UNA CONFIANZA INCONMOVIBLE A PESAR DE LA
INESTABILIDAD DE LAS EMOCIONES. EXPERIENCIA PERSONAL DE LA AUTORA.
Cuando nos encontramos profundamente
ensombrecidos es porque Satanás se ha interpuesto entre nosotros y los
brillantes rayos del Sol de Justicia. En los momentos de tribulación este resplandor
se eclipsa y no entendemos por qué nos da la impresión de que la seguridad
desaparece. Se nos induce a mirar al yo, y eso nos impide recibir el consuelo
que hay en la cruz no en su sombra para nosotros. Nos quejamos del camino, y
apartamos nuestra mano de la de Cristo. Pero a veces el favor de Dios irrumpe
repentinamente en el alma, y las sombras se disipan. Vivamos a la luz de la
cruz del Calvario. No moremos más en las sombras, quejándonos de nuestros
dolores, porque eso sólo aumenta nuestra tribulación.
No olvidemos nunca, incluso cuando transitamos por el valle, que Cristo está con nosotros tanto cuando caminamos confiadamente como cuando estamos en la cima de la montaña.
La Voz Nos Dijo: "¿No
depositaréis vuestra carga sobre el Portador de cargas, el Señor Jesucristo?
¿No habitaréis en el lado luminoso de la cruz diciendo: 'Sé a quién he creído,
y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día'?"
"A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo
veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra
fe, que 844 es la salvación de vuestras almas" (2 Tim. 1:12; 1 Ped. 1:8,9).
Es verdad que he caminado a tropezones a la
sombra de la cruz. No es común para mí sentirme dominada y sufrir tanta
depresión de espíritu como ha ocurrido en los últimos meses. No me gustaría que
se me encontrara jugando con mi propia alma y, por lo tanto, con mi Salvador.
No podría enseñar que Jesús salió de la tumba, que ascendió a lo alto y que
vive para interceder por nosotros delante del Padre, a menos que ponga en
práctica mis enseñanzas y que crea en él para salvación, depositando mi alma
desamparada en Jesús en súplica de gracia, de justicia, de paz y de amor.
Debo confiar en él no importa cuántos cambios se
produzcan en mi atmósfera emocional. Debo manifestar las alabanzas del que me
llamó "de las tinieblas a su luz admirable" (1 Ped. 2:9). Mi corazón
debe permanecer firme en Cristo, mi Salvador, para contemplar su amor y su
bondad llena de gracia. No debo confiar en él solamente de vez en cuando, sino
siempre, para que pueda manifestar los resultados de morar en Aquel que me
adquirió con su preciosa sangre. Debo aprender a creer en sus promesas y a
aceptarlas como la segura palabra de Dios para tener una fe estable.
Muchos que aman a Dios y tratan de honrarlo temen
no tener derecho a reclamar sus ricas promesas. Se refieren a sus penosas
luchas y a la oscuridad que se extiende sobre su senda, y al hacerlo pierden de
vista la luz del amor que Jesucristo derramó sobre ellos. Pierden de vista la
gran redención que fue adquirida para ellos a un costo infinito. Muchos están
de pie allá lejos, como si tuvieran miedo de tocar aunque sea el borde de la
túnica de Cristo, pero su invitación llena de gracia se les extiende incluso a
ellos, y él sigue rogando: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat. 11:28-30). Ms 61, 1894.
Mente Carácter Y
Personalidad 2 (EGW).
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