“Tenga un Hogar Feliz, su Familia lo merece”
Lección 06/10
¿Por qué ladra el perro? ¿Cómo es la casita del grillo cantor? ¿Quién estiró el pescuezo de la jirafa? Tales son algunas de las preguntas infantiles que al darles repuesta transforman a todo hogar en una escuela. Y no pocas veces los improvisados maestros, los padres, se ven en apuros para contestar otras preguntas, como las siguientes: “¿Qué hace el viento cuando no corre?” “¿Por qué una rosa es blanca y la otra roja?” A medida que los hijos crecen, las preguntas se hacen más complejas, y el hogar se transforma en una escuela formativa donde los padres actúan como maestros y consejeros, tal como lo veremos en la presente lección.
1. EL PAPEL EDUCATIVO Y FORMATIVO DEL HOGAR
El hogar no suplanta a la escuela, así como tampoco ésta puede reemplazar al hogar. Ambos deben colaborar estrechamente para una educación integral. En las aulas de las escuelas y los colegios se le impartirán al niño mayormente conocimientos en forma sistemática, En el hogar recibirá de sus padres un modelo para aplicar esos conocimientos en la vida. La escuela instruye; el hogar forma y educa desarrollando hábitos correctos. ¿De qué valdrá, por ejemplo, que la escuela le enseña a Pedrito que debe ser honrado, si luego nota en su hogar que su padre hurta materiales de la fábrica donde trabaja? Dichosos los hijos cuyos padres se dan cuenta cabal de que ellos son los maestros de la primera y más fundamental de todas las escuelas: el hogar.
La Biblia ya señalaba esta función paterna con las siguientes palabras: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
CUANDO COMENZAR
Cierta vez una joven madre concurrió con su hijito a consultar a un pedagogo.
–Deseo saber–dijo la señora –cuándo debo iniciar la educación de Carlitos.
–¿Qué edad tiene su chico, Sra. Gutiérrez?
–preguntó el profesional.
–Cinco años –repuso la madre.
El pedagogo hizo una pequeña cuenta y repuso:
–Calculo que la educación de Carlitos debió haber empezado hace 20 años.
–¿Cómo? No entiendo –dijo extrañada la madre.
–Sí señora, la educación de su hijo debió haber empezado muchos años atrás con la preparación suya, para ser la primera maestra de Carlitos.
¡Cuánta verdad contiene esta declaración del pedagogo! Desde las primeras horas de vida el niño empieza a adquirir hábitos y costumbres que afectarán toda su vida en forma negativa o positiva. Y para ese momento transcendente ya la madre y el padre deben estar preparados para enseñar en esa escuela sin igual.
QUÉ ENSEÑAR
El hogar es la escuela donde se enseña el arte de vivir, que abarca toda la vida. Y por tratarse de un arte tan esencial, nos referiremos a él, aunque tocando sólo algunos aspectos prácticos. En la próxima lección trataremos algo más acerca del tema.
He aquí algunas lecciones que los padres deben grabar en el carácter de sus hijos:
El orden, que abarcará desde cómo guardar sus juguetes, libros, etc., hasta la forma de usar su ropa y peinar su cabello.Higiene y limpieza, acerca de lo cual huelga todo comentario.
Sentimientos humanitarios, ya sea cultivando una planta o cuidando un animalito doméstico, o compartiendo los juguetes o la merienda con el compañero.
Manejo del dinero. Con la finalidad de desarrollar en los hijos el sentido de responsabilidad y administración, es bueno que ellos reciban una compensación monetaria por algún trabajito bien realizado. De esa manera comprenderán que el dinero se obtiene mediante un esfuerzo definido, en el que se debe dar lo mejor de sí. Luego, debe animárselos a formular un plan de gastos y ahorro. Esto les permitirá llevar sus cuentas, les dará nociones de cómo orientar las compras, etc.
Arte culinario: La madre que enseña a sus hijas el valor de los alimentos y la forma de presentar un menú sabroso y equilibrado, les hará un gran legado a ellas y a los hogares que puedan formar. Para los varones, el cultivo de un hobby o la enseñanza de un oficio les proporcionará un pasatiempo provechoso y los alejará de las influencias perniciosas de la calle.
La fe también es una de las grandes lecciones que deben impartirse en el hogar, pues enriquece la vida con el optimismo y la confianza. En medio de una dinámica tal, la escuela del hogar irá desarrollando en los hijos otros rasgos nobles de carácter, tales como el valor, el honor, el amor al trabajo, la cortesía, etc. Estas metas constituyen el anhelo más acariciado de los maestros del hogar, y para lograrlas nunca se recalcará lo suficiente la importancia que tiene el ejemplo de los padres. “La actitud de los padres no tarda en ser la actitud de los hijos. Si el padre y la madre son siempre corteses entre sí, los niños propenderán a serlo también. Las cosas que nunca se hacen en el hogar, rara vez llegan a ser hábitos de los niños. No es lo que se les dice que hagan o que no hagan, sino lo que oyen y ven, lo que afecta el desarrollo de la personalidad. No hay nada que los niños se deleiten más en hacer, que aquello que hace su padre y su madre. Y el poder del ejemplo supera de tal manera al del precepto que si podemos valemos de sólo uno de ellos, habremos de elegir forzosamente el primero: el ejemplo” (¿Basta el Amor?, pág. 27).
Por lo tanto, la lección más importante y objetiva de todas las que deben impartir los padres es el ejemplo de sus propias vidas.
2. AMOR Y DISCIPLINA
El amor y la disciplina son ingredientes indispensables de la fórmula ideal para regir la escuela del hogar. “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina”, dice la Biblia en Efesios 6:4.
Los padres deben apoyarse mutuamente para llevar a cabo “su plan” de educación en el hogar. Nunca deben presentar un frente dividido ante los hijos, pues éstos pronto tomarán partido con aquel que abandona la norma establecida. Así se introduce la desorientación, y los hijos pensarán que lo que se desea enseñar no es tan importante. Los hijos deben saber y sentir que se los ama. De este modo entenderán que toda exigencia es para su bien y para el bien del hogar. El padre que no corrige los malos hábitos de su hijo por no verlo sufrir, está practicando un amor mal entendido, y permitiendo que se desarrollen males que lo harán sufrir de veras en el futuro.
Queridos padres, si desean labrar un futuro feliz para su hijo, practiquen con él una disciplina amante, bondadosa, pero firme. He aquí algunos consejos útiles: No permitan que el hijo piense que es el centro del hogar y que todo debe girar en derredor de él.
Enséñenle a soportar valientemente las pequeñas desilusiones y pruebas, a fin de fortalecer su dominio propio. No le permitan hacer uso de todo lo que hay en la casa como si fuese exclusivamente suyo.
Nunca dejen pasar sin corrección la terquedad en su hijo. Desarraiguen todas estas tendencias antes de que se transformen en hábito.
Logren que practique la abnegación, el respeto y la consideración por la felicidad ajena. Enséñenle a subyugar el temperamento impulsivo, a retener la palabra apasionada, a manifestar invariablemente bondad, cortesía y dominio propio. Pero al cumplir esta delicada misión, no olviden que el hijo es una persona y que debe ser tratado como tal. Un niño no es un objeto, y su trato debe merecer toda consideración.
Muchas veces “los niños oyen hablar a los mayores abiertamente de ellos, ventilar sus defectos, divertirse de su sinceridad o manifestar sorpresa por ella. Sienten que a veces se ríen de ellos, y otras veces los pasan por alto. Los regañan cuando no tienen la menor noción de haber hecho algo malo, y los instan a que actúen delante de otras personas, sin ningún motivo que ellos puedan comprender. Con un programa tal, creen vivir en un mundo aparte del de los mayores, y su sentimiento subconsciente es que los adultos son seres diferentes de ellos, de los que conviene aprovecharse y mantenerse en guardia”
(¿Basta el Amor?, pág. 31).
Felices los padres que siendo adultos pueden “hacerse niños”, para entender a sus hijos, descubrir sus puntos de vista y animarlos a expresar sus sentimientos. En tal caso podrán ser excelentes maestros del arte de vivir y contarán con la aprobación de Dios. Con todo, muchas veces sentirán la necesidad de la ayuda divina y de la sabiduría que viene de lo Alto. Para recibirlas sólo les bastará pedirlas. Así lo asegura la Sagrada Escritura:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídale a Dios, el cual da a todos abundantemente ... y le será dada” (Santiago 1:5).
3. EL HOGAR DE JOSÉ Y MARÍA
Del hogar de José y la bienaventurada Virgen María podemos obtener una lección objetiva. Los padres de Jesús eran pobres y dependían de su trabajo diario para su sostén. Esto hizo que Jesús conociera la pobreza, la abnegación y las privaciones, lo cual redundó en salvaguardia para él. En su vida laboriosa no había momentos ociosos que invitasen a la disipación. No había horas vacías que prepararan el camino para compañías corruptas. En esta generación encontramos que los padres han descuidado peligrosamente educar a sus hijos en lo que es útil. A menudo la abundancia económica unida a la ociosidad, es la causa que lleva al vicio y a la delincuencia a un gran sector de la juventud moderna.
Esto mismo motivó la ruina de la tristemente célebre ciudad de Sodoma, cuyo nombre ha servido para caracterizar una lamentable desviación humana. De ella dice la Biblia: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma ... soberbia, hartura de pan, y abundancia de ociosidad...” (Ezequiel 16:49). El hábito del trabajo útil, cuyo ejemplo nos dejó Jesús, es un aliado poderoso de los padres para librar a sus hijos de los malos pasos.
4. LOS PADRES COMO CONSEJEROS
Una de las mayores satisfacciones de los padres es la de ser amigos y consejeros de sus hijos. Para ellos, todo padre y madre debe ganar la confianza de sus hijos.
Una buena forma de lograrlo es contestando sus preguntas por embarazosas que sean, y mostrando sumo interés por ellas. Si no se procede así, los hijos perderán la confianza y buscarán consejos y orientación en la calle, donde a menudo los recibirán distorsionados y bajo los aspectos más negativos. Es muy vasta la gama de situaciones en la que los padres deben ser hábiles consejeros. Aquí trataremos sólo dos.
LA VOCACIÓN
Al conversar amigablemente con sus hijos, los padres deben intercambiar ideas y planes con ellos acerca del futuro. “¿Qué seré yo en la vida?”, tal la pregunta clave. En estas charlas se debe lograr que los hijos se pongan un ideal tan alto como sea posible. La vocación o carrera de la vida debe elegirse entre aquellas actividades por las cuales el joven o la señorita sienten una inclinación natural. Es pernicioso que los padres elijan la carrera del hijo. Debido a este proceder abundan los profesionales, obreros y empleados fracasados. Despertar un ideal y planear junto con el hijo la manera de alcanzarlo, es una experiencia emocionante para todo padre.
EL NOVIAZGO
Una vez elegida la manera en que servirá a la sociedad, ya sea en carreras profesionales, técnicas, u oficios manuales, la siguiente pregunta del hijo será:
“¿Con quién me casaré?” Siendo que a veces es difícil razonar con un enamorado, esta situación pone a prueba toda la capacidad de diálogo de un padre o de una madre. Pero si se ha ganado la confianza del hijo desde sus tiernos años, la tarea se verá facilitada.
¡Dichosos los hijos que ante tan difícil elección pueden escuchar buenos consejos de padres comprensivos y respetuosos! ¡Felices también los padres que pueden ayudar a sus hijos en este paso tan importante de la vida!
La voz.org
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