sábado, 5 de enero de 2013

XI) LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 50. La Preocupación Y La Ansiedad


Lo que mata es la preocupación, no el trabajo.-
No es el trabajo lo que mata, sino la preocupación. La única manera de evitar la preocupación consiste en llevarle todas nuestras tribulaciones a Cristo. No contemplemos el lado oscuro de las cosas. Cultivemos la alegría de espíritu.­ Carta 208, 1903.
No nos concentremos en las dificultades.-
Algunos temen siempre y toman preocupaciones prestadas. Todos los días disfrutan de las pruebas del amor de Dios, todos los días gozan de las bondades de su providencia, pero pasan por alto estas bendiciones presentes. Sus mentes están siempre espaciándose en algo desagradable que temen pueda venir. Puede ser que realmente existan algunas dificultades que, aunque pequeñas, ciegan sus ojos a las muchas bendiciones que demandan gratitud. Las dificultades con que tropiezan, en vez de guiarlos a Dios, única fuente de ayuda, los alejan de él, porque les despiertan desasosiego y pesar. CC 123 (1892).
La preocupación añade peso a la carga.-
Temo mucho que estemos en peligro, por preocuparnos en fabricar yugos para  nuestros cuellos. No nos preocupemos; porque si lo hacemos llevaremos el yugo pesado y la gravosa carga. Hagamos todo lo que podamos sin preocuparnos, confiando en Cristo. Estudiemos sus palabras: "Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mat. 21: 22). Estas palabras son la garantía de que todo lo que un Salvador omnipotente puede concedernos, será dado a los que confían en él. Como mayordomos de la gracia del cielo, debemos pedir con fe, y entonces esperar confiadamente la salvación de Dios. No debemos adelantarnos a él, para tratar de lograr lo que deseamos mediante nuestro propio esfuerzo. Debemos pedir en su nombre, y acto seguido debemos actuar como si creyéramos en su eficiencia.­ Carta 123, 1904.

No es la voluntad de Dios.-
No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de las preocupaciones.­ CC 124 (1892).
La ansiedad produce enfermedad.-
Cuando el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila presentar a Dios las necesidades del enfermo, según lo indique el Espíritu Santo. Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él como si no hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a su Hijo amado. Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, debe alentarse al enfermo a que confíe en Dios y tenga ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán mejores perspectivas de sanar; pues "el ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia" (Sal. 33: 18, VM).­ MC 174, 175 (1905).
No se preocupe más (consejo a una amiga que estaba por morir).-
Me preocupo constantemente por su caso, y me aflige que tenga pensamientos perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso estuviera a mi alcance. ¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador, tantas veces de ayuda en momentos  de necesidad? No contriste al Espíritu Santo, sino que deje de preocuparse. Esto es lo que usted ha dicho muchas veces a otros. Permita que la consuelen las palabras de los que no están enfermos como usted lo está. Mi oración es que el Señor la ayude.­ 2MS 290 (1904).

Al preocuparnos nos alejamos de los brazos de Jesús.-
Si educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor, mayor paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial, tendremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los conflictos de esta vida. El Señor no se agrada de que nos irritemos y preocupemos, lejos de los brazos de Jesús. El es la única fuente de toda gracia, el cumplimiento de cada promesa, la realización de toda bendición. . . Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje realmente sería solitario. El nos dice: "No os dejaré huérfanos" (Juan 14: 18). Apreciemos estas palabras, creamos en sus promesas, repitámoslas cada día, meditemos en ellas durante la noche y seamos felices.­ NEV 122 (1893).
Descansemos en el amor de Cristo.-
Apartémonos de las encrucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y vayamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde obtendremos fuerza para continuar la lucha; allí es donde aprenderemos a reducir nuestros afanes y a loar a Dios. Aprendan de Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él paz y reposo.­ 3JT 109 (1902).
La responsabilidad de Dios y la nuestra.-
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar  peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.­ DMJ 85 (1896).

Cuidado y ansiedad pedidos en préstamo.-
Hay seguridad cuando se confía en Dios continuamente; no existirá un temor constante de males futuros. Estos cuidados y ansiedades prestados desaparecerán. Tenemos un Padre celestial que se preocupa por sus hijos, y quiere que su gracia sea suficiente en todo momento de necesidad, y así lo hace.­ 2T 72 (1868).
Dejemos el futuro en las manos de Dios.-
Aunque se suplan sus necesidades presentes, muchos se niegan a confiar en Dios para el futuro, y viven en constante ansiedad por el temor de que los alcance la pobreza, y de que sus hijos tengan que sufrir a causa de ellos. Algunos están siempre en espera del mal, o agrandan de tal manera las dificultades reales, que sus ojos se incapacitan para ver las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los obstáculos que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de Dios, única fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan inquietud y quejas. . .
Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales.­ PP 299 (1890).
Una ansiedad indebida.-
Dios no condena la prudencia y  la previsión en el uso de las cosas de esta vida, pero la preocupación febril y la ansiedad indebida con respecto a las cosas mundanas no están de acuerdo con su voluntad.­ CMC 165 (1887).

La ansiedad debilita la energía física.-
Las pruebas y penurias sufridas por Pablo habían socavado sus fuerzas físicas.­ HAp 403 (1911).
Cristianos con corazones ansiosos.-
Muchos de los que profesan seguir a Cristo se sienten angustiados, porque temen confiarse a Dios. No se han entregado por completo a él, y retroceden ante las consecuencias que semejante entrega podría implicar. Pero a menos que se entreguen así a Dios no podrán hallar paz.­ MC 381 (1905).
Minuto a minuto.-
Hay algo acerca de lo cual quiero advertirlos. No se entristezcan ni se preocupen; no vale la pena hacerlo. No traten de hacer demasiado. Si no tratan de hacer demasiado, lograrán hacer mucho más que si intentan llevar a cabo numerosos planes. Recuerden siempre las palabras de Cristo: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mar. 14: 38). Cristo es el Salvador personal de Uds. crean que su poder salvador se ejerce en favor de Uds. minuto a minuto, hora tras hora. Está al lado de Uds. en todo momento de necesidad.­ Carta 150, 1903.
No crucemos los puentes antes de tiempo.-
Ahora queremos actuar como individuos redimidos por la sangre de Cristo; debemos regocijarnos en esa sangre y en el perdón de los pecados. Esto es lo que tenemos que hacer y quiera Dios ayudarnos a apartar nuestras mentes de las escenas lúgubres y pensar en las cosas que nos van a dar luz. Quiero mencionar ahora otro texto: "Por nada estéis afanosos" (Fil. 4: 6). ¿Qué significa esto? ¡Vaya! Que no crucemos el puente antes de haber llegado a él. No nos fabriquemos un tiempo de angustia antes de que éste llegue. Vamos a llegar a  él a su tiempo, hermanos. Tenemos que pensar en el día de hoy, y si hacemos bien las tareas de hoy, estaremos listos para los deberes de mañana.­ Ms 7, 1888.

Tratando de alcanzar las normas del mundo.-
Son muchos aquellos cuyo corazón se conduele bajo una carga de congojas, porque tratan de alcanzar la norma del mundo. Han elegido su servicio, aceptado sus perplejidades, adoptado sus costumbres. Así su carácter queda mancillado y su vida convertida en carga agobiadora. A fin de satisfacer la ambición y los deseos mundanales, hieren la conciencia y traen sobre si una carga adicional de remordimiento. La congoja continua desgasta las fuerzas vitales.
Nuestro Señor desea que pongan a un lado ese yugo de servidumbre. Los invita a aceptar su yugo, y dice: "Mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Los invita a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y les promete que todas las cosas que les sean necesarias para esta vida les serán añadidas.
La congoja es ciega y no puede discernir lo futuro; pero Jesús ve el fin desde el principio. En toda dificultad, tiene un camino preparado para traer alivio.­ DTG 297 (1898).
La fe puede ser invencible.-
No os acongojéis. Mirando las apariencias, quejándoos cuando se presentan dificultades, dais pruebas de una fe débil y enfermiza. Por vuestras palabras y acciones, demostrad, al contrario, que vuestra fe es invencible. El Señor posee recursos innumerables. El mundo entero le pertenece. Mirad a Aquel que posee luz, potencia y capacidad. El bendecirá a todos aquellos que traten de comunicar luz y amor.­ 3JT 192 (1902).
Las plantas no crecen como resultado de la preocupación o el esfuerzo consciente.-
En vez de afligiros con la idea de que no estáis creciendo en gracia, cumplid cada obligación que se os presente, llevad el peso de las almas en vuestro corazón, y tratad de salvar a los perdidos por todos los  medios imaginables. Sed bondadosos, corteses y compasivos; hablad con humildad de la bendita esperanza: hablad del amor de Jesús; dad a conocer su bondad, su misericordia y justicia; dejad de preocuparos y pensad si crecéis o no. Las plantas no crecen nutridas por algún esfuerzo consciente. . . La planta no se angustia constantemente acerca de su crecimiento. No hace más que crecer bajo la vigilancia divina.­ MeM 106 (1898).

El remedio para la ansiedad.-
Y Dios cuida y sostiene todas las cosas que ha creado. . . No se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay sonrisa que para él pase inadvertida.
Si creyéramos plenamente esto, toda ansiedad indebida desaparecería. Nuestras vidas no estarían tan llenas de desengaños como ahora; porque cada cosa, grande o pequeña, debe dejarse en las manos de Dios, quien no se confunde por la multiplicidad de los cuidados, ni se abruma por su peso. Gozaríamos entonces del reposo del alma al cual muchos han sido por largo tiempo extraños.­ CC 85 (1892).
La fe disipa la ansiedad.-
Todos anhelamos la felicidad, pero muchos rara vez la encuentran debido a los métodos equivocados que usan al perseguirla en vez de luchar por ella. Debemos luchar ardientemente y combinar nuestros deseos con la fe. Entonces la felicidad nos embargará casi impensadamente. . . Cuando podamos, por desagradables que sean las circunstancias, reposemos confiadamente en su amor y encerrémonos con él, descansando apaciblemente en su ternura, y la sensación de su presencia nos inspirará un gozo profundo y sereno. Este proceso nos conferirá una fe que nos capacitará para no inquietarnos, ni afligirnos, sino para apoyarnos en un poder que es infinito.­ MeM 189 (1897).
El principio básico.-
Los que aceptan el principio de dar al servicio y la honra de Dios el lugar supremo, verán desvanecerse las perplejidades y percibirán una clara senda delante de sus pies.­ DTG 297 (1898).

Vivir un día a la vez: un principio de máxima importancia.-
El fiel cumplimiento de los deberes de hoy es la mejor preparación para las pruebas de mañana. No amontonemos las eventualidades y los cuidados de mañana para añadirlos a la carga de hoy. "Basta al día su afán" (Mat. 6: 34).­ MC 382 (1905).
Disponemos solamente de un día a la vez, y en él hemos de vivir para Dios. Por ese solo día, mediante el servicio consagrado, hemos de confiar en la mano de Cristo todos nuestros planes y propósitos, depositando en él todas las cuitas, porque él cuida de nosotros. "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" (Jer. 29: 11; Isa. 30: 15).­ DMJ 86 (1896).
No nos volvamos miserables por causa de las cargas de mañana. Llevemos valiente y alegremente las cargas de hoy. Debemos tener fe y confianza para hoy. No se nos pide que vivamos más de un día a la vez. El que da fortaleza para hoy, dará fortaleza para mañana.­ ST 5 de noviembre de 1902; (HP 269).
Fortaleza para cada prueba.-
Nuestro Padre celestial mide y pesa cada prueba antes de permitir que le sobrevengan al creyente. Considera las circunstancias y la fortaleza del que va a soportar la prueba de Dios, y nunca permite que las tentaciones sean mayores que su capacidad de resistencia. Si el alma se ve sobrepasada y la persona es vencida, nunca debe ponerse esto a la cuenta de Dios, como que no proporcionó la fortaleza de su gracia, sino que ello va a la cuenta del tentado, que no fue vigilante ni se dedicó a la oración, ni se apropió por la fe de las provisiones que Dios había atesorado en abundancia para él. Cristo nunca le ha fallado a un creyente en su hora de conflicto. El creyente debe reclamar la promesa y hacer frente al enemigo en el nombre del Señor, y no conocerá nada que se parezca al fracaso.­ Ms 6, 1889.

(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

XI) LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 49. El Pesar


Quebrantan las fuerzas vitales.-
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte. . . El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida.­ MC 185 (1905).
Impide la circulación.-
El pesar disminuye la circulación en los vasos sanguíneos y los nervios, y también retarda la acción del hígado. Obstaculiza el proceso de la digestión y la nutrición, y tiene la tendencia de secar la médula [sustancia interior] de todo el organismo.­ Carta 1, 1883.
No pueden remediar ni un solo mal.-
Si bien el pesar y la ansiedad no pueden remediar un solo mal, pueden causar mucho daño; pero la alegría y la esperanza, mientras iluminan la senda de los demás, "son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne" (Prov. 4: 22).­ HAd 391 (1885).

Se ha hecho provisión para cada circunstancia.-
No hemos  de consentir en que el futuro, con sus dificultosos problemas y sus perspectivas nada halagüeñas, nos debilite el corazón, haga flaquear nuestras rodillas y nos corte los brazos. "Echen mano. . . de mi fortaleza ­ dice el Poderoso,­ y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!" (Isa. 27: 5, VM). Los que dedican su vida a ser dirigidos por Dios y a servirlo, no se verán jamás en situación para la cual él no haya provisto el remedio. Cualquiera sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra, tenemos un Guía que nos señala el camino; cualquiera sea nuestra perplejidad, tenemos un buen Consejero; cualquiera sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros.­ MC 192 (1905).
Cuando se anticipan las dificultades, se duplica el peso de la carga.-
Estamos en un mundo donde impera el sufrimiento. Dificultades, pruebas y tristezas nos esperan a cada paso mientras vamos hacia la patria celestial. Pero muchos agravan el peso de la vida al cargarse continuamente de antemano con aflicciones. Si encuentran adversidad o desengaño en su camino, se figuran que todo marcha hacia la ruina, que su suerte es la más dura de todas, y que se hunden seguramente en la miseria. Así atraen la desdicha y arrojan sombras sobre cuanto los rodea. La vida se vuelve una carga para ellos.
Pero no es menester que así sea. Tendrán que hacer un esfuerzo resuelto para cambiar el curso de sus pensamientos. Pero el cambio es realizable. Su felicidad, para esta vida y para la venidera, depende de que fijen su atención en cosas alegres. Dejen ya de contemplar los cuadros lóbregos de su imaginación; consideren más bien los beneficios que Dios esparció en su senda, y más allá de éstos, los invisibles y eternos.­ MC 191 (1905).
Cuando se proyecta una sombra.-
No es bueno reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, hablar de estos recuerdos y llorarlos  hasta estar abrumados de desaliento. Un alma desalentada está llena de tinieblas, impide que a su propio corazón llegue la luz divina, y proyecta sombra en el camino de los otros.­ CC 119 (1892).

Hablemos más de las bendiciones y menos de las pruebas.-
Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata. Nunca dejará ni olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y habláramos menos de nuestras pruebas, y más de la misericordia y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a una buena parte de nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis que estáis entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, convirtamos la prueba en un canto de gozo.
Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con una perspectiva tan oscura delante de mí, con esta carga de aflicción y dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las aflicciones terrenales del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? El maravilloso amor de Dios manifestado en el don de su amado Hijo, ¿no debería ser constantemente un tema de gozo? Cuando llevemos nuestras peticiones al trono de la gracia, no olvidemos de ofrecer también himnos de agradecimiento. "El que sacrifica alabanza me honrará" (Sal. 50: 23). La vida eterna de nuestro Salvador nos proporciona un motivo constante de gratitud y alabanza.­ 2MS 307 (1881).
Dejen a un lado ese dolor incontrolable (consejo a una familia doliente).-
Tal como Job, Uds. creían que tenían razón para estar apesadumbrados y no querían que se los consolara. ¿Era razonable eso? Uds. saben que la muerte es un poder que no se puede resistir; no obstante, han llevado sus vidas al borde de la inutilidad como consecuencia de ese pesar que no conduce a nada. Los sentimientos de Uds. han sido poco menos que rebelión contra Dios. Vi que todos Uds. se concentraban en su dolor, y daban rienda suelta a sus sentimientos y a su excitación, hasta que sus ruidosas  demostraciones de pesar inducían a los ángeles a ocultar sus rostros y a apartarse de ese lugar.
Mientras daban rienda suelta a sus sentimientos, ¿se acordaron de que tienen un Padre en el cielo que dio a su Hijo unigénito para que muriera por nosotros, de manera que la muerte no fuera un sueño eterno? ¿Recordaron que el Señor de la vida y la gloria pasó por la tumba y la iluminó con su presencia? El discípulo amado dijo: "Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". El apóstol sabía muy bien de qué estaba hablando cuando escribió estas palabras; pero cuando Uds. le dan rienda suelta a ese dolor incontrolable, ¿es consistente la conducta de Uds. con el consuelo que expresan?­ 5T 313 (1885).
Concentrarse en uno mismo es egoísmo (consejo a un pastor afligido).-
Ahora bien, Hno._______, es una especie de egoísmo de su parte mantener la mente concentrada en Ud. mismo. Esto no se parece en nada a lo que dijo el apóstol Pablo, que aunque era un hombre con debilidades, él mismo no era para nada el tema de sus pensamientos. Pasó por pruebas que Ud. nunca ha experimentado y nunca tendrá que soportar, y sin embargo apartó sus pensamientos de ellas; no se concentró en ellas sino que magnificó la gracia de Dios.
Su esposa fue objeto de enfermedad y muerte. Su pesar fue tan intenso como todas sus demás dificultades. Ud. estrechó el pesar junto a su pecho; le gustaba concentrarse en él, y permitió que su mente y sus pensamientos se ocuparan egoístamente de su pesar, y como consecuencia de ello su salud sufrió. Después falleció su hija y ciertamente ese fue un golpe terrible, pero otros han pasado por lo mismo bajo circunstancias mucho más difíciles. Ud. permitió que esta aflicción lo hiciera perder el control; se concentró en ella, habló acerca de ella, oprimió su alma con un asunto que no puede cambiar ni impedir. Es pecado encarar cualquiera de esas aflicciones como Ud. lo ha hecho. Yo sé de qué estoy hablando. Si se permite que la mente se sumerja en una nube de pesar, el alimento no se digiere y como resultado de ello el organismo no se nutre bien.­ Carta 1, 1883.

El pesar hace que la sangre acuda al cerebro (una experiencia personal).-
Mientras me dedicaba a hablar y a escribir, recibí cartas desanimadoras de Battle Creek. Al leerlas sentí una inexpresable depresión de espíritu, que casi era agonía mental, y me pareció que por un corto lapso paralizó mis energías vitales. Durante tres noches casi no dormí. Mis pensamientos estaban perturbados y perplejos.
Oculté mis sentimientos lo mejor que pude de mi esposo y de la familia de simpatizantes con la cual estábamos. Nadie se enteró de mi pesar ni de mi aflicción mental cuando me unía con la familia en los cultos matutinos y vespertinos, y trataba de despositar mi preocupación en el gran Portador de cargas. Pero mis peticiones provenían de un corazón abrumado por la angustia, y mis oraciones estaban rotas y desarticuladas por causa de un dolor incontrolable. La sangre acudía a mi cerebro, y con frecuencia me causaba mareos y casi me caía. A menudo tenía hemorragias nasales, especialmente después de hacer un esfuerzo para escribir. Me veía obligada a dejar de escribir, pero no podía desligarme de la carga de ansiedad y responsabilidad que yacía sobre mí.­ 1T 576, 577 (1867).
Qué hacer con el pesar.-
¿Se siente hoy lleno de pesar? Fije sus ojos en el Sol de justicia. No trate de solucionar todas las dificultades; en cambio, vuelva su rostro a la luz, al trono de Dios. ¿Qué ve allí? El arco iris del pacto, la viviente promesa de Dios. Debajo está el propiciatorio, y quien se apropia de las provisiones de misericordia que han sido hechas, y se apodera de los méritos de la vida y la muerte de Cristo, tiene en el arco iris de la promesa la bendita seguridad de la aceptación del Padre mientras exista el trono de Dios.
Lo que usted necesita es fe. No permita que su fe vacile. Libre la buena batalla de la fe y eche mano de la vida eterna Será una batalla tremenda, pero líbrela a cualquier costo, porque las promesas de Dios son sí y amen en Cristo Jesús. Ponga su mano en la de Cristo. Habrá dificultades que vencer, pero ángeles que sobresalen en fortaleza cooperarán con el pueblo de Dios. Dirija su mirada hacia Sion, ábrase paso hacia la ciudad de las solemnidades. Una gloriosa corona y una túnica tejida en el telar del cielo aguardan al vencedor. Aunque Satanás proyecte su sombra infernal sobre su senda, y trate de ocultar de su vista la mística escalera que se extiende entre la tierra y el trono de Dios, por la cual ascienden y descienden los ángeles que son espíritus ministradores para los que serán herederos de la salvación, ábrase paso hacia las alturas, ponga firmemente su pie en un peldaño tras otro, y avance en dirección del trono del Infinito.­ Ms 23, sin fecha.
Los simpatizantes no siempre son amigos.-
Si los que lo rodean pertenecen a esa clase de gente que no trata de desviar su conversación ni el curso de sus pensamientos; si simpatizan con todas sus impresiones como si fueran realidad, mientras menos trato tenga con ellos, mejor. No son amigos suyos, sino sus peores enemigos. El Señor querría que Ud. fuera alegre. Ud. ha sepultado algunos amigos queridos; lo mismo me ha ocurrido a mí; pero no me atrevo a preguntar: ¿Por qué me has arrojado al horno? ¿Por qué he tenido que pasar por aflicciones una y otra vez? La respuesta me llega por medio de estas palabras: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después" (Juan 13: 7).
Los propósitos de Dios a menudo están velados en misterio; son incomprensibles para las mentes finitas; pero el que ve el fin desde el principio sabe más que nosotros. Lo que necesitamos es purificarnos de todo lo terrenal, perfeccionar nuestro carácter cristiano para que seamos investidos del manto de la justicia de Cristo.­ Carta 1, 1883.

El trabajo en favor de los demás disminuye el dolor.-
El apóstol [Pablo] se olvidó de los sufrimientos que lo aguardaban gracias a su solicitud por los que iba a dejar solos, para que hicieran frente al prejuicio, el odio y la persecución. Trató de fortalecer y animar a los pocos cristianos que lo acompañaron al lugar de su ejecución, mediante la repetición de las promesas dadas a los que son perseguidos por causa de la justicia. Les aseguró que nada les faltaría de todo lo que el Señor había dicho con respecto a sus hijos probados y fieles.
Por un poco de tiempo ellos pueden estar abrumados por muchas tentaciones; pueden estar desprovistos de comodidades terrenales; pero pueden animar sus corazones con la seguridad de la fidelidad de Dios, al decir: "Yo sé en quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día". La noche de prueba y sufrimiento pronto pasará, y entonces amanecerá la mañana feliz de paz y perfección.­ RH, 4 de enero de 1912.
Los mejores consoladores.-
Los que han padecido las mayores aflicciones, con frecuencia son los que están en condiciones de proporcionar mayor consuelo a otros, porque irradian luz dondequiera que vayan. Tales personas han sido purificadas y suavizadas por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los problemas las asediaban, sino que se refugiaron más profundamente en su amor protector. Tales personas constituyen una prueba viviente del tierno cuidado de Dios, quien produce tanto las tinieblas como la luz, y castiga para nuestro bien. Cristo es la luz del mundo, y en él no hay tinieblas. ¡Oh, luz preciosa! ¡Vivamos en la luz! Decid adiós a la tristeza y la aflicción. Regocijaos siempre en el Señor; vuelvo a deciros: Regocijaos.­ 2MS 313, 314 (1877).
Un antídoto para el pesar.-
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo en Galaad, y también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escrituras como nunca  antes? Buscad al Señor para que os proporcione sabiduría para cada emergencia. En cada prueba rogad a Jesús que os muestre el camino que os hará salir de vuestros problemas, y entonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el remedio y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su Palabra.
En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros a lamentaros y a ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe, esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará un claro discernimiento para que veáis y os apropiéis de cada bendición que servirá de antídoto contra la aflicción, como una rama sanadora para cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios. Cada gota de amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están tan mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un gozo humilde y santificado.­ 2MS 312, 313 (1894).

La separación de Dios produce angustia en el alma.-
La angustia de la separación del favor de su Padre fue lo que hizo que los sufrimientos de Cristo fueran tan agudos. Cuando la agonía del alma descendió sobre él, "era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Luc. 22: 44). Su terrible angustia, producida por el pensamiento de que en su hora de necesidad Dios lo había abandonado, preanuncia la angustia que va a sentir el pecador cuando se dé cuenta, demasiado tarde, de que el Espíritu de Dios se ha apartado de él.­ Ms 134, 1905.
Lo entenderemos cuando estemos en el paraíso.-
La tierra tiene una historia que el hombre no comprenderá hasta que camine con el Redentor en el paraíso de Dios. "Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7: 17).­ Ms 28, 1898.

 (Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

XI) LOS PROBLEMAS EMOCIONALES: 48. “La Culpa”


La culpa malogra las fuerzas vitales.-
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte.­ MC 185 (1905).
Cómo liberarse de la culpa.-
Este sentimiento de culpa debe ser depositado a los pies de la cruz del Calvario. La sensación de pecaminosidad ha emponzoñado las fuentes de la vida y de la verdadera felicidad. Pero ahora Jesús le dice: Deposítalo todo en mí; yo tomaré tus pecados, te daré paz. No sigas destruyendo tu respeto propio, porque yo te he comprado por el precio de mi propia sangre. Eres mío; fortaleceré tu voluntad debilitada; eliminaré el remordimiento que te causa el pecado.
Por lo tanto, vuelva su corazón, tembloroso por causa de la incertidumbre, y aférrese de la esperanza que se le extiende. Dios acepta su corazón quebrantado y contrito. Le ofrece ampliamente el perdón. Le ofrece adoptarlo en el seno de su familia, y le ofrece su gracia que lo ayudará en sus debilidades; y el amado Jesús lo conducirá paso a paso si Ud. está dispuesto a poner su mano en la suya y dejar que lo guíe.­ Carta 38, 1887.
Jesús perdona a pesar de la culpa.-
Satanás trata de apartar nuestra mente del poderoso Ayudador para inducirnos a pensar en la degeneración de nuestra alma. Pero aunque Jesús ve la culpa del pasado, pronuncia palabras de perdón, y no debemos deshonrarlo dudando de su amor.­TM 518 (1914).

Su amor libera de la culpa.-
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libera al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.­ MC 78 (1905).
El mayor pecador necesita al mayor Salvador.-
Si Ud. cree que es el mayor de los pecadores, lo que necesita es Cristo; el mayor de los salvadores. Levante la cabeza y contemple fuera de sí mismo, más allá de su pecado, al Salvador levantado; más allá de la venenosa mordedura de la serpiente, al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.­ Carta 98, 1893.
El dará descanso.-
El llevó el peso de nuestra culpa. También quitará la carga de nuestros hombros cansados. Nos dará descanso. Llevará por nosotros la carga de nuestros cuidados y penas. Nos invita a echar sobre él todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón.­ MC 47 (1905).

No todos los pecados son de la misma magnitud.-
No todos los pecados son de igual magnitud delante de Dios; hay diferencia de pecados a su juicio, como la hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque este o aquel acto malo puedan parecer frívolos a los ojos de los hombres, ningún  pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imperfecto; mas Dios ve todas las cosas como realmente son. El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan muchísimas veces sin condenarse. Sin embargo, éstos son pecados que ofenden especialmente a Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad y así cierra el corazón a Cristo y a las infinitas bendiciones que él vino a derramar.­ CC 28, 29 (1892).
El culpable necesita un enfoque positivo.-
Nadie mejorará nunca mediante la acusación y la recriminación. Hablarle de su culpa al alma tentada no le inspirará la determinación de mejorar. Al equivocado y desanimado señálele a Aquel que es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que acuden a él. Muéstrele lo que puede llegar a ser. Dígale que en él no hay nada que lo pueda recomendar a Dios, pero que Cristo murió para que él pudiera ser aceptado por el Amado. Transmítale esperanza, mostrándole que en Cristo hay fuerza para obrar mejor. Ponga delante de él las posibilidades que el Cielo le da. Señálele las alturas que puede alcanzar. Ayúdele a aferrarse de la misericordia del Señor, a confiar en su poder perdonador. Jesús está esperando para tomarlo de la mano, para darle poder a fin de vivir una vida noble y virtuosa.­ Ms 2, 1903.
Satanás infunde sentimiento de culpa.-
El pueblo de Dios está representado aquí [Zacarías capítulo 3] por un criminal en el juicio. Josué, como sumo sacerdote, está pidiendo una bendición para su pueblo, que está en gran aflicción. Mientras está intercediendo delante de Dios, Satanás está a su diestra como adversario suyo. Acusa a los hijos de Dios,  y hace aparecer su caso tan desesperado como sea posible. Presenta delante del Señor sus malas acciones y defectos. Muestra sus faltas y fracasos, esperando que aparezcan de tal carácter a los ojos de Cristo que él no les preste ayuda en su gran necesidad. Josué, como representante del pueblo de Dios. está bajo la condenación, vestido de ropas inmundas. Consciente de los pecados de su pueblo, se siente abatido por el desaliento. Satanás oprime su alma con una sensación de culpabilidad que lo hace sentirse casi sin esperanza. Sin embargo, ahí está como suplicante, frente a la oposición de Satanás.­ PVGM 131 (ed. PP); 115 (ed. ACES) (1900).

No reclamó las promesas de Dios.-
Desde entonces he pensado que muchos de los pacientes internados en los asilos de enfermos mentales, fueron llevados allí por experiencias similares a la mía. Sus conciencias estaban heridas por la sensación de pecado, y su fe temblorosa no se atrevía a reclamar las promesas del perdón de Dios. Escuchaban las descripciones del infierno enseñado por la ortodoxia, hasta que les parecía que la misma sangre se les coagulaba en las venas, y grababa a fuego una impresión en las tablas de su memoria. Despiertos o dormidos, el terrible cuadro estaba siempre delante de ellos, hasta que la realidad se perdió en la imaginación. y sólo podían ver las llamas ondulantes de un infierno fabuloso, y podían oír sólo los agudos gritos de los condenados. La razón fue destronada, y el cerebro se llenó de la salvaje fantasía de un sueño terrible. Los que enseñan la doctrina del infierno eterno harían bien en investigar más detenidamente cuál es la autoridad que refrenda una creencia tan cruel.­ 1T 25, 26 (1855).
Las crisis a menudo indican la Fuente de fortaleza.-
Dios a menudo conduce a los hombres a una crisis para mostrarles cuáles son sus debilidades, y para señalarles la Fuente de la fortaleza. Si oran y velan en oración, y luchan con valentía, sus puntos débiles se convertirán en puntos fuertes.  La experiencia de Jacob contiene varias lecciones valiosas para nosotros. Dios le enseñó que con su propia fuerza nunca lograría la victoria, y que tenía que luchar con Dios para alcanzar fuerza de lo alto.­ Ms 2, 1903.
Recordemos la gracia de Cristo.-
Cuando Jacob pecó, engañando a Esaú, y huyó de la casa de su padre, estaba abrumado por el sentimiento de culpa. Solo y abandonado como estaba, separado de todo lo que le hacía preciosa la vida, el único pensamiento que sobre todos los otros oprimía su alma, era el temor de que su pecado lo hubiera apartado de Dios, que fuese abandonado del cielo.
En medio de su tristeza, se recostó para descansar sobre la tierra desnuda. Lo rodeaban sólo las solitarias montañas, y la bóveda celeste lo cubría con su manto de estrellas. Mientras dormía, una luz extraordinaria se le apareció en su sueño; y he aquí, de la llanura donde estaba recostado, una inmensa escalera simbólica parecía conducir a lo alto, hasta las mismas puertas del cielo, y los ángeles de Dios subían y descendían por ella; al paso que de la gloria de las alturas se oyó la voz divina que pronunciaba un mensaje de consuelo y esperanza. Así hizo Dios conocer a Jacob aquello que satisfacía la necesidad y el ansia de su alma: un Salvador. Con gozo y gratitud vio revelado un camino por el cual él, como pecador, podía ser restaurado a la comunión con Dios. La mística escalera de su sueño representaba a Jesús, el único medio de comunicación entre Dios y el hombre.­ CC 18, 19 (1892).

La culpa es causa de muchas enfermedades.-
El paralítico halló en Cristo curación, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física. Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: "Tus pecados te son perdonados". La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de  sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Médico del alma. La paz que él sólo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo.­ DTG 235, 236 (1898).
La ignorancia no elimina la culpa.­
Si hubiesen sabido que estaban torturando a Aquel que había venido para salvar a la raza pecaminosa de la ruina eterna, el remordimiento y el horror se habrían apoderado de ellos. Pero su ignorancia no suprimió su culpabilidad, porque habían tenido el privilegio de conocer y aceptar a Jesús como su Salvador.­ DTG 694 (1898).
La gravedad de la culpa no disminuye al excusar el pecado.-
No deberíamos tratar de disminuir la gravedad de la culpa excusando el pecado. Debemos aceptar la evaluación que Dios hace del pecado, y ésta es ciertamente muy seria. Sólo el Calvario puede revelar la enormidad del pecado. Si tuviéramos que soportar nuestra propia culpa, ésta nos aplastaría. Pero quien no tuvo pecado tomó nuestro lugar; aunque no lo merecíamos, llevó nuestra iniquidad. "Si confesamos nuestros pecados, él [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1: 9).­ Ms 116, 1896.

Las almas humilladas reconocen la culpa.-
Los que no han humillado sus almas delante de Dios mediante el reconocimiento de su culpa, no han cumplido todavía la primera condición de la aceptación. Si no hemos experimentado el arrepentimiento, del cual no hay que arrepentirse, y no hemos confesado nuestro pecado con verdadera humillación del alma y con un espíritu quebrantado, aborreciendo nuestra iniquidad, nunca hemos procurado verdaderamente el perdón del pecado; y si no lo hemos buscado nunca, nunca hemos encontrado tampoco la paz de Dios. La única razón por la cual posiblemente no hemos recibido la remisión de los pecados pasados, consiste en que no hemos estado dispuestos  a humillar nuestros orgullosos corazones y a cumplir las condiciones de la palabra de verdad.
Se ha dado instrucción definida respecto de este asunto. La confesión del pecado, ya sea en público o en privado, debe provenir del corazón y debe ser expresada libremente. No se la debe extraer del pecador. No se la debe hacer con ligereza y en forma descuidada, o extraída a la fuerza de gente que no tiene una clara idea del carácter aborrecible del pecado. La confesión mezclada con lágrimas y dolor, que brota de lo más profundo del alma, encuentra el camino que conduce al Dios de infinita piedad. Dice el salmista: "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu".­ 5T 636, 637 (1889).
Esencial para eliminar el pecado.-
Aquí es donde Ud. cae en condenación: Ud. continúa en pecado. Con la fuerza de Cristo deje de pecar. Se ha hecho toda provisión para que la gracia more en Ud., para que el pecado aparezca siempre tan odioso como es, es decir, como pecado. "Si alguno peca", no debe abandonarse a la desesperación ni hablar como si estuviera perdido para Cristo.­ Carta 41, 1893.
Dios perdona a todos los que acuden a él.-
Dios condena justicieramente a todo el que no hace de Cristo su Salvador personal, pero perdona a cada alma que acude a él con fe, y la capacita para realizar las obras de Dios y para ser una con Cristo por la fe. . . El Señor ha provisto todo lo necesario para que el hombre pueda alcanzar la salvación plena y gratuita, y sea completo en él. El propósito de Dios es que sus hijos tengan los brillantes rayos del Sol de justicia, que todos tengan la luz de la verdad. Dios ha proporcionado la salvación al mundo a un costo infinito, nada menos que la dádiva de su Hijo unigénito. El apóstol pregunta: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Rom. 8: 32). Por lo tanto, si no somos salvados, la  falta no será de Dios, sino nuestra por haber dejado de cooperar con los instrumentos divinos. Nuestra voluntad no ha coincidido con la voluntad de Dios.­ 1MS 440 (1892).

Esperanza para todos*
Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación. Puede Satanás presentarse a ti, insinuándote despiadadamente: "Tu caso es desesperado. No tienes redención". Hay sin embargo esperanza en Cristo para ti. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas. Nos invita a que nos pongamos muy junto a él. Cualesquiera sean las dificultades que nos abrumen y que opriman alma y cuerpo, Dios aguarda para liberarnos.­MC 192 (1905).

(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

X) LA SALUD MENTAL 47. “La Higiene Mental”


Las facultades mentales dependen de la salud.-
La salud es una bendición cuyo valor pocos aprecian; no obstante, de ella depende grandemente la eficiencia de nuestras facultades mentales y físicas. Nuestros impulsos y pasiones tienen su asiento en el cuerpo, y éste debe ser mantenido en la mejor condición física y bajo las influencias más espirituales a fin de dar el mejor uso a nuestras aptitudes. Todo lo que merma la fuerza física, debilita la mente y la hace menos capaz de discernir entre el bien y el mal.­ MJ 233 (1912).
Todas las facultades pueden ser cultivadas.-
Muchos no están haciendo la mayor suma de bien, porque ejercitan el intelecto en una dirección y descuidan de dar atención esmerada a aquellas cosas para las cuales piensan que no se adaptan. Dejan así dormir algunas facultades débiles, porque la obra que las ejercitaría, y por consiguiente las fortalecería, no les agrada. Deben ejercitarse y cultivarse todas  las facultades de la mente. La percepción, el juicio, la memoria y todas las potencias del raciocinio deben tener igual fuerza a fin de que la mente esté bien equilibrada.­ 1JT 290 (1872).
No descuidemos las facultades débiles.-
Es agradable, pero no muy provechoso, ejercer aquellas facultades que son por naturaleza más fuertes, mientras descuidamos las débiles, que necesitan ser fortalecidas. Las facultades más débiles deben recibir cuidadosa atención, a fin de que todas las potencias del intelecto queden bien equilibradas y hagan su parte como una maquinaria bien regulada. Dependemos de Dios para la preservación de todas nuestras facultades. En su relación con Dios, los cristianos se hallan en la obligación de educar su mente de manera que todas las facultades queden fortalecidas y se desarrollen más plenamente. Si descuidamos esto, nunca alcanzarán aquellas el propósito para el cual fueron destinadas. No tenemos derecho a descuidar ninguna de las facultades que Dios nos ha dado. Vemos monomaníacos en todas partes. Con frecuencia son cuerdos acerca de todos los temas menos uno. La razón de ello es que un órgano de la mente se ejercitó especialmente mientras se dejó dormir a los demás. El que estuvo en constante uso se gastó y enfermó, y el hombre naufragó. Dios no fue glorificado por esta conducta. Si el hombre hubiese ejercitado de igual manera todos los órganos, éstos habrían alcanzado un desarrollo sano; no se habría impuesto todo el trabajo a uno y por lo tanto, ninguno se habría arruinado.­ 1JT 291 (1872).

La mente se estimula cuando tiene un propósito.-
Deberíamos tener un objetivo, un propósito en la vida. Si no hay propósito, hay inclinación a la indolencia; pero donde hay en vista un objetivo suficientemente importante, todas las facultades de la mente se pondrán en espontánea actividad. Para lograr el éxito en la existencia, los pensamientos deben  estar permanentemente fijos en el objeto de la vida, y no se los debe dejar vagar, ni que se ocupen en cosas sin importancia, ni que se satisfagan con una ociosa meditación contemplativa, que es el resultado de esquivar la responsabilidad. La edificación de castillos en el aire deprava la mente.­ 2T 429 (1870).
El estómago sobrecargado debilita las facultades mentales.-
Generalmente no se enseña a los niños la importancia de cuándo, cómo y qué deben comer. Se les permite satisfacer sus gustos a voluntad, comer a toda hora, servirse fruta cuando les da la gana, y esto, acompañado de pasteles y tortas, pan, mantequilla y fiambres que consumen constantemente, los vuelve golosos y dispépticos. Los órganos digestivos, como molino que se hace trabajar sin cesar, se debilitan, se exige la fuerza vital del cerebro, para que auxilie al estómago en su recargo de trabajo, y así las facultades mentales se debilitan. El estímulo anormal y el desgaste de las fuerzas vitales los vuelve nerviosos, impacientes por la restricción, dominados por su voluntad e irritables.­ CRA 215 (1877).
El desarrollo como resultado del esfuerzo.-
Debe enseñarse a los niños que el desarrollo tanto de las facultades mentales como de las físicas depende de ellos; es el resultado del esfuerzo.­ CN 191 (1882).

Leyes inmutables.-
Los hábitos físicos correctos promueven la superioridad mental. El poder intelectual, la fuerza física y la longevidad dependen de leyes inmutables.­ CRA 33 (1890).
La mente se fortalece cuando se la trata correctamente.-
Los que desempeñan cargos de confianza deben hacer diariamente resoluciones de gran trascendencia. A menudo deben pensar con rapidez, y esto sólo pueden hacerlo con éxito los que practican la estricta templanza. La mente se fortalece  con las facultades físicas e intelectuales. Si el esfuerzo no es demasiado grande, cada nueva tarea añade nuevo vigor.
No obstante, muchas veces el trabajo de los que tienen planes de acción importantes que estudiar y decisiones no menos importantes que tomar, queda siniestramente afectado por un régimen alimentario impropio. El desarreglo del estómago perturba la mente. A menudo causa irritabilidad, aspereza e injusticia. Más de un plan de acción que hubiera podido ser beneficioso para el mundo se ha desechado; más de una medida injusta, opresiva y aun cruel ha sido llevada a cabo en consecuencia de un estado morboso proveniente de hábitos dietéticos erróneos.­ MC 238 (1905).
Hay que evitar el exceso de trabajo.-
He oído acerca de muchos obreros cuya salud se está quebrantando debido a la presión de las cargas que llevan. Esto no tiene por qué ser así. Dios desea que recordemos que somos mortales. No debemos abarcar demasiado en nuestra obra. No debemos mantenernos bajo tal presión que nuestras facultades físicas y mentales lleguen a agotarse. Se necesitan más obreros a fin de quitar algunas de las cargas de los que ahora las soportan pesadamente.­ Ev 479 (1904).

Viviendo dos años en uno solo.-
Al alumno que desea realizar en un año el trabajo de dos años, no se le debe permitir salirse con la suya. Pretender realizar un doble trabajo significa, para muchos, recargar en exceso la mente y descuidar el ejercicio físico. No es razonable suponer que la mente puede asimilar una provisión excesiva de alimento mental; y recargar la mente es un pecado tan grande como recargar los órganos digestivos.­ CM 282 (ed. PP); 227 (ed. ACES) (1913).
El estudio excesivo debilita el dominio propio.- *
El exceso  de estudio, al incrementar la afluencia de sangre al cerebro, produce una excitación enfermiza que tiende a debilitar el dominio propio, y con demasiada frecuencia da lugar al impulso o al capricho. De ese modo se abre la puerta a la impureza. El uso indebido o la falta de uso de las facultades físicas es, en gran medida, la causa de la corriente de corrupción que se extiende por el mundo. La "soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad" son enemigos tan fatales del progreso humano en esta generación, como cuando causaron la destrucción de Sodoma.­ Ed 209 (1903).
Variemos los temas de los pensamientos.-
Cuando se persiste exclusivamente en una determinada línea de pensamiento, a menudo la mente se desequilibra. Pero pueden emplearse sin peligro todas las facultades si se ejerce equilibrio en el uso de las aptitudes físicas y mentales y si los temas de pensamiento son variados.­ Ed 209 (1903).

No hay que descuidar el estudio de las ciencias.-
Si comprendiéramos plenamente nuestras oportunidades y privilegios, se podría llevar a cabo mucho más en la obra de la autoeducación. La verdadera educación significa más que lo que los colegios pueden dar. Aunque no se debe descuidar el estudio de las ciencias, existe una preparación más elevada que ha de obtenerse mediante una relación vital con Dios. Tome cada estudiante su Biblia y póngase en comunión con el gran Maestro. Edúquese y disciplínese la mente para luchar con problemas arduos en la búsqueda de la verdad divina.­ PVGM 269 (ed. PP); 234 (ed. ACES) (1900).
El aire impuro afecta las facultades mentales.-
Muchos se quejan continuamente de diversas indisposiciones, y sufren a causa de ellas. Esto ocurre casi siempre porque no trabajan prudentemente ni observan las leyes de la salud. Pasan mucho tiempo dentro de la casa, en habitaciones calefaccionadas llenas de aire impuro. Ahí se dedican con  ahínco a estudiar o a escribir, sin hacer mucho ejercicio físico y con poco cambio de actividad. Como consecuencia de ello la sangre circula con lentitud y las facultades de la mente se debilitan.­ 4T 264 (1876).
Evitemos las prácticas que debilitan.-
Toda costumbre que tiende a debilitar la fuerza física o mental incapacita al hombre para el servicio a su Creador.­ CS 527 (1885).

Cómo conservar las facultades mentales.-
El que cultiva la sencillez en todos sus hábitos, reprimiendo el apetito y controlando las pasiones, puede preservar la fortaleza, la actividad y el vigor de sus facultades mentales. Estas estarán prontas para percibir cualquier cosa que demande pensamiento o acción, serán agudas para discriminar entre lo santo y lo impío, y estarían listas para ocuparse de todo lo que sea para la gloria de Dios y el beneficio de la humanidad.­ 2CBA 1000 (1881).
La corriente eléctrica afecta los poderes vitales.-
La inacción física no sólo disminuye el poder mental, sino también el moral. Los nervios del cerebro, que conectan todo el organismo, constituyen el medio por el cual el cielo se comunica con el hombre y afecta la vida íntima. Todo lo que perturbe la circulación de la corriente eléctrica en el sistema nervioso, debilitando así las facultades vitales y disminuyendo la sensibilidad mental, dificulta la tarea de despertar la naturaleza moral.­ Ed 209 (1903).
Pensamiento independiente y discriminación moral.-
La educación que consiste en adiestrar la memoria tiende a desalentar la reflexión personal, ejerce una influencia moral que se aprecia demasiado poco. Al renunciar el estudiante a la facultad de razonar y juzgar por sí mismo, se incapacita para distinguir la verdad y el error, y es fácil presa del engaño. No cuesta inducirlo a seguir la tradición y la costumbre.­Ed 230 (1903).

Preparados para lograr la más elevada eficiencia.-
Tanto las facultades físicas como las mentales, con sus afectos, deben ser preparadas para alcanzar la más elevada eficiencia.­ Folleto The Circulation of Our Health Journals [La circulación de nuestras revistas de salud], p. 1, 1901; (CH 445).
El estudio de la naturaleza fortalece el carácter.-
En estas lecciones que se obtienen directamente de la naturaleza hay una sencillez y una pureza que las hace del más elevado valor. Todos necesitan las enseñanzas que se han de sacar de esa fuente. Por sí misma, la hermosura de la naturaleza lleva al alma lejos del pecado y de las atracciones mundanas y la guía hacia la pureza, la paz y Dios. Demasiado a menudo las mentes de los estudiantes están ocupadas por las teorías y especulaciones humanas, falsamente llamadas ciencia y filosofía. Necesitan ponerse en íntimo contacto con la naturaleza. Aprendan ellos que la creación y el cristianismo tienen un solo Dios. Sean enseñados a ver la armonía de lo natural con lo espiritual. Conviértase todo lo que ven sus ojos y tocan sus manos en una lección para la edificación del carácter. Así las facultades mentales serán fortalecidas, desarrollado el carácter, y ennoblecida la vida toda.­ PVGM 14 (1900).
El estudio de la Biblia da poder a la mente.- *
Los que desean ardientemente obtener conocimiento para ser una bendición a sus semejantes, recibirán ellos mismos la bendición de Dios. Mediante el estudio de su Palabra sus facultades mentales serán despertadas a una actividad fervorosa. Se producirá una expansión y un desarrollo de las facultades, y la mente adquirirá poder y eficiencia.­PVGM 269 (ed. PP); 234 (ed. ACES) (1900).
La conversión elimina las tinieblas de la ignorancia.-
En la Biblia se revela la voluntad de Dios. Las verdades de la Palabra de Dios son la expresión del Altísimo. El que convierte esas verdades en parte de su vida llega a ser en todo sentido una nueva criatura. No recibe nuevas facultades mentales; en cambio, desaparecen las tinieblas que debido a la ignorancia y el pecado entenebrecían su entendimiento. "Te daré un corazón nuevo" quiere decir: "Te daré una mente nueva". Al cambio de corazón lo acompaña siempre una clara convicción del deber cristiano, y la comprensión de la verdad. El que con oración da atención estricta a las Escrituras tendrá conceptos claros y juicios sanos, como si al volverse hacia Dios hubiera alcanzado un plano superior de inteligencia.­ MeM 24 (1913).


(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)