Lección 01/10
Los arduos problemas de la sociedad moderna guardan una íntima relación con los problemas que se viven en el seno del hogar. Sí hubiera mejores hogares, ¿no cree Ud. que viviríamos en un mundo mejor? De ahí que la necesidad más apremiante del momento actual sea la de construir mejores hogares, donde padres e hijos puedan convivir en un clima de armonía, y de donde parta una influencia elevadora para bien de la humanidad. Esta es la razón que nos ha movido a preparar este curso por correspondencia, que hoy ponemos cordialmente en sus manos, con los mejores deseos para Ud. Y sus seres amados.A lo largo de las diez lecciones del curso iremos abordando aspectos prácticos y valiosos para la felicidad familiar, tales como la armonía y la felicidad conyugal, la intimidad del matrimonio, cómo desarrollar el amor, cómo educar a los hijos, cómo tratar al hijo rebelde, las finanzas de la casa, la salud de la familia y muchísimos otros temas relativos al quehacer del hogar.
En suma, todos los elementos indispensables para forjar y retener la dicha del núcleo familiar. Si Ud. no ha formado aún su hogar, descubrirá en estas lecciones una orientación práctica que lo conducirá hacia la felicidad. Y si Ud. ya contrajo matrimonio, le aconsejamos que igualmente estudie este material, el que luego podrá utilizar cuando necesite ayudar a sus hijos de edad casadera.
La felicidad de toda la vida puede depender apenas de un acto de elección, cuando un joven le declara su amor a una joven, o cuando ella lo acepta o rechaza.
¿Es entonces importante saber elegir, o no? En el momento en que se elige el compañero de la vida, se decide el éxito o el fracaso de dos vidas, su gozo o su desdicha. Por lo tanto, ¿puede hablarse sensatamente de “amor ciego”, o de que “el matrimonio es una lotería”, algo así como un tiro al aire que con un poco de suerte puede dar en el blanco? Rotundamente, no. En la elección del futuro cónyuge no se
juega “a la buena suerte”; se juega –seriamente –a la felicidad, la aspiración humana más codiciable. Por lo tanto, corresponde saber cómo actuar.
1. LA ANTESALA DEL MATRIMONIO
Los jóvenes desean casarse, pero no por eso van a unir impulsivamente sus destinos a otra persona, sin haberse tratado antes y sin saber si podrán convivir
con la otra persona en forma feliz y armoniosa. El casamiento es un paso suficientemente serio, como para justificar los mejores preparativos en la combinación de dos corazones que se entiendan para vivir juntos por el resto de la vida. Nadie puede entrar bruscamente en el matrimonio y pretender ser feliz,
sin ese previo conocimiento mutuo que sólo el buen noviazgo es capaz de ofrecer. Después de iniciada la vida conyugal es casi seguro que vendrán los hijos. Y si los progenitores, aun antes de ser esposos, no se conocieron y no lograron armonizar con amor sus personalidades, ¿qué clase de ambiente podrían
ofrecerles a sus hijos? ¿Podrían ponerse de acuerdo para educarlos sabiamente?
“¿Por qué quiero casarme?” Esta es una pregunta que parece estar de más. Sin embargo, conviene que se la haga quien planea casarse. Según sea la respuesta, así será el noviazgo y el matrimonio. Si quien busca esposo (o esposa) sólo piensa en el amor que pueda recibir, o sólo aspira a una condición económica, social y emocional más favorable, está incapacitándose para formar un buen hogar. Porque está pensando más en lo que podrá recibir que en lo que deberá dar. Está interesándose más en su felicidad que en la del ser amado, y tal actitud mental no encierra amor sino egoísmo.
2. PARA REFLEXIONAR
Supongamos que Ud. ya ha encontrado a la persona con quien desea unir su vida. Ya son novios. Pero Ud. debe tener la seguridad de que ha elegido bien, y que el objeto de su elección será el verdadero amor de su vida. Para ello sería útil que considere la siguiente lista de preguntas que presenta el Dr. Haroldo Shryock en su obra El Secreto de la Dicha Conyugal.
Tilde sus respuestas Si No
1. ¿Es mi novio (o mi novia) generalmente alegre, feliz y optimista? Es muy raro que el matrimonio cambie los rasgos fundamentales de la personalidad.
2. ¿Puede considerar las cuestiones capaces de provocar una controversia, sin entrar en una disputa acalorada?
3. ¿Tiene emociones estables?
4. ¿Son moderadas sus opiniones en asuntos de política, moralidad y finanzas?
5. ¿Coopera con facilidad con los demás y trabaja sin roces con sus superiores?
6. ¿Manifiesta benevolencia para con sus inferiores y se complace en ayudar a los que son menos privilegiados?
7. ¿Puede recibir consejos con buena voluntad?
8. ¿Presta cuidadosa atención a los detalles de su trabajo diario?
9. ¿Está dispuesto a asumir responsabilidades, y ha tenido éxito hasta aquí en sus empresas?
10. ¿Manifiesta cariño hacia los niños?
11. ¿Tiene sentimientos religiosos y practica la misma religión que yo?
12. ¿Lo amo a pesar de sus defectos?
No es prudente suponer que sus defectos
desaparecerán después del casamiento.
13. ¿Puedo enorgullecerme de mi novio (o de mi novia)? Si me siento avergonzado o incómodo en su compañía, esto demuestra que no somos el uno para el otro.
Y el Dr. H. Shryock termina diciendo: “Si se puede responder afirmativamente a las preguntas que anteceden, resulta clara la conclusión de que el novio (o novia) posee cualidades favorables para alcanzar la adaptación conyugal satisfactoria”.
3. HACIA LA FELICIDAD CONYUGAL
Con el propósito de asegurar un noviazgo bien encaminado que abra las puertas de una dulce vida matrimonial, a las preguntas precedentes convendrá añadir el análisis de los siguientes aspectos prácticos relacionados con la felicidad de los novios.
EL AMOR. El amor verdadero no es pasión, ni caprichos, ni celos, ni egoísmo, ni excitación carnal. Es el dulce sentimiento de¡ corazón que se expresa con pureza y que busca la felicidad del ser amado. El afecto genuino implica comprensión, tolerancia, ternura, bondad, abnegación y espíritu servicial, Tal es la actitud que puede unir dos corazones sin que nada los separe, porque se trata de un amor estable, maduro y responsable, en el cual se puede confiar. Si éste es el sentimiento que prevalece entre los novios, y se lo sigue alimentando cada día, el matrimonio brindará la mayor felicidad que dos seres puedan descubrir sobre la tierra. Pero si tal amor está ausente, la dicha no podrá surgir por más dinero o presiones familiares que existan.
AMISTAD FRANCA. Héctor y Marcela se hallaban en feliz viaje de bodas. La noche era apacible, y ambos avanzaban en su automóvil rumbo a una hermosa ciudad balnearia. “¿Te imaginas cuando estemos de vuelta en nuestro propio hogar? ¡Qué hermoso será entonces saborear los platos preparados por ti y vestir la ropa lavada y planchada con tus manos!” Así le comentaba Héctor a su amada, quien algo molesta le contestó: “No, mi querido. Creo que estás equivocado. Los trabajos de la casa no se han hecho para mí. Deberemos conseguir a alguien para que los haga”.
¡Qué novedad tan desagradable para el flamante esposo! Pero, ¿cómo? ¿No habían hablado durante su noviazgo sobre qué clase de vida habría de hacer cada uno después de casados? ¡Qué poca franqueza para hablar y para darse a conocer! Resultado: chasco, desilusión, traición. El noviazgo exige que cada una de las partes se exprese con total sinceridad. De lo contrario, lo que se pretende encubrir pronto saldrá a la luz, cuando el estado matrimonial ya no permita continuar con disimulos.
AFINIDAD. A menudo se afirma: “Los polos opuestos se atraen”. Pero esta ley física no rige en los dominios del corazón. Dos seres pueden entenderse, amarse y ser felices en el matrimonio cuando poseen un grado mínimo de afinidad en la cultura, los gustos, el temperamento, los ideales y los sentimientos religiosos. Y es un error suponer que esta clase de afinidad se logra con el tiempo, luego del casamiento. SI, con el tiempo se cultiva y perfecciona, pero siempre sobre la base de la afinidad que existía previamente.
Aquí cabe una palabra acerca de los matrimonios formados por esposos de creencias religiosas diferentes. La realidad de los hechos indica que la afinidad religiosa entre los contrayentes es factor de primer orden para la obtención de la armonía conyugal.
MADUREZ. La falta de madurez es causa frecuente de naufragios conyugales. Los novios que carezcan de madurez emocional, física y mental (tal vez debido a su
poca edad), no estarán en condiciones de establecer un buen hogar, a menos que maduren mientras prolonguen su noviazgo por más tiempo de lo prudencial y aconsejable. Pero idealmente un noviazgo no debería extenderse más allá de los dos años. Esta es la razón por la cual nunca es sabio comenzarlo a edad
prematura, so pena de que la propia inmadurez eche a perder la felicidad de los novios, y hasta desvanezca los sueños de la unión matrimonial.
LOS PADRES. “Ellos son de otra época. ¿Qué me podrán aconsejar acerca de mi noviazgo? ¿Ha dicho Ud. palabras como éstas acerca de sus padres? Sí, es verdad,
ellos pertenecen a otra generación. Quizá no han tenido mucha instrucción, pero han vivido más anos y eso es bastante. Aun con su aparente incomprensión
de la juventud actual, los padres pueden ofrecer un consejo sabio al hijo que lo solicita frente a la gran decisión de su vida. El buen hijo busca y aprecia la opinión de sus progenitores. Y los padres inteligentes harán y dirán lo mejor para la felicidad de sus hijos.
EL TRATO PRENUPCIAL. Hoy, cuando las relaciones premaritales son tan comunes y socialmente aceptadas, es necesario adoptar una norma de conducta más elevada. La unión matrimonial es de carácter sagrado, y ha de iniciarse sin que el noviazgo deje secuelas traumatizantes sobre la conciencia de los contrayentes. Muchos de los matrimonios desavenidos y problemáticos podrían señalar como causa de su desdicha las relaciones íntimas practicadas durante el noviazgo. ¡Cuántos casamientos deben producirse apurada y obligadamente por esta razón! Los novios
más dichosos son aquellos que han sabido esperar, para llegar a ser los “dos en una carne” tan sólo en el estado matrimonial.
4. MUCHO POR DECIR
Con lo dicho, ni remotamente pretendemos haber agotado el tema. Pero lo tratado quizá haya sido suficiente para insinuar cómo formar un noviazgo basado en un amor auténtico, acompañado de felicidad y buen criterio. Hemos dicho que el noviazgo es la antesala del matrimonio y del hogar. Por lo tanto, ante un paso de tanta trascendencia, es sabio aquel que busca la dirección y la iluminación del Altísimo. Si en el día de la boda los novios solicitan la bendición de Dios, con igual o mayor razón aún, ¿no deberían solicitarla también cuando se están eligiendo mutuamente, decidiendo así el porvenir de sus vidas? Los novios que aceptan la conducción divina en sus planes e ideales pueden formar hogares ejemplares, que redunden en bien de la sociedad y de las generaciones futuras.
Esta es la clase de hogar que deseamos para Ud. y su felicidad. Para eso hemos preparado este curso, cuyas próximas lecciones le ofrecerán un material de valor imponderable. No se las pierda.
La voz.org
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