lunes, 19 de diciembre de 2011

IV LA PERSONALIDAD EN DESARROLLO: 20 “La Atmósfera Del Hogar”

El hogar afecta la sociedad.
El hogar es el corazón de la sociedad, de la iglesia y de la nación.  El bienestar de la sociedad, el buen éxito de la iglesia y la prosperidad de la nación dependen de la influencia del hogar. -MC 269 (1905).

Agencia efectiva para la formación del carácter.
Dios quiere que las familias de la tierra sean un símbolo de la familia celestial.  Los hogares cristianos, establecidos y dirigidos de acuerdo con el plan de Dios, se cuentan entre sus agentes más eficaces para formar el carácter cristiano y para adelantar su obra. -3JT 63 (1900).

El culto en la casa.
Tuve padres piadosos, que de diversas maneras procuraban relacionarnos con nuestro Padre celestial.  Cada mañana y cada noche tengamos oración en familia.  Cantábamos alabanzas a Dios en nuestro hogar.  Había ocho niños en la familia, y nuestros padres aprovechaban cada oportunidad para animarnos a dar nuestros corazones a Jesús. -Ms 80, 1903.

Mayor influencia cuando hay mayor unidad.
Cuánto más estrechamente estén unidos los miembros de una familia en  lo que tienen que hacer en el hogar, tanto más elevadora y servicial será la influencia que ejerzan fuera del hogar el padre, la madre, los hijos y las hijas. -HAd 31 (1903).

Autoridad con firmeza.
La autoridad debe mantenerse por una severidad firme, o muchos la recibirán con burla y desprecio.  La así llamada ternura, los halagos y la indulgencia que manifiestan hacia los jóvenes los padres y tutores, es uno de los peores males que les puedan acontecer.  En toda familia, la firmeza y la decisión son requerimientos positivos esenciales. -PR 178 (1917).

El hogar, una lección objetiva.
Dios quisiera que nuestras familias fuesen símbolos de la familia del cielo.  Recuerden esto cada día los padres y los hijos, y relaciónense unos con otros como miembros de la familia de Dios.  Entonces su vida será de tal carácter que dará al mundo una lección objetiva de lo que pueden ser las familias que aman a Dios y guardan sus mandamientos.  Cristo será glorificado; su paz, su gracia y su amor compenetrarán el círculo familiar como un perfume precioso. -RH 17 de nov. de 1896; HAd 13.

El principio de la paz.
No se ve inquietud en el hogar si Cristo es el principio de la paz que opera en su alma.  Allí no hay falta de cortesía.  Allí no hay aspereza ni lenguaje hiriente. ¿Por qué?  Porque creemos que somos miembros de la familia real y actuamos como hijos del Rey celestial, unidos a Jesucristo por el más fuerte lazo de amor, -ese amor que obra por la fe y purifica el alma.  Usted ama a Jesús y está constantemente luchando para vencer todo egoísmo, y para ser una bendición, consuelo, fortaleza y un apoyo para las almas que El ha comprado con su sangre.
No puedo ver por qué no deberíamos tratar de ser más fervientes en traer la paz de Cristo directamente a nuestra familia de lo que somos cuando trabajamos por los que no tienen una conexión viviente con nosotros; pero si tenemos la religión en el hogar, se extenderá fuera de él.  La tendrán  en todas partes. La llevarán consigo a la iglesia.  La pueden llevar con ustedes cuando vayan al trabajo.  Estará con ustedes dondequiera que estén.  Lo que queremos es la religión en el hogar.  Lo que necesitamos es el principio de la paz que controle nuestros espíritus y nuestra vida y carácter a la semejanza de la vida de Cristo que El nos dio como ejemplo. -Ms 36, 1891.

El amor se revela en los actos.
De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz.  El amor debe expresarse en hechos.  Debe manifestarse en todas las relaciones del hogar y rebelarse en una amabilidad atenta, en una suave y desinteresada cortesía.  Hay hogares donde se pone en práctica este principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor verdadero.  De estos hogares, de mañana y de noche, la oración asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío de la mañana. -PP 140 (1890).

El cristianismo en el hogar brilla en todas partes.
El esfuerzo para hacer del hogar lo que debe ser: un símbolo del hogar celestial, nos prepara para obrar en una esfera más amplia.  La educación obtenida al manifestar tierna consideración unos hacia otros nos permite saber cómo tener acceso a los corazones necesitados de que se les enseñen los principios de la religión verdadera.  La iglesia necesita toda la fuerza espiritual que pueda obtener, para que todos, y especialmente los miembros más jóvenes de la familia del Señor, sean guardados con todo esmero.  La verdad vivida en el hogar se hace sentir en una obra hecha desinteresadamente fuera de él.  El que vive el cristianismo en el hogar será en cualquier parte una luz resplandeciente. -ST 1º de sept. de 1898; HAd 32, 33.

La elevación de la humanidad comienza en el hogar.
La restauración y el levantamiento de la humanidad empiezan  en el hogar.  La obra de los padres es cimiento de toda otra obra.  La sociedad se compone de familias, y será lo que la hagan las cabezas de familia.  Del corazón "mana la vida" (Proverbios 4: 23).-MC 269 (1905).

Cosas que hacen que el hogar sea atractivo.
Las maneras suaves, la conversación jovial y los actos de amor ligarán los corazones de los hijos a sus padres con las cadenas de seda del afecto y conseguirán que el hogar sea atractivo con mucho más éxito que los adornos más exóticos que se puedan adquirir. -ST 2 de oct. de 1884; MeM 206.

La pureza en el hogar.
El orden es la primera ley del cielo, y el Señor desea que su pueblo demuestre en sus hogares el orden y la armonía que llenan las cortes celestiales.  La verdad nunca pone sus delicados pies en un sendero de impureza o suciedad.  La verdad no transforma a los hombres y a las mujeres en personas ásperas o rudas o desordenadas.  Eleva a un nivel más alto a todos los que la aceptan.  Bajo la influencia de Cristo se produce una obra de constante refinamiento. . .
El que estaba tan interesado en que los hijos de Israel practicaran hábitos de limpieza no sancionará ninguna impureza en los hogares de su pueblo hoy.  Dios mira con desaprobación la falta de limpieza de cualquier clase. ¿Cómo podemos invitarlo a nuestros hogares a menos que en ellos todo sea prolijo, limpio y puro? -RH, 10 de junio de 1902.

La ubicación del hogar.
Mejor que cualquier herencia de riquezas que podáis dejar a vuestros hijos será la dádiva de un cuerpo vigoroso, una mente sana y un carácter noble.  Quienes comprendan lo que constituye el verdadero éxito de la vida serán sabios a tiempo.  Al establecer un hogar recordarán las mejores cosas de la vida.
En vez de vivir donde sólo pueden verse las obras de los hombres y donde lo que se ve y se oye sugiere a menudo malos pensamientos, donde el alboroto y la confusión producen cansancio e inquietud, id a vivir donde podáis contemplar las obras de Dios.  Hallad la paz del espíritu en la belleza, quietud y solaz de la naturaleza.  Descanse vuestra vista en los campos verdes, las arboledas y los collados.  Mirad hacia arriba, al firmamento azul que el polvo y el humo de las ciudades no obscurecieron, y respirad el aire vigorizador del cielo.  Id adonde, lejos de las distracciones y disipaciones de la vida de la ciudad, podáis dar vuestro compañerismo a vuestros hijos y enseñarles a conocer a Dios por medio de sus obras y prepararlos para una vida de integridad y utilidad. -MC 284 (1905).

Muebles finos no hacen el hogar.
Cuatro paredes y muebles costosos, alfombras afelpadas, espejos elegantes y hermosos cuadros no son cosas que constituyan un "hogar" si faltan la simpatía y el amor.  Aquella palabra sagrada no se aplica a la resplandeciente mansión donde se desconocen los goces de la vida doméstica...
En realidad, la comodidad y el bienestar de los niños vienen a ser lo último en que se piensa en una casa tal.  Los descuida la madre, que dedica todo su tiempo a la apariencia y a satisfacer las exigencias de una sociedad elegante.  El intelecto de los niños no recibe preparación y ellos adquieren malos hábitos; se vuelven inquietos y descontentos.  No hallando placer en su casa, sino tan sólo restricciones incómodas, se separan del círculo familiar en cuanto les resulte posible.  Con poca vacilación se arrojan al vasto mundo, sin que los refrene la influencia del hogar ni los tiernos consejos que de él debieran provenir. -ST 2 de oct. de 1884; HAd 138, 139.

Las críticas abren la puerta a Satanás.
Padres y madres, sean vigilantes.  Sea vuestra conversación en el hogar agradable y animadora.  Hablen siempre bondadosamente, como en la presencia de Cristo.  Que no haya críticas, ni acusaciones.  Las palabras de esta clase hieren y lastiman el alma.  Es natural que los seres humanos hablen palabras  hirientes.  Los que ceden a esta inclinación abren la puerta para que Satanás entre en sus corazones y los haga rápidos para recordar los errores y las equivocaciones de otros.  Se explayan en estas faltas, se notan sus deficiencias, y se dicen palabras que hacen perder la confianza en quien está haciendo lo mejor para cumplir su deber como colaborador de Dios.  A menudo se siembran las semillas de la desconfianza porque se piensa que uno debería haber sido favorecido pero no lo fue. -Carta 169, 1904.

La influencia de los defectos de los padres.
Parece perfectamente natural para algunos hombres ser ásperos, egoístas, exigentes y despóticos.  Nunca aprendieron la lección del dominio propio, de modo que no están dispuestos a restringir sus sentimientos irrazonables, no importa cuáles sean las consecuencias.  Tales hombres recibirán su pago al ver a sus compañeras enfermas y desanimadas, y a sus hijos llevando las peculiaridades de sus propios rasgos de carácter desagradable. -2MS 494 (1865).

Los hogares con discordia no atraen a los ángeles.
Los hogares en los que reina la discordia no atraen a los ángeles.  Cesen los padres y las madres todas sus críticas y murmuraciones.  Eduquen a sus hijos para que hablen palabras agradables, palabras que traigan alegría y gozo. ¿No entraremos ahora en el hogar-escuela como alumnos de Cristo?  Traigan la piedad práctica al hogar.  Vean entonces si las palabras que ustedes hablan no causan gozo.
Padres, comiencen la obra de la gracia de la iglesia en vuestro propio hogar, comportándoos de tal manera que vuestros niños vean que estáis cooperando con los ángeles celestiales.  Convertíos cada día.  Educaos a vosotros mismos y a vuestros hijos para la vida eterna en el reino de Dios.  Los ángeles serán vuestros poderosos ayudadores.  Satanás os tentará, pero no cedáis.  No habléis una sola palabra de la cual el enemigo pueda obtener una ventaja. -Ms 93, 1901.

Un llamado por más hospitalidad.
Aun entre los que profesan ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad.  Entre nuestro propio pueblo la oportunidad de manifestar hospitalidad no es considerada como debiera serlo: como un privilegio y una bendición.  Es en absoluto demasiado escasa la sociabilidad y disposición para hacer lugar para dos o tres más en la mesa de la familia, sin molestia u ostentación.  Algunos alegan que "es demasiado trabajo".  No resultaría así si dijéramos: "No hemos hecho preparativos especiales, pero le ofrecemos gustosos lo que tenemos".  El huésped inesperado aprecia una bienvenida tal mucho más que una preparación elaborada. -2JT 570 (1900).

Cosas que hacen a un hogar feliz.
Las voces agradables,  los modales amables y el afecto sincero que se expresan en todas las acciones, juntamente con la laboriosidad, el aseo y la economía, truecan hasta un tugurio en el más feliz de los hogares.  El Creador considera con aprobación un hogar tal. -ST, 2 de oct. de 1884; HAd 382.

El cultivo del verdadero refinamiento.
Es muy necesario que se cultive el verdadero refinamiento en el hogar.  Con él se da un poderoso testimonio en favor de la verdad.  Sea quien sea que la manifieste, la grosería en las palabras y en la conducta indica un corazón viciado.  La verdad de origen celestial no degrada nunca a quien la recibe, ni le hace grosero o tosco.  La influencia de la verdad suaviza y refina. Cuando los jóvenes la reciben los vuelve respetuosos y corteses.  La cortesía cristiana se recibe tan sólo bajo la actuación del Espíritu Santo.  No consiste en afectación, o pulimiento artificial, ni en inclinarse con reverencia y sonrisas artificiales.  Esta es la clase de cortesía que poseen los del mundo, pero carecen de la verdadera cortesía cristiana.
La urbanidad y el refinamiento verdaderos se obtienen tan sólo de un conocimiento práctico del Evangelio de Cristo. La verdadera urbanidad y cortesía consiste en manifestar bondad hacia todos, humildes o encumbrados, ricos o pobres. -HAd 382, 383 (1900). 

(Mente, Carácter y Personalidad 1 de E.G. de White)

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