediendo algo que no puede explicar, y Ud. se dirige a alguna parte, 508 o ataca a alguien con posibilidad de hacer mucho daño. Si se tranquilizara cuando se encuentra en esa condición de inquietud y nerviosismo, y descansara, y esperara con calma en Dios, y se preguntara si a lo mejor el problema está
 en Ud. mismo, evitaría herir su propia alma
y hacerle daño a la preciosa obra del Señor.­
1T 622 (1867).
No pensemos en cosas desagradables.-
Cuando vemos la iniquidad que nos rodea nos sentimos contentos de que él sea nuestro Salvador, y de que nosotros seamos sus hijos. Entonces, ¿tenemos que contemplar la iniquidad que nos rodea y espaciarnos en el lado oscuro de las cosas? No podemos mejorar esta situación; por lo tanto, hablemos de algo más elevado, mejor y más noble. . .
Podemos ir a un sótano y quedarnos allí para observar sus rincones más oscuros, y podemos hablar acerca de la oscuridad y decir: "Oh, qué oscuro está aquí", y seguir hablando acerca de ello. Pero, ¿lograremos con eso que haya más luz? ¡Claro que no! ¿Qué haremos? Salir de allí; salir de la oscuridad para ir a la habitación del piso superior donde la luz del rostro de Dios brilla con todo su esplendor.
Nuestros cuerpos están compuestos por el alimento que asimilamos. Lo mismo ocurre con nuestras mentes. Si tenemos una mente que se espacia en las cosas desagradables de la vida, no tendremos esperanza; pero nosotros queremos concentrarnos en las escenas alegres del cielo. Dijo Pablo: "Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Cor. 4: 17).­ Ms 7, 1888.
Cristo simpatiza con los angustiados
(ánimo para una cristiana que sufría de depresión).-
Mi querida y anciana Hna. ­­­­­: Siento mucho que esté enferma y que sufra. Pero aférrese del que ha amado y servido por tantos años. Dio su vida por el mundo y ama a todos los que confían en él. Simpatiza con los que sufren depresión y enfermedad. Siente cada estertor de angustia que asalta a sus amados. Descanse en sus brazos y sepa que es su Salvador, su mejor amigo, y que nunca la dejará ni abandonará. Ud. ha dependido de él por muchos años, y su alma puede descansar en esperanza.
Ud. saldrá junto con otros fieles que creyeron en él, para alabarlo con voz de triunfo. Todo lo que se espera que Ud. haga es que descanse en su amor. No se preocupe. Jesús la ama, y ahora que está débil y sufre, él la lleva en sus brazas, tal como un padre amante lleva a su niñito. Confíe en Aquel en quien ha creído. ¿Acaso no la ha amado y cuidado durante toda su vida? Descanse en las preciosas promesas que se le han dado.­ Carta 299, 1904.
No dé lugar a la depresión.-
Durante la noche, en sueños, yo estaba conversando con Ud. Le decía: Me alegro mucho de que está tan bien ubicada, y que pueda estar cerca del sanatorio. No dé lugar a la depresión; en cambio, permita que la consoladora influencia del Espíritu Santo reciba la bienvenida en su corazón, para darle consuelo y paz. . .
Mi hermana: si Ud. quiere obtener preciosas victorias, contemple la luz que emana del Sol de justicia. Hable con Dios de esperanza, de fe y gratitud. Esté siempre alegre y con esperanza en Cristo. Adiéstrese para alabarlo. Esto es un gran remedio para las enfermedades del cuerpo y del alma.­ Carta 322, 1906.
Una atmósfera de depresión.-
Cuando los ministros, por medio de los cuales Dios trabaja, vienen a la asociación con los nervios destrozados y con una creciente depresión, les digo que los envuelve una atmósfera semejante a una espesa capa de niebla que cubre un cielo sereno. Necesitamos tener fe. Que los labios digan: "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador".
Debemos manifestar la sensación de un Salvador que está presente, una firme confianza de que Jesús está junto al timón, y que él obrará para que el noble barco llegue al puerto. Debemos saber que es imposible que nos salvemos a nosotros mismos o a cualquier alma. No tenemos poder para ofrecer salvación a los que perecen. Jesús, nuestro Redentor, es el Salvador. Somos sólo sus instrumentos y dependemos en todo momento de Dios. Debemos magnificar su poder delante de su pueblo elegido, y del mundo, por la gran salvación que nos ha concedido por medio de su sacrificio expiatorio y su sangre.­ Carta 19a, 1892.
No me deprimiré.-
A veces estoy muy perpleja y no sé qué hacer, pero no voy a deprimirme. Estoy decidida a llenar mi vida de tanta luz del sol como me sea posible conseguir.­ Carta 127, 1903.
Muchas cosas me entristecen, pero trato de no pronunciar palabras desanimadoras, porque alguien que las escuche podría estar triste también, y no quisiera hacer nada que aumentara su tristeza.­
Carta 208, 1903.
Por fe atravesé las tinieblas.-
Si yo tuviera que prestar atención a las negras nubes: los problemas y las perplejidades que surgen en mi trabajo, no tendría tiempo para más. Pero yo sé que hay luz y gloria más allá de las nubes. Por fe atravieso las tinieblas para llegar a la gloria. A veces he tenido que pasar por dificultades financieras. Pero el dinero, no me preocupa. Dios cuida de mis asuntos. Hago lo que puedo, y cuando el Señor considera que es bueno para mí que tenga algo de dinero, me lo manda.­ Ms 102, 1901. 
La fe: una necesidad.-
Cuando visité el sanatorio Paradise Valley hace unos tres años [1905], hablé casi todas las mañanas a las cinco a los obreros, y un poco más tarde a los pacientes. Había entre ellos un hombre que siempre parecía estar deprimido. Me enteré de que creía en la teoría de las doctrinas bíblicas, pero no podía tener la fe necesaria para apropiarse de las promesas de Dios.
Cada mañana hablé a los pacientes acerca de la fe, y los insté a creer las palabras de Dios. Pero este pobre hombre
parecía incapaz de reconocer que tenía fe. Le hablé a solas.
 Le presenté la verdad de todas las maneras posibles, y después le pregunté si no podía creer que Cristo era su Salvador personal
y que estaba dispuesto a ayudarlo.
Nuestro Salvador les ha dicho a todos los que están trabajados y cansados: "Tomad mi yugo sobre vosotros". 
No cargue con un yugo de su propia fabricación.
"Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11:28, 29).
Por fin llegó el momento cuando tenía que irme. Le dije: "Ahora bien, mi amigo, ¿puede decirme que ha aprendido a confiar en ese Salvador que ha hecho tanto para resolver la situación de cada alma? ¿Puede y quiere confiar en él? ¿Puede decirme, antes que me vaya, que ha recibido fe para creer en Dios?"
Miró hacia lo alto y dijo: "Sí, creo. Tengo fe".
"Gracias, Señor", repliqué. Sentí que aunque había habido otros que habían estado presentes y escuchado mis charlas en el salón, en este caso había sido ampliamente recompensada por mis esfuerzos.­
Ms 41, 1908.
Entregándose en manos de Satanás .-
No acudan a otros con sus pruebas y tentaciones; sólo Dios puede ayudarlos. Si ustedes cumplen las condiciones de las promesas de Dios, éstas se van a cumplir en ustedes. Si sus mentes están fijas en Dios, no descenderán en un estado de éxtasis al valle del desánimo cuando les sobrevengan pruebas y tentaciones. No hablarán con los demás ni de dudas ni de tinieblas. No dirán: "Yo no sé nada ni de esto ni de aquello. No me siento feliz. No estoy seguro de que tengamos la verdad". No dirán eso, porque tienen un ancla para el alma, que es a la vez segura y firme.
Cuando hablamos de desánimo y de pesar, Satanás escucha con un regocijo infernal; porque le agrada saber que los ha sometido a esclavitud. Satanás no puede leer nuestros pensamientos, pero puede ver nuestras acciones y oír nuestras palabras; y gracias a su amplio conocimiento de la familia humana puede adecuar sus tentaciones para sacar provecho de los puntos débiles de nuestro carácter. Y cuán a menudo le revelamos el secreto de cómo puede lograr la victoria sobre nosotros.
¡Oh, si pudiéramos controlar nuestras palabras y acciones! Cuán fuertes llegaríamos a ser si nuestras palabras fueran de tal naturaleza que no tuviéramos que avergonzarnos al enfrentar su registro en el día del juicio. Qué diferentes parecerán en el día de Dios de lo que parecían cuando las pronunciamos.­
RH, 27 de febrero de 1913.
Jesús comprende los sentimientos de desesperación.-
La fe y la esperanza temblaron en medio de la agonía mortal de Cristo, porque Dios ya no le aseguró su aprobación y aceptación, como hasta entonces. El Redentor del mundo había confiado en las evidencias que lo habían fortalecido hasta allí, de que su Padre aceptaba sus labores y se complacía en su obra. En su agonía mortal, mientras entregaba su preciosa vida, tuvo que confiar por la fe solamente en Aquel a quien había obedecido con gozo. No lo alentaron claros y brillantes rayos de esperanza que iluminaban a diestra y siniestra.
Todo lo envolvía una lobreguez opresiva. En medio de las espantosas tinieblas que la naturaleza formó por simpatía, el Redentor apuró la misteriosa copa hasta las heces. Mientras se le denegaba hasta la brillante esperanza y confianza en el triunfo que obtendría en lo futuro, exclamó con fuerte voz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Luc. 23: 46). Conocía el carácter de su Padre, su justicia, misericordia y gran amor, y sometiéndose a él se entregó en sus manos. En medio de las convulsiones de la naturaleza, los asombrados espectadores oyeron las palabras del moribundo del Calvario.­ 1JT 227 (1869).
Dios no ha cambiado.-
No debe despreciarse el sentimiento de seguridad; debiéramos alabar a Dios por ello; pero cuando vuestros sentimientos están deprimidos, no penséis que Dios ha cambiado. Alabadlo tanto como antes, porque vuestra 513 confianza está en su Palabra y no en los sentimientos. Habéis hecho el pacto de andar por fe y no de ser dominados por los sentimientos. Los sentimientos varían con las circunstancias.­ NEV 126 (1890).
No nos refiramos a las dudas.-
Por los méritos de Cristo, por su justicia que nos es imputada por la fe, debemos alcanzar la perfección del carácter cristiano. Se presenta nuestra obra diaria y de cada hora en las palabras del apóstol: "Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe,
en Jesús" (Heb. 12: 2).
Mientras hagamos esto. nuestro intelecto se esclarecerá, nuestra fe se fortalecerá y se confirmará nuestra esperanza; nos embargará de tal manera la visión de su pureza y hermosura, y el sacrificio que ha hecho para ponernos de acuerdo con Dios, que no tendremos disposición para hablar de dudas y desalientos.­ 2JT 341 (1889).
El verdadero cristiano y la depresión.-
El verdadero cristiano no permite que ninguna consideración terrena se interponga entre su alma y Dios. El mandamiento del Señor ejerce una influencia llena de autoridad sobre sus afectos y sus actos. Si todos los que buscan el reino de Dios y su justicia estuvieran dispuestos a hacer las obras de Cristo, cuánto más fácil sería el camino al cielo.
Las bendiciones del Señor fluirían sobre el alma, y las alabanzas al Altísimo estarían continuamente en sus labios. Entonces serviría a Dios sobre la base de principios. Podría ser que sus sentimientos no siempre fueran gozosos; a veces las nubes podrían oscurecer el horizonte de su experiencia; pero la esperanza del cristiano no reposa sobre el arenoso fundamento de los sentimientos. Los que obran basándose en principios contemplarán la gloria de Dios más allá de las sombras, y descansarán en la segura palabra de la promesa. No dejarán de honrar a Dios, por oscura que parezca la senda. La adversidad y la prueba sólo le darán la oportunidad de manifestar su sinceridad, a la vez que su fe y su amor.
Cuando la depresión se apodera del alma, eso no es evidencia de que Dios haya cambiado. Él es "el mismo ayer, y hoy, y por los siglos". Es posible estar seguro del favor de Dios cuando se es capaz de sentir los rayos del Sol de justicia; pero si las nubes envuelven su alma, no debemos creer que hemos sido abandonados. La fe debe atravesar las tinieblas.
El ojo debe estar fijo en Dios, y todo nuestro ser se llenará de luz. Hay que tener siempre ante la mente las riquezas de la gracia de Cristo. Atesoremos las lecciones que proporciona su amor. Que nuestra fe sea como la de Job, para que podamos decir: "Aunque él me matare, en él esperaré". Aferrémonos de las promesas del Padre celestial, y recordemos la forma como nos trata; porque "todas las cosas les ayudan a bien. . . a los que conforme a su propósito son llamados".­ RH, 24 de enero de 1888.
(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

lunes, 1 de abril de 2013

XI) LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 51. El Temor


Millones sujetos al Temor.-
Millones de seres humanos están sujetos a falsas religiones, en la esclavitud del miedo abyecto, de la indiferencia estólida, trabajando duramente como bestias de carga, despojados de esperanza, gozo o aspiración aquí, y dominados tan sólo por un sombrío temor de lo futuro. Solamente el evangelio de la gracia de Dios puede elevar el alma.­ DTG 444 (1898). 

Al desconfiar de Dios, enfrentan mil temores.-
Muchos dejan de depositar para ellos un tesoro en el cielo al hacer el bien con los medios que Dios les ha prestado. Desconfían de Dios y tienen mil temores con respecto al futuro. Tal como los hijos de Israel, tienen un corazón malo e incrédulo. El Señor le proporcionó a esa gente muchas cosas de acuerdo con sus necesidades, pero ellos se crearon problemas para el futuro. Se quejaron, y murmuraron durante sus viajes que Moisés los había llevado hasta allí para matarlos de hambre a ellos y a sus hijos. Las necesidades imaginarias les cerraron los ojos y los corazones para que no vieran la bondad y las misericordias de Dios en sus peregrinaciones, y no le agradecieron toda su generosidad
Así es también el desconfiado pueblo de Dios de esta época de incredulidad y degeneración. Temen pasar necesidades ellos mismos, o que sus hijos lleguen a ser necesitados, o que sus nietos padezcan miseria. No se atreven a confiar en Dios. No tienen una fe genuina en quien les ha confiado las bendiciones y las bondades de la vida, y que les ha dado talentos a fin de que los usen para su gloria en el avance de su causa.­ 2T 656, 657 (1871).

Satanás trata de gobernar por medio del temor.-
Dios no violenta nunca la conciencia; pero Satanás recurre constantemente a la violencia para dominar a quienes no puede seducir de otro modo. Por medio del temor o de la fuerza procura regir la conciencia y hacerse tributar homenaje. Para conseguir esto, obra por medio de las autoridades religiosas y civiles y las induce a que impongan leyes humanas contrarias a la ley de Dios.­ CS 649 (1888).

Los temores se fortalecen cuando se los consulta.-
Si consultamos nuestras dudas y temores, o procuramos desentrañar cada cosa que no veamos claramente, antes de tener fe, solamente se acrecentarán y profundizarán las perplejidades. Pero si vamos a Dios sintiéndonos desamparados y necesitados, como realmente somos, y con humilde y confiada fe le presentamos nuestras necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito, a quien nada se le oculta y quien gobierna todas las cosas por su voluntad y palabra, él puede y quiere atender nuestro clamor, y hará resplandecer su luz en nuestro corazón. Por medio de la oración sincera nos ponemos en comunicación con la mente del Infinito. Quizá no tengamos en el momento ninguna prueba notable de que el rostro de nuestro Redentor se inclina hacia nosotros con compasión y amor; sin embargo es así. Podemos no sentir su toque manifiesto, mas pone su mano sobre nosotros con amor y compasiva ternura.­ CC 96, 97 (1892).

Causa de la enfermedad del cuerpo y la mente.-
Lo que  comunica a casi todos enfermedades del cuerpo y de la mente son los sentimientos de descontento y los anhelos insatisfechos. No tienen a Dios, ni la esperanza que llega hasta dentro del velo, que es para el alma un ancla segura y firme. Todos los que poseen esta esperanza se purifican como él es puro. Los tales estarán libres de inquietudes y descontento; no estarán buscando males continuamente ni acongojándose por dificultades prestadas. Pero vemos a muchos sufrir dificultades de antemano; la ansiedad está estampada en todas sus facciones; no parecen hallar consuelo, sino que de continuo esperan algún mal terrible.­ 1JT 178 (1867).

El temor no alivia el alma.-
Debéis tener en cuenta una clara comprensión del evangelio. La vida religiosa no es sombría ni triste, sino llena de paz y gozo, y rodeada de una dignidad como la de Cristo y de una santa solemnidad. Nuestro Salvador no nos estimula a que abriguemos dudas, temores y presentimientos perturbadores; estos sentimientos no proporcionan alivio al alma, y por lo tanto deberían ser rechazados, y de ninguna manera encomiados. Podemos disfrutar de un gozo inefable y estar llenos de gloria.­ Ev 135 (1888).

La fe aumenta en el conflicto con la duda y el temor.-
El Señor con frecuencia nos pone en situaciones difíciles para estimularnos a hacer un esfuerzo mayor. En su providencia a veces ocurren dificultades especiales para probar nuestra paciencia y nuestra fe. Dios nos da lecciones de confianza. Nos enseña dónde buscar ayuda y fortaleza en momentos de necesidad. De ese modo obtenemos un conocimiento práctico de su voluntad divina, que tanto necesitamos en la experiencia de nuestra vida. La fe aumenta en poder en el conflicto ferviente con la duda y el temor.­ 4T 116, 117 (1876). 

El temor revela incredulidad.-
Así como Jesús reposaba  por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado en él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando de lo que podían hacer, se volvieron a él, pudo ayudarles.
¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jesús. y si clamamos a él para que nos salve, no clamaremos en vano. Aunque él con tristeza reprende nuestra incredulidad y confianza propia, nunca deja de darnos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón, no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida, y de la manera que él reconoce como la mejor nos librará del peligro.­ DTG 303 (1898).

Es peligroso manifestar temor en la habitación del enfermo.-
Los que cuidan a los enfermos deben comprender la importancia de una debida atención a las leyes de la salud. En ninguna parte es la obediencia a dichas leyes tan importante como en el cuarto del enfermo. En ninguna otra circunstancia se depende tanto de la fidelidad en las cosas pequeñas como al atender a los enfermos. En casos de enfermedad grave, un pequeño descuido, una leve negligencia en el modo de considerar las necesidades o los peligros especiales del paciente, una señal de temor, de agitación o de impaciencia, y hasta una falta de simpatía, pueden decidir entre la vida y la muerte y hacer descender a la tumba a un paciente que, de haberse procedido de otro modo, hubiera podido reponerse.­ MC 167 (1905). 

El temor contrista al Espíritu Santo.-
La fe acepta lo que Dios dice al pie de la letra, sin pedir comprender el significado de los incidentes penosos que ocurran. Pero son muchos los que tienen poca fe. Siempre están temiendo y cargándose de dificultades. Cada día están rodeados por las pruebas del amor de Dios, cada día gozan de los beneficios de su providencia; pero pasan por alto estas bendiciones. Y las dificultades que encuentran, en vez de hacerlos allegarse a Dios, los separan de él, porque crean agitación y rebelión. . . Jesús es su amigo. Todo el cielo está interesado en su bienestar, y su temor y murmuraciones agravian al Espíritu Santo. No es porque veamos o sintamos que Dios nos oye por lo que debemos creer. Debemos confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, debemos creer que toda petición penetra hasta el corazón de Cristo. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la recibiremos, y agradecerle que la tenemos. Luego hemos de atender a nuestros deberes, confiando en que la bendición será enviada cuando más la necesitemos. Cuando aprendamos a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones reciben contestación. Dios obrará por nosotros "mucho más abundantemente de lo que pedimos," "conforme a las riquezas de su gloria," y "por la operación de la potencia de su fortaleza".­ OE 275, 276 (1915). 

La liberación de la culpa produce liberación del temor.-
Tanto Aarón como el pueblo se apartaron de Moisés, "y tuvieron miedo de llegarse a él". Viendo su terror y confusión, pero ignorando la causa, los instó a que se acercaran. Les traía la promesa de la reconciliación con Dios, y la seguridad de haber sido restituidos a su favor. En su voz no percibieron otra cosa que amor y súplica, y por fin uno de ellos se aventuró a acercarse a él. Demasiado temeroso para hablar, señaló en silencio el semblante de Moisés y luego hacia el cielo. El gran jefe comprendió. Conscientes de su culpa, sintiéndose todavía objeto del desagrado divino, no podían soportar la luz celestial, que, si hubieran obedecido  a Dios, los habría llenado de gozo. En la culpabilidad hay temor. En cambio, el alma libre de pecado no quiere apartarse de la luz del cielo.­ PP 340, 341 (1890).

Qué hacer cuando tenemos miedo.-
Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende" (Sal. 34: 7). Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él y el ejército de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo se le apareció el ángel de Dios a Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo libertó, pasando por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con sus cerrojos y barrotes.
Lea acerca de la escena desarrollada en el mar, cuando Pablo, el prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser juzgado y ejecutado, dirigió a los soldados y marineros náufragos, abatidos por el cansancio, la falta de sueño y el hambre, estas grandes palabras de valor y esperanza: "Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros. . . Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Con fe en esta promesa, Pablo aseguró a sus compañeros: "Pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá". Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese barco un hombre por medio del cual Dios podía obrar, todo el contingente de soldados y marineros paganos se salvó. "Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra" (Hech. 27: 22-24).­Ed 255, 256 (1903).

Los tratos de Dios son claros.-
Pero al mismo tiempo no quiere que nos engañemos. Él no nos dice: "No temas; no hay peligro en tu camino". Él sabe que hay pruebas y peligros, y nos lo ha manifestado abiertamente. El no ofrece quitar a su pueblo de en medio de este mundo de pecado y maldad, sino que le presenta un refugio que nunca falla. Su oración por los discípulos fue: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal". "En el mundo ­dice­ tendréis tribulación; pero tened buen ánimo; yo he vencido al mundo" (Juan 17: 15; 16: 33).­ CC 124 (1892).

Apartemos la vista del yo.-
Aparte su vista de Ud. mismo y mire a Jesús. Ud. puede reconocer que es pecador, y al mismo tiempo es su privilegio reconocer a Cristo como su Salvador. No vino a llamar justos sino pecadores al arrepentimiento. Satanás le presentará a la mente humana dificultades y sugerencias para debilitar la fe y destruir el valor. Tiene muchísimas tentaciones que pueden acudir en tropel a la mente, una detrás de otra; pero si Ud. estudia detenidamente sus emociones y da lugar a sus sentimientos, estará atendiendo al mal huésped de la duda, y al hacerlo se enredará en perplejidades y desesperación. Puede preguntarse: ¿Qué hay que hacer frente a estas terribles sugerencias? Expúlselas de su mente mediante la contemplación de las incomparables profundidades del amor del Salvador. No exalte sus sentimientos, no discuta con ellos, ni los adore, ya sean buenos o malos, tristes o animadores.­ Carta 41, 1893. 

Venzamos el temor mediante la confianza en Cristo.-
Jesús nos invita a acudir a él, y entonces levantará la carga de nuestros cansados hombros y pondrá sobre nosotros su yugo, que es fácil, y su carga, que es liviana. La senda por la cual nos sugiere caminar nunca nos habría costado un sufrimiento si siempre hubiéramos andado por ella. Cuando nos apartamos de la senda del deber, nos volvemos difíciles y agresivos. Los sacrificios que debemos hacer al seguir a Cristo son sólo otros tantos pasos para regresar a la senda de la luz, la paz y la felicidad. Las dudas y los temores provienen del hecho de admitirlos; mientras más los admitimos, más difíciles de vencer se volverán. Hay seguridad en rechazar todo sostén terrenal y tomar la mano del que levantó y salvó al discípulo que se hundía en el tormentoso mar.­ 4T 558 (1881).

Cristo, el portador de cargas.-
Presenta a Dios tus necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No puedes agobiarlo ni cansarlo. . . Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no pueda soportarla; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al mas pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo puede alegrar, ninguna oración sincera escapar de los labios, sin que el Padre celestial esté al tanto de ello, sin que tome en ello un interés inmediato. . . las relaciones entre Dios y cada alma son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma sobre la tierra a quien brindar su cuidado, otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.­ CC 100 (1892).


(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

sábado, 5 de enero de 2013

XI) LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 50. La Preocupación Y La Ansiedad


Lo que mata es la preocupación, no el trabajo.-
No es el trabajo lo que mata, sino la preocupación. La única manera de evitar la preocupación consiste en llevarle todas nuestras tribulaciones a Cristo. No contemplemos el lado oscuro de las cosas. Cultivemos la alegría de espíritu.­ Carta 208, 1903.
No nos concentremos en las dificultades.-
Algunos temen siempre y toman preocupaciones prestadas. Todos los días disfrutan de las pruebas del amor de Dios, todos los días gozan de las bondades de su providencia, pero pasan por alto estas bendiciones presentes. Sus mentes están siempre espaciándose en algo desagradable que temen pueda venir. Puede ser que realmente existan algunas dificultades que, aunque pequeñas, ciegan sus ojos a las muchas bendiciones que demandan gratitud. Las dificultades con que tropiezan, en vez de guiarlos a Dios, única fuente de ayuda, los alejan de él, porque les despiertan desasosiego y pesar. CC 123 (1892).
La preocupación añade peso a la carga.-
Temo mucho que estemos en peligro, por preocuparnos en fabricar yugos para  nuestros cuellos. No nos preocupemos; porque si lo hacemos llevaremos el yugo pesado y la gravosa carga. Hagamos todo lo que podamos sin preocuparnos, confiando en Cristo. Estudiemos sus palabras: "Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mat. 21: 22). Estas palabras son la garantía de que todo lo que un Salvador omnipotente puede concedernos, será dado a los que confían en él. Como mayordomos de la gracia del cielo, debemos pedir con fe, y entonces esperar confiadamente la salvación de Dios. No debemos adelantarnos a él, para tratar de lograr lo que deseamos mediante nuestro propio esfuerzo. Debemos pedir en su nombre, y acto seguido debemos actuar como si creyéramos en su eficiencia.­ Carta 123, 1904.

No es la voluntad de Dios.-
No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de las preocupaciones.­ CC 124 (1892).
La ansiedad produce enfermedad.-
Cuando el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila presentar a Dios las necesidades del enfermo, según lo indique el Espíritu Santo. Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él como si no hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a su Hijo amado. Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, debe alentarse al enfermo a que confíe en Dios y tenga ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán mejores perspectivas de sanar; pues "el ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia" (Sal. 33: 18, VM).­ MC 174, 175 (1905).
No se preocupe más (consejo a una amiga que estaba por morir).-
Me preocupo constantemente por su caso, y me aflige que tenga pensamientos perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso estuviera a mi alcance. ¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador, tantas veces de ayuda en momentos  de necesidad? No contriste al Espíritu Santo, sino que deje de preocuparse. Esto es lo que usted ha dicho muchas veces a otros. Permita que la consuelen las palabras de los que no están enfermos como usted lo está. Mi oración es que el Señor la ayude.­ 2MS 290 (1904).

Al preocuparnos nos alejamos de los brazos de Jesús.-
Si educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor, mayor paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial, tendremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los conflictos de esta vida. El Señor no se agrada de que nos irritemos y preocupemos, lejos de los brazos de Jesús. El es la única fuente de toda gracia, el cumplimiento de cada promesa, la realización de toda bendición. . . Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje realmente sería solitario. El nos dice: "No os dejaré huérfanos" (Juan 14: 18). Apreciemos estas palabras, creamos en sus promesas, repitámoslas cada día, meditemos en ellas durante la noche y seamos felices.­ NEV 122 (1893).
Descansemos en el amor de Cristo.-
Apartémonos de las encrucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y vayamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde obtendremos fuerza para continuar la lucha; allí es donde aprenderemos a reducir nuestros afanes y a loar a Dios. Aprendan de Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él paz y reposo.­ 3JT 109 (1902).
La responsabilidad de Dios y la nuestra.-
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar  peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.­ DMJ 85 (1896).

Cuidado y ansiedad pedidos en préstamo.-
Hay seguridad cuando se confía en Dios continuamente; no existirá un temor constante de males futuros. Estos cuidados y ansiedades prestados desaparecerán. Tenemos un Padre celestial que se preocupa por sus hijos, y quiere que su gracia sea suficiente en todo momento de necesidad, y así lo hace.­ 2T 72 (1868).
Dejemos el futuro en las manos de Dios.-
Aunque se suplan sus necesidades presentes, muchos se niegan a confiar en Dios para el futuro, y viven en constante ansiedad por el temor de que los alcance la pobreza, y de que sus hijos tengan que sufrir a causa de ellos. Algunos están siempre en espera del mal, o agrandan de tal manera las dificultades reales, que sus ojos se incapacitan para ver las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los obstáculos que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de Dios, única fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan inquietud y quejas. . .
Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales.­ PP 299 (1890).
Una ansiedad indebida.-
Dios no condena la prudencia y  la previsión en el uso de las cosas de esta vida, pero la preocupación febril y la ansiedad indebida con respecto a las cosas mundanas no están de acuerdo con su voluntad.­ CMC 165 (1887).

La ansiedad debilita la energía física.-
Las pruebas y penurias sufridas por Pablo habían socavado sus fuerzas físicas.­ HAp 403 (1911).
Cristianos con corazones ansiosos.-
Muchos de los que profesan seguir a Cristo se sienten angustiados, porque temen confiarse a Dios. No se han entregado por completo a él, y retroceden ante las consecuencias que semejante entrega podría implicar. Pero a menos que se entreguen así a Dios no podrán hallar paz.­ MC 381 (1905).
Minuto a minuto.-
Hay algo acerca de lo cual quiero advertirlos. No se entristezcan ni se preocupen; no vale la pena hacerlo. No traten de hacer demasiado. Si no tratan de hacer demasiado, lograrán hacer mucho más que si intentan llevar a cabo numerosos planes. Recuerden siempre las palabras de Cristo: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mar. 14: 38). Cristo es el Salvador personal de Uds. crean que su poder salvador se ejerce en favor de Uds. minuto a minuto, hora tras hora. Está al lado de Uds. en todo momento de necesidad.­ Carta 150, 1903.
No crucemos los puentes antes de tiempo.-
Ahora queremos actuar como individuos redimidos por la sangre de Cristo; debemos regocijarnos en esa sangre y en el perdón de los pecados. Esto es lo que tenemos que hacer y quiera Dios ayudarnos a apartar nuestras mentes de las escenas lúgubres y pensar en las cosas que nos van a dar luz. Quiero mencionar ahora otro texto: "Por nada estéis afanosos" (Fil. 4: 6). ¿Qué significa esto? ¡Vaya! Que no crucemos el puente antes de haber llegado a él. No nos fabriquemos un tiempo de angustia antes de que éste llegue. Vamos a llegar a  él a su tiempo, hermanos. Tenemos que pensar en el día de hoy, y si hacemos bien las tareas de hoy, estaremos listos para los deberes de mañana.­ Ms 7, 1888.

Tratando de alcanzar las normas del mundo.-
Son muchos aquellos cuyo corazón se conduele bajo una carga de congojas, porque tratan de alcanzar la norma del mundo. Han elegido su servicio, aceptado sus perplejidades, adoptado sus costumbres. Así su carácter queda mancillado y su vida convertida en carga agobiadora. A fin de satisfacer la ambición y los deseos mundanales, hieren la conciencia y traen sobre si una carga adicional de remordimiento. La congoja continua desgasta las fuerzas vitales.
Nuestro Señor desea que pongan a un lado ese yugo de servidumbre. Los invita a aceptar su yugo, y dice: "Mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Los invita a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y les promete que todas las cosas que les sean necesarias para esta vida les serán añadidas.
La congoja es ciega y no puede discernir lo futuro; pero Jesús ve el fin desde el principio. En toda dificultad, tiene un camino preparado para traer alivio.­ DTG 297 (1898).
La fe puede ser invencible.-
No os acongojéis. Mirando las apariencias, quejándoos cuando se presentan dificultades, dais pruebas de una fe débil y enfermiza. Por vuestras palabras y acciones, demostrad, al contrario, que vuestra fe es invencible. El Señor posee recursos innumerables. El mundo entero le pertenece. Mirad a Aquel que posee luz, potencia y capacidad. El bendecirá a todos aquellos que traten de comunicar luz y amor.­ 3JT 192 (1902).
Las plantas no crecen como resultado de la preocupación o el esfuerzo consciente.-
En vez de afligiros con la idea de que no estáis creciendo en gracia, cumplid cada obligación que se os presente, llevad el peso de las almas en vuestro corazón, y tratad de salvar a los perdidos por todos los  medios imaginables. Sed bondadosos, corteses y compasivos; hablad con humildad de la bendita esperanza: hablad del amor de Jesús; dad a conocer su bondad, su misericordia y justicia; dejad de preocuparos y pensad si crecéis o no. Las plantas no crecen nutridas por algún esfuerzo consciente. . . La planta no se angustia constantemente acerca de su crecimiento. No hace más que crecer bajo la vigilancia divina.­ MeM 106 (1898).

El remedio para la ansiedad.-
Y Dios cuida y sostiene todas las cosas que ha creado. . . No se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay sonrisa que para él pase inadvertida.
Si creyéramos plenamente esto, toda ansiedad indebida desaparecería. Nuestras vidas no estarían tan llenas de desengaños como ahora; porque cada cosa, grande o pequeña, debe dejarse en las manos de Dios, quien no se confunde por la multiplicidad de los cuidados, ni se abruma por su peso. Gozaríamos entonces del reposo del alma al cual muchos han sido por largo tiempo extraños.­ CC 85 (1892).
La fe disipa la ansiedad.-
Todos anhelamos la felicidad, pero muchos rara vez la encuentran debido a los métodos equivocados que usan al perseguirla en vez de luchar por ella. Debemos luchar ardientemente y combinar nuestros deseos con la fe. Entonces la felicidad nos embargará casi impensadamente. . . Cuando podamos, por desagradables que sean las circunstancias, reposemos confiadamente en su amor y encerrémonos con él, descansando apaciblemente en su ternura, y la sensación de su presencia nos inspirará un gozo profundo y sereno. Este proceso nos conferirá una fe que nos capacitará para no inquietarnos, ni afligirnos, sino para apoyarnos en un poder que es infinito.­ MeM 189 (1897).
El principio básico.-
Los que aceptan el principio de dar al servicio y la honra de Dios el lugar supremo, verán desvanecerse las perplejidades y percibirán una clara senda delante de sus pies.­ DTG 297 (1898).

Vivir un día a la vez: un principio de máxima importancia.-
El fiel cumplimiento de los deberes de hoy es la mejor preparación para las pruebas de mañana. No amontonemos las eventualidades y los cuidados de mañana para añadirlos a la carga de hoy. "Basta al día su afán" (Mat. 6: 34).­ MC 382 (1905).
Disponemos solamente de un día a la vez, y en él hemos de vivir para Dios. Por ese solo día, mediante el servicio consagrado, hemos de confiar en la mano de Cristo todos nuestros planes y propósitos, depositando en él todas las cuitas, porque él cuida de nosotros. "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" (Jer. 29: 11; Isa. 30: 15).­ DMJ 86 (1896).
No nos volvamos miserables por causa de las cargas de mañana. Llevemos valiente y alegremente las cargas de hoy. Debemos tener fe y confianza para hoy. No se nos pide que vivamos más de un día a la vez. El que da fortaleza para hoy, dará fortaleza para mañana.­ ST 5 de noviembre de 1902; (HP 269).
Fortaleza para cada prueba.-
Nuestro Padre celestial mide y pesa cada prueba antes de permitir que le sobrevengan al creyente. Considera las circunstancias y la fortaleza del que va a soportar la prueba de Dios, y nunca permite que las tentaciones sean mayores que su capacidad de resistencia. Si el alma se ve sobrepasada y la persona es vencida, nunca debe ponerse esto a la cuenta de Dios, como que no proporcionó la fortaleza de su gracia, sino que ello va a la cuenta del tentado, que no fue vigilante ni se dedicó a la oración, ni se apropió por la fe de las provisiones que Dios había atesorado en abundancia para él. Cristo nunca le ha fallado a un creyente en su hora de conflicto. El creyente debe reclamar la promesa y hacer frente al enemigo en el nombre del Señor, y no conocerá nada que se parezca al fracaso.­ Ms 6, 1889.

(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

XI) LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 49. El Pesar


Quebrantan las fuerzas vitales.-
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte. . . El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida.­ MC 185 (1905).
Impide la circulación.-
El pesar disminuye la circulación en los vasos sanguíneos y los nervios, y también retarda la acción del hígado. Obstaculiza el proceso de la digestión y la nutrición, y tiene la tendencia de secar la médula [sustancia interior] de todo el organismo.­ Carta 1, 1883.
No pueden remediar ni un solo mal.-
Si bien el pesar y la ansiedad no pueden remediar un solo mal, pueden causar mucho daño; pero la alegría y la esperanza, mientras iluminan la senda de los demás, "son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne" (Prov. 4: 22).­ HAd 391 (1885).

Se ha hecho provisión para cada circunstancia.-
No hemos  de consentir en que el futuro, con sus dificultosos problemas y sus perspectivas nada halagüeñas, nos debilite el corazón, haga flaquear nuestras rodillas y nos corte los brazos. "Echen mano. . . de mi fortaleza ­ dice el Poderoso,­ y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!" (Isa. 27: 5, VM). Los que dedican su vida a ser dirigidos por Dios y a servirlo, no se verán jamás en situación para la cual él no haya provisto el remedio. Cualquiera sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra, tenemos un Guía que nos señala el camino; cualquiera sea nuestra perplejidad, tenemos un buen Consejero; cualquiera sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros.­ MC 192 (1905).
Cuando se anticipan las dificultades, se duplica el peso de la carga.-
Estamos en un mundo donde impera el sufrimiento. Dificultades, pruebas y tristezas nos esperan a cada paso mientras vamos hacia la patria celestial. Pero muchos agravan el peso de la vida al cargarse continuamente de antemano con aflicciones. Si encuentran adversidad o desengaño en su camino, se figuran que todo marcha hacia la ruina, que su suerte es la más dura de todas, y que se hunden seguramente en la miseria. Así atraen la desdicha y arrojan sombras sobre cuanto los rodea. La vida se vuelve una carga para ellos.
Pero no es menester que así sea. Tendrán que hacer un esfuerzo resuelto para cambiar el curso de sus pensamientos. Pero el cambio es realizable. Su felicidad, para esta vida y para la venidera, depende de que fijen su atención en cosas alegres. Dejen ya de contemplar los cuadros lóbregos de su imaginación; consideren más bien los beneficios que Dios esparció en su senda, y más allá de éstos, los invisibles y eternos.­ MC 191 (1905).
Cuando se proyecta una sombra.-
No es bueno reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, hablar de estos recuerdos y llorarlos  hasta estar abrumados de desaliento. Un alma desalentada está llena de tinieblas, impide que a su propio corazón llegue la luz divina, y proyecta sombra en el camino de los otros.­ CC 119 (1892).

Hablemos más de las bendiciones y menos de las pruebas.-
Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata. Nunca dejará ni olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y habláramos menos de nuestras pruebas, y más de la misericordia y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a una buena parte de nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis que estáis entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, convirtamos la prueba en un canto de gozo.
Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con una perspectiva tan oscura delante de mí, con esta carga de aflicción y dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las aflicciones terrenales del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? El maravilloso amor de Dios manifestado en el don de su amado Hijo, ¿no debería ser constantemente un tema de gozo? Cuando llevemos nuestras peticiones al trono de la gracia, no olvidemos de ofrecer también himnos de agradecimiento. "El que sacrifica alabanza me honrará" (Sal. 50: 23). La vida eterna de nuestro Salvador nos proporciona un motivo constante de gratitud y alabanza.­ 2MS 307 (1881).
Dejen a un lado ese dolor incontrolable (consejo a una familia doliente).-
Tal como Job, Uds. creían que tenían razón para estar apesadumbrados y no querían que se los consolara. ¿Era razonable eso? Uds. saben que la muerte es un poder que no se puede resistir; no obstante, han llevado sus vidas al borde de la inutilidad como consecuencia de ese pesar que no conduce a nada. Los sentimientos de Uds. han sido poco menos que rebelión contra Dios. Vi que todos Uds. se concentraban en su dolor, y daban rienda suelta a sus sentimientos y a su excitación, hasta que sus ruidosas  demostraciones de pesar inducían a los ángeles a ocultar sus rostros y a apartarse de ese lugar.
Mientras daban rienda suelta a sus sentimientos, ¿se acordaron de que tienen un Padre en el cielo que dio a su Hijo unigénito para que muriera por nosotros, de manera que la muerte no fuera un sueño eterno? ¿Recordaron que el Señor de la vida y la gloria pasó por la tumba y la iluminó con su presencia? El discípulo amado dijo: "Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". El apóstol sabía muy bien de qué estaba hablando cuando escribió estas palabras; pero cuando Uds. le dan rienda suelta a ese dolor incontrolable, ¿es consistente la conducta de Uds. con el consuelo que expresan?­ 5T 313 (1885).
Concentrarse en uno mismo es egoísmo (consejo a un pastor afligido).-
Ahora bien, Hno._______, es una especie de egoísmo de su parte mantener la mente concentrada en Ud. mismo. Esto no se parece en nada a lo que dijo el apóstol Pablo, que aunque era un hombre con debilidades, él mismo no era para nada el tema de sus pensamientos. Pasó por pruebas que Ud. nunca ha experimentado y nunca tendrá que soportar, y sin embargo apartó sus pensamientos de ellas; no se concentró en ellas sino que magnificó la gracia de Dios.
Su esposa fue objeto de enfermedad y muerte. Su pesar fue tan intenso como todas sus demás dificultades. Ud. estrechó el pesar junto a su pecho; le gustaba concentrarse en él, y permitió que su mente y sus pensamientos se ocuparan egoístamente de su pesar, y como consecuencia de ello su salud sufrió. Después falleció su hija y ciertamente ese fue un golpe terrible, pero otros han pasado por lo mismo bajo circunstancias mucho más difíciles. Ud. permitió que esta aflicción lo hiciera perder el control; se concentró en ella, habló acerca de ella, oprimió su alma con un asunto que no puede cambiar ni impedir. Es pecado encarar cualquiera de esas aflicciones como Ud. lo ha hecho. Yo sé de qué estoy hablando. Si se permite que la mente se sumerja en una nube de pesar, el alimento no se digiere y como resultado de ello el organismo no se nutre bien.­ Carta 1, 1883.

El pesar hace que la sangre acuda al cerebro (una experiencia personal).-
Mientras me dedicaba a hablar y a escribir, recibí cartas desanimadoras de Battle Creek. Al leerlas sentí una inexpresable depresión de espíritu, que casi era agonía mental, y me pareció que por un corto lapso paralizó mis energías vitales. Durante tres noches casi no dormí. Mis pensamientos estaban perturbados y perplejos.
Oculté mis sentimientos lo mejor que pude de mi esposo y de la familia de simpatizantes con la cual estábamos. Nadie se enteró de mi pesar ni de mi aflicción mental cuando me unía con la familia en los cultos matutinos y vespertinos, y trataba de despositar mi preocupación en el gran Portador de cargas. Pero mis peticiones provenían de un corazón abrumado por la angustia, y mis oraciones estaban rotas y desarticuladas por causa de un dolor incontrolable. La sangre acudía a mi cerebro, y con frecuencia me causaba mareos y casi me caía. A menudo tenía hemorragias nasales, especialmente después de hacer un esfuerzo para escribir. Me veía obligada a dejar de escribir, pero no podía desligarme de la carga de ansiedad y responsabilidad que yacía sobre mí.­ 1T 576, 577 (1867).
Qué hacer con el pesar.-
¿Se siente hoy lleno de pesar? Fije sus ojos en el Sol de justicia. No trate de solucionar todas las dificultades; en cambio, vuelva su rostro a la luz, al trono de Dios. ¿Qué ve allí? El arco iris del pacto, la viviente promesa de Dios. Debajo está el propiciatorio, y quien se apropia de las provisiones de misericordia que han sido hechas, y se apodera de los méritos de la vida y la muerte de Cristo, tiene en el arco iris de la promesa la bendita seguridad de la aceptación del Padre mientras exista el trono de Dios.
Lo que usted necesita es fe. No permita que su fe vacile. Libre la buena batalla de la fe y eche mano de la vida eterna Será una batalla tremenda, pero líbrela a cualquier costo, porque las promesas de Dios son sí y amen en Cristo Jesús. Ponga su mano en la de Cristo. Habrá dificultades que vencer, pero ángeles que sobresalen en fortaleza cooperarán con el pueblo de Dios. Dirija su mirada hacia Sion, ábrase paso hacia la ciudad de las solemnidades. Una gloriosa corona y una túnica tejida en el telar del cielo aguardan al vencedor. Aunque Satanás proyecte su sombra infernal sobre su senda, y trate de ocultar de su vista la mística escalera que se extiende entre la tierra y el trono de Dios, por la cual ascienden y descienden los ángeles que son espíritus ministradores para los que serán herederos de la salvación, ábrase paso hacia las alturas, ponga firmemente su pie en un peldaño tras otro, y avance en dirección del trono del Infinito.­ Ms 23, sin fecha.
Los simpatizantes no siempre son amigos.-
Si los que lo rodean pertenecen a esa clase de gente que no trata de desviar su conversación ni el curso de sus pensamientos; si simpatizan con todas sus impresiones como si fueran realidad, mientras menos trato tenga con ellos, mejor. No son amigos suyos, sino sus peores enemigos. El Señor querría que Ud. fuera alegre. Ud. ha sepultado algunos amigos queridos; lo mismo me ha ocurrido a mí; pero no me atrevo a preguntar: ¿Por qué me has arrojado al horno? ¿Por qué he tenido que pasar por aflicciones una y otra vez? La respuesta me llega por medio de estas palabras: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después" (Juan 13: 7).
Los propósitos de Dios a menudo están velados en misterio; son incomprensibles para las mentes finitas; pero el que ve el fin desde el principio sabe más que nosotros. Lo que necesitamos es purificarnos de todo lo terrenal, perfeccionar nuestro carácter cristiano para que seamos investidos del manto de la justicia de Cristo.­ Carta 1, 1883.

El trabajo en favor de los demás disminuye el dolor.-
El apóstol [Pablo] se olvidó de los sufrimientos que lo aguardaban gracias a su solicitud por los que iba a dejar solos, para que hicieran frente al prejuicio, el odio y la persecución. Trató de fortalecer y animar a los pocos cristianos que lo acompañaron al lugar de su ejecución, mediante la repetición de las promesas dadas a los que son perseguidos por causa de la justicia. Les aseguró que nada les faltaría de todo lo que el Señor había dicho con respecto a sus hijos probados y fieles.
Por un poco de tiempo ellos pueden estar abrumados por muchas tentaciones; pueden estar desprovistos de comodidades terrenales; pero pueden animar sus corazones con la seguridad de la fidelidad de Dios, al decir: "Yo sé en quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día". La noche de prueba y sufrimiento pronto pasará, y entonces amanecerá la mañana feliz de paz y perfección.­ RH, 4 de enero de 1912.
Los mejores consoladores.-
Los que han padecido las mayores aflicciones, con frecuencia son los que están en condiciones de proporcionar mayor consuelo a otros, porque irradian luz dondequiera que vayan. Tales personas han sido purificadas y suavizadas por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los problemas las asediaban, sino que se refugiaron más profundamente en su amor protector. Tales personas constituyen una prueba viviente del tierno cuidado de Dios, quien produce tanto las tinieblas como la luz, y castiga para nuestro bien. Cristo es la luz del mundo, y en él no hay tinieblas. ¡Oh, luz preciosa! ¡Vivamos en la luz! Decid adiós a la tristeza y la aflicción. Regocijaos siempre en el Señor; vuelvo a deciros: Regocijaos.­ 2MS 313, 314 (1877).
Un antídoto para el pesar.-
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo en Galaad, y también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escrituras como nunca  antes? Buscad al Señor para que os proporcione sabiduría para cada emergencia. En cada prueba rogad a Jesús que os muestre el camino que os hará salir de vuestros problemas, y entonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el remedio y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su Palabra.
En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros a lamentaros y a ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe, esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará un claro discernimiento para que veáis y os apropiéis de cada bendición que servirá de antídoto contra la aflicción, como una rama sanadora para cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios. Cada gota de amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están tan mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un gozo humilde y santificado.­ 2MS 312, 313 (1894).

La separación de Dios produce angustia en el alma.-
La angustia de la separación del favor de su Padre fue lo que hizo que los sufrimientos de Cristo fueran tan agudos. Cuando la agonía del alma descendió sobre él, "era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Luc. 22: 44). Su terrible angustia, producida por el pensamiento de que en su hora de necesidad Dios lo había abandonado, preanuncia la angustia que va a sentir el pecador cuando se dé cuenta, demasiado tarde, de que el Espíritu de Dios se ha apartado de él.­ Ms 134, 1905.
Lo entenderemos cuando estemos en el paraíso.-
La tierra tiene una historia que el hombre no comprenderá hasta que camine con el Redentor en el paraíso de Dios. "Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7: 17).­ Ms 28, 1898.

 (Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)