viernes, 17 de junio de 2011

10. “TIEMPO DE DIALOGAR” CURSO ¡TIEMPO JOVEN!


De Corazón a Corazón
“Una Ventana Abierta al Camino del Éxito Juvenil”
Tiempo Joven Lección 10/13

Nos alegramos de saludarte al comienzo de este nuevo capítulo de nuestro curso. Deseamos que te sientas a gusto estudiando este tema. Estamos seguros de que te interesará de especial manera, porque lo que encuentres aquí será como una llave que te abrirá la puerta del éxito y la prosperidad.

¿Te has sentido solo o sola alguna vez? Todos experimentamos este sentimiento con alguna frecuencia. Y cuando la soledad nos invade, deseamos con urgencia una buena compañía, ya sea para conversar, o bien para recibir el calor de la amistad. Todos necesitamos comunicarnos con los demás.

El tiempo actual se caracteriza por la agilidad de las comunicaciones. Encendemos la radio o el televisor, y de inmediato estamos en contacto con el mundo exterior, a veces distante a miles de kilómetros. Los satélites nos traen desde lejos la voz y la imagen al instante.

Pero curiosamente, aunque solemos estar tan bien comunicados con hechos y personas distantes, a menudo nos falta una mejor comunicación dentro de nuestro propio hogar. Y esto produce diversos problemas en la familia. ¡Cuán importante es vivir en diálogo, para sentirnos bien! En diálogo con nuestros padres y hermanos, con nuestros amigos y compañeros, con nuestros vecinos y conocidos. El espíritu comunicativo fomenta la salud y la alegría.

Y esto es tan cierto que aun el diálogo o la comunicación con Dios producen elevados beneficios. 

Algunos dicen: “¿Cómo voy a hablar con Dios? ¿Cómo sé que escucha?”

Un hombre incrédulo se burlaba de esta idea. Y cuando le preguntaron si él oraba o hablaba alguna vez con Dios, respondió: “¡Por supuesto que no!” A lo cual su interlocutor creyente le dijo: “Y entonces, ¿cómo sabe que la oración ‘no funciona’ y que Dios no responde?”

Otros dicen: “¿Para qué le voy a hablar a Dios de mis problemas? ¿Qué importancia tendrán para El?” Sin embargo, El se interesa profundamente en nuestra vida. Quiere que hablemos con El. Y no sólo nos escucha, sino que también nos contesta. Si le pedimos algo, nos dirá “Sí”, “No”, o “Espera”. Pero siempre nos responderá. De paso, ¿has probado alguna vez pedirle algo a Dios? ¿Y cómo te fue?

Tu vida joven es TIEMPO DE DIALOGAR: de dialogar con Dios mediante la oración. Ni bien digas “Padre nuestro”, ya estarás en línea privada y directa con El. En la puerta del despacho de Dios nunca leerás las palabras “Hágase anunciar”. Tú puedes hablar con Él al instante, en cualquier momento, desde cualquier lugar. ¿Lo sabías? ¡Pruébalo hoy mismo!


1. EL MEJOR DIÁLOGO
En marzo de 1960 fue lanzado al espacio el “Pioneer V”, un satélite artificial de 45 kg de peso que debía girar alrededor del sol. A bordo de él había dos transmisores de radio, uno de cinco vatios y el otro de 150. Este último sufrió desperfectos técnicos. Pero el más pequeño mantuvo contacto con los equipos de tierra hasta que el satélite se internó más de 36 millones de kilómetros en el espacio. Desde entonces, esta experiencia se ha repetido multitud de veces. Si es posible captar mensajes desde tan lejos con pequeños equipos de fabricación humana, ¿podría resultarnos difícil creer que Dios pueda escuchar nuestra palabra, o incluso leer nuestro pensamiento, a través de la distancia? Sí, El nos escucha con total nitidez. Por eso, una de las lecciones más importantes que podamos aprender en la vida es la de saber conversar con Dios.

A veces nuestros oyentes, jóvenes y adultos, nos dicen en sus cartas: “Ayúdeme a saber orar”; “Mándenme alguna oración para repetir”. Y nuestra respuesta más bien tiende a mostrar que la belleza de la oración consiste en buena medida en que podemos hablar espontáneamente con Dios, con nuestras propias palabras, con espíritu sincero, sencillo y amistoso.

¿No te parece hermoso poder hablar así con el Creador? Precisamente eso es orar: hablar con Dios como con un amigo, en forma natural, con frecuencia y con agrado. No por compromiso, o de vez en cuando, sino sintiendo que es un privilegio el poder dialogar con el Eterno.

San Pablo aconseja: “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Y Jesús enseña “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (S. Lucas 18:1). En todo momento podemos elevar nuestro pensamiento a Dios, y saber que de inmediato estamos en sintonía con El.

Pero además, el Maestro promete:
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (S. Mateo 7:7-8).

Esta es una de las promesas más hermosas de toda la Biblia. Nos da la seguridad de que podemos pedir y recibir. Por lo tanto, podemos presentar nuestros pedidos a Dios, confiados de que El responderá. Dios es sensible a nuestras necesidades, y El se brinda a nosotros con amor paternal.

Ni bien dices: “Padre nuestro”, entras en línea directa y privada con Dios.

Interrumpe esta lectura por un momento, y piensa cuál es tu necesidad ahora. Luego, pide en silencio la ayuda de Dios para esa necesidad particular. Dile: Señor, yo creo en tu promesa; por eso te pido que me ayudes (y sigue hablando en este tono con tu Padre celestial). Verás que El te ayudará, y sentirás una gran paz en tu corazón.

Un comerciante le pidió a un botero que lo llevara hasta la otra orilla del río. Ya sobre el bote, el pasajero notó que sobre uno de los remos estaba escrita la palabra ORA, y sobre el otro la palabra LABORA. Entonces preguntó por el significado de tales palabras. Sin abrir su boca, el botero comenzó a remar con uno solo de los remos, y el bote comenzó a dar vueltas sobre sí mismo.

Después repitió la operación con el otro remo, con igual efecto. Para entonces, el pasajero estaba un poco molesto, y le pidió al botero que remara con los dos remos: ORA Y LABORA. Cuando así lo hizo, el bote en seguida avanzó hacia la orilla. Y antes que el pasajero descendiera, el botero le dijo: “¿Comprende ahora qué significan estas dos palabras? El que sólo LABORA no avanza en la vida. Pero el que ORA y LABORA, ése sí que va adelante”.

¿No tenía razón el botero? Para tener éxito en la vida no sólo hay que trabajar (laborar) y esforzarse. También es necesario pedir en oración la ayuda y la sabiduría de parte de Dios. Acerca de Jesús, se nos dice: “Fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (S. Lucas 6:12). Si el propio Hijo de Dios recurrió a la oración en busca de poder, ¿qué menos deberíamos hacer nosotros para progresar y recibir bendición?

2. BENEFICIOS DE LA ORACIÓN
Muchos son los beneficios que otorga la oración hecha con fe. Si le preguntáramos al gran rey David cuál fue el secreto de su grandeza, él respondería: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré [a Dios], y él oirá mi voz” (Salmos 55:17).

Y otro tanto nos diría el profeta y estadista Daniel. El “se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios” (Daniel 6:10).

Y a los nombres de David y Daniel, que realizaron proezas gracias a la ayuda divina que recibieron, podría añadirse una infinidad de nombres de chicas y muchachos, que triunfan cada día en lo que hacen porque saben orar a Dios. ¿No podrías estar tú acaso en esta lista de jóvenes que se gozan en dialogar con Dios?

BENEFICIOS CONCRETOS:
1. La oración nos amista con Dios. Nos hacer sentir acompañados por El. Ahuyenta nuestra posible soledad. Y a medida que crece nuestra amistad con El, más deseos tenemos de conversar con Él en oración.

2. La oración nos proporciona paz. Si alguna vez tienes ansiedad, preocupación o nerviosismo, trata de hablar con tu Amigo. Tu sola conversación con El te dará una gran calma interior. Tendrás más equilibrio y más dominio propio.

3. La oración nos da seguridad. Quita nuestros temores, y nos ayuda a vivir más confiados. Nos da la certeza de que Dios envía a sus ángeles protectores, para librarnos de peligros y agresiones.

4. La oración nos da fortaleza espiritual. Nos hace fuertes frente a la tentación. Nos da la capacidad para no contagiarnos con el mal circundante, y para influir favorablemente sobre los demás. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). ¿Te sientes débil y desalentado a veces? Entonces pídele fuerzas a Dios, y El te las dará.

Un joven delincuente dijo lo siguiente cuando lo encarcelaron por el homicidio que había cometido: “¡Oh, si aquella mañana hubiese orado antes de salir de mi casa, nunca habría cometido el crimen!” La oración nos da fuerza interior para hacer sólo lo bueno.

5. La oración nos enseña a ser agradecidos. No sólo deberíamos orar para pedir, sino también para agradecer. “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6). Todas nuestras oraciones deberían incluir una expresión de gratitud a Dios. Y por acostumbrarnos a proceder así, finalmente nos volvemos agradecidos hacia Dios y hacia los que nos rodean.

¡Cuánto ayuda hablar cada día con Dios!


6. La oración nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Exige que nos examinemos, para descubrir nuestras necesidades, a fin de presentarlas luego ante Dios. El solo examen de nuestra propia conciencia nos ayuda a crecer psicológica y espiritualmente.

7. La oración acrecienta nuestra fe. Debemos pedir “con fe, no dudando nada” (Santiago 1:6). Y a medida que vemos las respuestas a nuestras oraciones, más crece nuestra fe. Y como resultado, más bendiciones recibimos.

8. La oración cambia nuestro carácter. Si no siempre cambia las cosas como quisiéramos, la oración ciertamente nos cambia a nosotros, lo cual es mucho mejor, ¿verdad? Reemplaza los rasgos negativos de nuestra personalidad por cualidades agradables. Mejora nuestro modo de ser y de actuar. Si deseas mejorar tu carácter, recuerda pedírselo a Dios.

3. PARA RECIBIR RESPUESTA
A esta altura del tema, seguramente te habrás preguntado cómo deberías orar para que Dios realmente conteste tus pedidos. A continuación te presentamos algunas condiciones o características que debería reunir toda buena oración.

1. Debe pronunciarse con fe. “Os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (S. Marcos 11:24). Cuando ores, quita de tu menta toda forma de duda. Ten fe de que Dios te escuchará y responderá.

2. Debe pedirse en el nombre de Cristo. “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré…Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (S. Juan 14:13-14). Pedimos al Padre en nombre del Hijo, en nombre de Aquel que se colocó en nuestro lugar y murió por amor a nosotros, según vimos en nuestro capítulo anterior. Al final de nuestros pedidos, entonces, deberíamos añadir: “En el nombre de Jesús”.

3. Debe pedirse lo que conviene. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal” (Santiago 4:3). Así que existe la posibilidad de pedir mal. Y en tal caso, felizmente Dios no nos da lo que pedimos. Si pedimos algo con una intención egoísta o malsana, ¿cómo podríamos esperar que el Señor nos dé lo solicitado?

4. Debe pedirse sin fines de maldad. “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Salmos 66:18). Si tenemos maldad o iniquidad, y queremos salir de ella, Dios nos tiende su mano ayudadora. Pero si permanecemos deliberadamente en el pecado, el Señor desoye nuestro ruego. Porque si nos diera su bendición, estaríamos utilizándola para hacer el mal.

5. Deben guardarse los mandamientos de Dios. “Cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 S. Juan 3:22).
O como dice Jesús: “Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (S. Juan 15:7).
¡La importancia de ser obedientes a Dios!

6. Debe mantenerse un espíritu perdonador. “Cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” (S. Marcos 11:25). Si deseamos que Dios nos perdone, ¿no hemos de ser perdonadores? El rencor y la venganza sólo traen la respuesta negativa de Dios.

4. POR FIN LIBRES
Cierta vez los discípulos le pidieron a Jesús: “Enséñanos a orar” (S. Lucas 11:1). Y a continuación, el Maestro les enseñó el Padrenuestro, que dice: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (S. Mateo 6:9-13).

HAY PODER EN LA ORACIÓN


¡Cuántos millones y millones de veces habrán pronunciado esta oración los cristianos de todos los tiempos! Es una hermosa plegaria, que contiene seis pedidos. Los primeros tres acerca de Dios: su nombre, su reino, y su voluntad. Y los últimos tres acerca de nuestras necesidades: nuestro pan diario, el perdón de nuestros pecados o “deudas”, y la victoria sobre el mal.

Sin embargo, valiosa como es esta oración, Jesús la presentó sólo como un modelo orientador. Nunca para que dejáramos de lado cualquier otra oración. Y aun al pronunciar el Padrenuestro, deberíamos pensar en sus palabras, y no repetirlo mecánicamente. Porque lo que más vale en nuestras oraciones, no son tanto las palabras sino el sentido y la sinceridad con que las decimos.

Cuando te falta la salud, o sientes dolor, o tienes problemas de diversa índole, o te asalta el temor, o deseas tener éxito en tu estudio y trabajo, deberías orar específicamente por esa necesidad. Si recuerdas que cada vez que oras estás hablando con tu Amigo, te será más fácil abrirle espontáneamente tu corazón. Por ejemplo, puedes decirle: Padre nuestro, gracias por la vida que me das y por tu cuidado protector (puedes incluir otros motivos). Ayúdame a aprovechar bien mi juventud. Dame fortaleza, inteligencia y constancia para cristalizar mis ideales, si armonizan con tu voluntad. Quítame este mal hábito (si tienes alguno, menciónalo por nombre).

Ayúdame a desarrollar un buen carácter, y a llevarme bien con los demás. Bendice a mi familia (si hay algún problema en tu casa, especifícalo). Guía mi mente, para pensar sólo en lo que es bueno. Dirígeme con tu Espíritu Santo. Perdona mis pecados (menciona cuáles son). En el nombre de Jesús. Amén.

“Dios escribe derecho sobre líneas torcidas”: No importa cuán modestas o “torcidas” sean tus oraciones, sigue orando con fe, y el Señor escribirá “derecho” sobre tu corazón. Te dará una vida radiante de bendiciones. SOLO SERÁS FELIZ DIALOGANDO CON DIOS.


5. TODO TE SALDRÁ BIEN
¿Cómo podrías dudarlo? Prueba y comprueba: TODO TE SALDRÁ BIEN...

1) Si aprendes a dialogar diariamente con Dios.
2) Si buscas su amistad, y compartes con El todas tus necesidades.
3) Si fortaleces tu fe en Dios, y dejas que El guíe tus pasos. Y para terminar, te saludamos con el mayor afecto.

 Este deseo es a la vez nuestra oración en tu favor: Dios prospere y bendiga tu vida. Te mantenga con salud y sano entusiasmo, para concretar los sueños de tu juventud.

¡Acuérdate de dialogar cada día con tu Dios!

PARA RECORDAR
Orar es hablar con Dios como con un amigo, en forma natural, con frecuencia y con agrado. ¡Qué privilegio es poder dialogar así con Dios! En todo momento podemos elevar a El nuestro pensamiento, y saber que de inmediato estamos en sintonía con El.

¡Porque es Tiempo de Dialogar!

Nuestro próximo capítulo: “TIEMPO DE SABER VIVIR” te va a agradar, puesto que te colocará frente al gran espejo de la vida.

La voz.org

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